PROMESA

PROMESA

miércoles, 9 de julio de 2014

CAMBIOS EN LA VIDA, ELIMELEC

Dios nos quiere llevar al mundo de su gracia y hacernos permanecer allí.   Pero muchos desertan de la gracia y se vuelven a las obras. Cuando el hijo prodigo dejó la casa de su padre, él creyó que todo le saldría bien. Elimelec también creyó que todo marcharía bien al dejar la tierrra de Canaán.   Trágicamente sus vidas quedaron completamente arruinadas. De igual manera muchos hoy en día están equivocados al pensar que si se esfuerzan por orar y vivir una vida virtuosa todo les saldrá bien.
En Lucas 15, hay una historia de un segundo hijo, un hijo prodigo que dejo la casa de su padre y viajó a una provincia apartada, pero luego regresó.  Mientras vivía en la casa de su padre, vivía una vida muy cómoda y próspera rodeada de siervos que le atendían, pero su vida empezó a desboronarse pronto después de haberse separado de su padre.  Llegó a estar tan mal que hasta ansiaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos.  Estaba muriendo de hambre.  Un día, cuando volvió en sí, decidió regresar a casa de su padre.  Se dijo a sí mismo, “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”  Sin embargo, soprendentemente, apenas regreso a casa de su padre, su vida fue completamente diferente a la que llevaba anteriormente en la que buscaba comer algarrobas ante el hambre.  Nuevamente pudo vestir las mejores ropas y comer de lo mejor teniendo muchos servidores.  Nuevamente podía poseer lo suyo, cual hijo.  La vida de este segundo hijo no dependía en lo sincero, virtuoso o diligente que fuera.  Dependía de si habitaba en o fuera de la casa de su padre.  Mientras permaneciese en la casa de su padre podía vestir ropa fina, comer buena comida y vivir en una hermosa casa, aunque durmiera hasta tarde todos los dias, se comportara mal de vez en cuando, o viviera sin orden.  Sin embargo, al dejar a su padre, no le quedaba más opción más que comer algarrobas en una porqueriza, aunque se hubiera esforzado por vivir una buena vida.  De igual manera, aún en estos días, nuesta vida depende de si estamos en Dios o no.
En el principio, Adán y Eva llevaron una feliz vida dentro del jardín del Edén.  Mas un día, fueron tentados por la serpiente.  Ellos se volvieron contra la voluntad de Dios.  Apenas dejaron a Dios, la muerte, el temor, la culpabilidad, la enfermedad, y el dolor entró en sus vidas.  Dios quiere cambiar nuestros corazones para que nosotros, que le habíamos abandonado, podamos regresar y presentarnos ante El.  Es por eso que nos escribió la parábola del hijo prodigo y muchas otras historias que aparecen en la Biblia.
En Rut capítulo 1, leemos la historia del esposo de Rut, Elimelec, Noemí, Mahlón y Quelión.
“Aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra.  Y un varón de Belén de Judá fue a morar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos.  El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer, Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Juda.  Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí.” (Rut 1:1-2)
Belén de Judá era un lugar en la tierra de Canaán escogido por Dios con un propósito especial.  Como el hombre había caído en pecado, Dios sabía que no eran capaz de librarse del pecado por sus propias obras o esfuerzos, ni tampoco podían regresar ante El por sí mismos.  La humanidad estaba manchada totalmente de pecado.  Justamente, Dios debia maldecir la humanidad y lanzarlos a la eterna destrucción.  Pero Dios cambió de pensamiento y se propuso salvarles por medio de su Hijo, Jesucristo.  Por esa razón, Dios le permitió al hombre continuar sobre esta tierra, y esperó hasta el momento en que viniera Jesucristo.  Dios nunca esperó que el hombre viviera una vida sincera y pura ni que limpiaran sus pecados por sí mismos y le agradaran a El cumpliendo la ley perfectamente.  Aunque pudiéramos trabajar arduamente y pusiéramos todo nuestro esfuerzo, no podríamos satisfacer a Dios.  No sólo eso, sino que tenemos que comprender que no podemos alcanzar la medida de la justicia que Dios requiere, ni detener la maldición que en el futuro tendremos que enfrentar por causa de nuestra obra.  