PROMESA

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miércoles, 9 de julio de 2014

LA GRACIA

El apóstol Pablo en Gálatas 1:6 dijo, “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.”  La parte de este versículo que dice, “por la gracia” significa que a pesar de nuestra obra o esfuerzo, Dios nos dio la salvación a manera de regalo, sin precio.  La parte del versículo que dice, “tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo” es la conclusión a la historia de Elimelec, Mahlón y Quelión quienes dejaron Belén en tierra de Cannán, cuando llegó el hambre.  Además, en Lucas capítulo 15 , la historia del hijo prodigo que dejó la casa de su padre para satisfacer sus propios deseos, calza aquí también.
Antes que los israelitas se establecieran en la tierra de Canaán, trabajaron como esclavos de Egipto por mucho tiempo.  Se escaparon de Egipto, y vagaron por el desierto durante 40 años.  Luego pasaron por muchas batallas, hasta que por fin pudieron habitar en tierra de Canaán.  Pero aunque ellos lograron llegar a la tierra de Canaán después de pasar muchas dificultades, la familia de Elimelec dejo Belén ante una breve hambre.  Ese historia nos ilustra lo rápido que nosotros dejamos a Dios quien nos llamó por la gracia de Jesucristo.
Mientras el hijo prodigo permaneciera en la casa de su padre, recibiría la bendición de todo lo que había en casa de su padre por medio de su gracia.  Pero él mal-entendió y creyó que podía hacer algo bueno por sí mismo.  Por eso dejó la casa de su padre y se fue lejos a una provincia apartada donde trato hacer algo por sí mismo.  Pero al final, tuvo que acudir hasta a una porqueriza para alimentarse.  Cuando el hambre llego, la familia de Elimelec se entregaron al insensato pensar de que, “Sería mejor irnos a tierra de Moab que permanecer en Canaán.”  De igual manera, la razón por la que seguimos cayendo en destrucción es que continuamente tratamos hacer algo por nosotros mismos, a pesar de que lo único que en realidad podemos hacer es recibir la bendición por medio de la gracia de Dios.  Mientras tratamos hacer algo por nosotros mismos, debemos comprender que lo que estamos haciendo en realidad es alejarnos del Dios que nos llamó por la gracia de Jesucristo, y volviéndonos a un evangelio distinto.
Dios, antes de enviarnos a Jesucristo, primero nos dio la ley.  Dios nos dio promesa por medio de la ley de que cualquiera que la cumpliere a cabalidad recibiría bendición.  Pero, si se incumple un solo artículo de la ley, se recibirá maldición.  No hubo quien recibiera bendición bajo las condiciones de la ley, ya que nadie podía guardar la ley perfectamente.  Hasta el mismo Moisés, que fue quien recibió la ley de Dios, quebrantó la ley, también el rey David quebrantó la ley...  La ley fue dada unos 1,500 años antes de la venida de Jesús.  Ni antes, ni después de Jesús hubo quien pudiera cumplir la ley perfectamente.  Dios ya lo sabía.  Por esto fue que Dios había provisto proveer la salvación gratuitamente, a manera de regalo, por medio de la gracia de Jesucristo sin tener que ver con nuestras obras.  Es decir, nos dio la salvación por medio de Jesucristo, sin costo.
A través de sus viajes misioneros, Pablo predicaba el evangelio de la gracia diciendo, “Somos salvos no cumpliendo la ley, ni por la circuncisión, ni por precio alguno, sino por medio de la gracia de Jesucristo.”  Desafortunadamente, algunos en Galacia rápidamente se apartaron de Jesucristo y se aceptaron un evangelio diferente. 
 La ‘gracia’ significa un don, un regalo obtenido sin pagar, algo no es la paga del trabajo ni el esfuerzo.  Tomemos por ejemplo este tipo de pensamiento, “Por supuesto que recibí el perdón de pecados por medio de la sangre de Jesucristo, pero todavía tengo que hacer algo por mi vida de la fe.” O quizás, “Por supuesto, no soy perfecto, pero todavía debo tratar cumplir la ley lo mejor que pueda.”  Esta equivocada manera de pensar busca establecer la justicia propia. Por eso fue que el apóstol Pablo dijo, “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.
Si pudiéramos ser justificados cumpliendo la ley perfectamente, no habría habido razón de que Jesús tuviera que ser crucificado en la cruz.  Jesucristo mismo, el Salvador, era el mensaje que de parte de Dios se nos daba diciéndonos que Dios había rechazado las justicias humanas.  La salvación no se puede lograr por medio de ninguna obra o esfuerzo humano.  Por eso, Dios proveyó un camino diferente a la salvación el cual excluye la obra y el esfuerzo humano. 
 ‘Gracia’ significa que debemos recibirlo sin paga.  Sin embargo, muchos quieren agregar sus obras a la de Cristo para poder recibir la bendición de Dios.  De manera que cualquiera que sea el resultado, no es de pura gracia.
Si se nos requiriera obrar o trabajar por obtener la bendición, habrían muchos dispuestos a trabajar por ella. Sin embargo, no muchos están acostumbrados a recibir una bendición sin tener que pagar por ella ni esforzarse porque la mayoría de la gente es engañada por Satanás.  Dios nos presenta dos maneras a la salvación ante nosotros.  La primera es por la gracia de Dios a través de Jesucristo sin obra ni esfuerzo propio.  La otra es cumpliendo la ley perfectamente.  No podemos alcanzar a Dios por medio de la justicia que se logra por medio de nuestros esfuerzos y obras.  Así es que Dios nos quiere dirigir hacia su gracia y hacernos permanecer allí.  Sin embargo, muchos dejan la gracia y se vuelven a las obras.  Significa que prefieren trabajar por su salvación en vez de recibirla a través de su gracia.  Quienes hacen así son como el hijo prodigo quien dejó la casa de su padre y al final terminó en una porqueriza.  Igual a Elimelec quien dejó la tierra prometida y se fue a los campos de Moab.  Cuando el hijo prodigo dejó la casa de su padre, el creyó que todo le iría bien.  Así también, Elimelec pensó que su vida estaría bien al dejar la tierra de Canaán.  Las vidas de ellos fueron trágica y totalmente arruinadas.  Hoy en día también, muchos están bajo el engaño de pensar que ellos también estarán bien siempre y cuando oren, y se esfuercen por vivir una vida recta.  Por causa de esta equivocación, ellos se alejan de la gracia de Jesucristo.

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