PROMESA

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jueves, 3 de julio de 2014

DE PROFETAS Y PROFECÍAS

Hay mucha ignorancia en el Cuerpo de Cristo acerca de profetas y profecía. Muchos Cristianos tienen la ilusión de que porque profetizan, significa que son  profetas. La verdad es que todos podemos profetizar según 1° Cor. 14:31. Así que vemos que la habilidad de profetizar no es algo exclusivo. Es una función normal de cualquier creyente que utilice su fe. Muchos no entienden cómo esto es posible. Sabemos que no todos somos profetas. Además, sabemos que no todos tenemos el don de profecía. Sin embargo, hay otro nivel de ministración profética de que todos podemos participar para el provecho del Cuerpo de Cristo. En este escrito, deseo traer entendimiento en cuanto a los tres posibles niveles, en los cuales cada uno se puede mover para profetizar. Estos son:
  • El oficio (o “ministerio”) de profeta,
  • El don de profecía, y
  • El espíritu de profecía

  • EL PROFETA

Yo creo que todos estamos de acuerdo en que Cristo Jesús es el gran Profeta, Apóstol, Evangelista,  Pastor y Maestro – los Cinco en Uno. Cristo es la expresión perfecta y completa de los Cinco Ministerios.
 Cada ministerio es un aspecto particular del ministerio de Cristo a Su iglesia.
En los tiempos bíblicos el estilo de manto (ropa exterior), que uno usaba indicaba su vocación y posición. El oficio de un ministerio es como un manto que es dado por Dios a un creyente para que tome esa vocación y posición. En 2° Reyes 2 vemos una ilustración hermosa de esto, cuando literalmente el manto de Elías fue pasado a su sucesor, Elíseo.
En Efesios 4: 10 y 11 vemos que cuando Jesús ascendió al cielo, Él dividió Su manto (Su ministerio) en cinco partes y Él los repartió a algunos en su Iglesia según Su voluntad soberana.
Los Cinco Ministerios, entonces, son una extensión del ministerio de Cristo a Su Iglesia. Estos Cinco Ministerios, incluso el profeta, son dados para gobernar, liderar, dirigir y equipar a la Iglesia. Los Cinco Ministerios tienen autoridad y unción del Señor para representarle en la Iglesia y llevar acabo Su voluntad y propósitos eternos.
Profetas no solamente profetizan, profetas tienen autoridad para ayudar a gobernar y dirigir a la iglesia junto con los demás ministerios. Profetas; también pueden impartir (o “transmitir”) dones, corregir, dirigir, y hasta pronunciar juicio cuando es necesario.
Además profetas, como parte de los Cinco Ministerios, tienen la tarea de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Un profeta verdadero tendrá un deseo para ayudar a levantar y capacitar a otros profetas y a un pueblo profético.
Por tener mayor autoridad el profeta también tiene mayor responsabilidad para asegurar que su vida y carácter tal como su mensaje, refleja la de Cristo Jesús. A causa de esta mayor autoridad, el profeta tiene que pasar por un proceso de preparación más fuerte, antes de que sea comisionado a la plenitud de su oficio. Si uno desea construir un edificio alto, se requiere escavar un fundamento así también de profundo. Muchos que son llamados a ser profetas resisten el proceso de preparación en sus vidas. La falta de preparación resulta en un ministerio abusivo. Aunque si el mensaje es correcto, un espíritu y carácter incorrecto resulta en la ministración de muerte en vez de vida. Conozco de muchos que tenían un llamado verdadero de Dios, pero tenían una obsesión por el púlpito y no querían aprender cómo servir y amar. No querían esperar que Dios abriera las puertas, y se abrieron puertas a fuerza, manipulando y promoviéndose a si mismo. El daño que han causado es horrible. 
  • EL DON DE PROFECÍA

La profecía es cuando Dios usa a un ser humano para declarar o proclamar el corazón, la mente, la voluntad y las palabras de Dios. Ya vimos que el profeta actual hace mucho más que profetizar y por eso tiene mayor autoridad. El que tiene el don de profecía no tiene la autoridad de un profeta. El profeta es una extensión del ministerio de gobierno de Cristo a Su iglesia. El don de profecía es una extensión del ministerio del Espíritu Santo para edificar a la Iglesia.
1° Co. 14:3 nos enseña que el don de profecía es para edificar, exhortar y consolar. Es decir, el que tiene don de profecía no tiene la autoridad para usar la profecía para corregir a otros o para nombrar ministerios. Si la palabra trata de algo más fuerte que edificar, exhortar o consolar, entonces hay que dejarla a un profeta aprobado que tiene la autoridad que comparte esa palabra. Muchos de los abusos que hemos visto en cuanto a profecías, resultaron ser de personas que tenían un don de profecía y trataron de actuar como si fueran profetas. O sea, ellos trataron de usar autoridad que no les había sido dada por Dios y se extraviaron fuera de los límites bíblicos para su nivel de ministración profética.
Algunos piensan equivocadamente que si ellos recibieron cierta revelación, eso les da la autoridad de proclamarla. La verdad es que la revelación no es igual que autoridad. La revelación no es nuestra tarjeta de triunfo sobre autoridad espiritual o autoridad bíblica.
Tenemos que actuar solamente dentro de los límites de nuestro nivel de don espiritual y también dentro de los límites del protocolo, que nuestro liderazgo ha establecido.
A veces recibimos revelación simplemente porque los dones que tenemos están funcionando. Si usted discierne que uno tiene un espíritu de adulterio pero no tiene relación de padre espiritual con él, entonces es mejor callarse y orar en privado por esa persona. Dios enviará a uno que sí tenga una relación de padre espiritual y que lo pueda corregir en amor. Recuerda que un padre verdadero no permitirá que unos de sus hijos corrija y discipline a otro de sus hijos. Corrección debe venir del padre. No importa que la revelación sea correcta. Si insistimos en compartir una palabra que pertenece a un nivel de ministración más alto de lo que tenemos, entonces estamos entrando en rebelión y causaremos división y confusión. Tenemos que usar sabiduría y principios bíblicos y seguir el protocolo establecido en la iglesia. Dios es un Dios de orden y de paz.
La profecía debe de compartir vida, 1° Co. 12:7 nos declara que toda ministración espiritual es para provecho. Si la palabra no comparte vida, si no es edificante, entonces es mejor callarnos. Cristo dijo que Sus palabras son espíritu y son vida. La profecía verdadera siempre tendrá un motivo positivo y redentivo.
  • EL ESPÍRITU DE LA PROFECÍA.

Apocalipsis 19:10 dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. Cuando la presencia y testimonio de Cristo está en un lugar fuertemente, entonces habrá un espíritu de profecía presente. Esto es lo que ocurrió en 1° Samuel 10:5-11 cuando Saúl entró la compañía de profetas que estaban adorando a Dios con alabanza, empezó a profetizar.
Sabemos que Saúl no era profeta. Además, sabemos que Saúl no tenía el don de profecía.
Saúl vivió durante el Antiguo Testamento y no tenía un espíritu regenerado, porque Cristo no había muerto y resucitado. Pero cuando llegó en donde había espíritu de profecía, éste empezó a profetizar. Lo mismo le ocurrió a Saúl de nuevo y también tres tropas de sus soldados en capitulo 19. En Números 11 lo mismo ocurrió con los 70 ancianos.
Cuando hay un ambiente que ha sido preparado con alabanza o que está cargada con la presencia de Dios, entonces puede venir un espíritu de profecía. Cuando eso ocurre, entonces todos podemos profetizar uno por uno según 1° Cor. 14:31. Así vemos que el poder profetizar no significa que somos más especiales que otros hijos de Dios. Sabemos que los dones del Espíritu Santo no se manifiestan por nuestra santidad personal, madurez Cristiana o doctrina correcta. Los dones del Espíritu se manifiestan por gracia, mediante la fe. Todos podemos profetizar. Cuando profetizamos, sólo significa que por fin estamos obedeciendo a Cristo y que estamos avivando nuestros dones (2° Tim. 1:6).
Es peligroso determinar uno sólo cuál es su nivel de ministración profético. Muchos están engañados y piensan que su nivel es más que lo que tienen en verdad.
Es igual en la vida natural... muchos padres de adolescentes se quejan de que sus hijos piensan que saben todo, cuando es obvio que no es así. Muchos adolescentes no siempre pueden captar, ni apreciar la sabiduría que sus padres les están compartiendo. Por eso Dios nos ha dado los Cinco Ministerios, incluso a nuestros pastores para ser nuestros padres espirituales. Esto es para ayudarnos a determinar cuáles dones tenemos y cuál es el nivel de autoridad que poseemos, y cómo vamos en nuestro desarrollo espiritual y ministerial.
Sujétese a sus autoridades y al proceso de Dios. Permita que su pastor o apóstol identifique y reconozca el llamado que Dios le ha dado. Permítale ayudarle en cuanto al tiempo de ser comisionado. La comisión a un ministerio ocurre cuando nuestros pastores y líderes pueden ver el fruto de nuestro ministerio y entonces reconocen públicamente la gracia de Dios en nuestras vidas.
Es necesario entender lo siguiente:

• Dios no está apurado. Dios quiere que terminemos el proceso. No hay atajos.
• Para Dios, la relación que tengamos como Sus hijos, es más importante que nuestro ministerio.
• La provisión de Dios (puertas abiertas y reconocimiento ministerial) viene en la medida en la que hemos sido preparados (educación, madurez, conocimiento bíblico, relación de intimidad con Dios, nuestra habilidad de sujetarnos a nuestro liderazgo, actitud y vida de servicio).
• Podemos crecer en gracia, recibir más dones y desarrollar nuestros dones hasta que Dios nos conceda otro nivel de autoridad más alto.

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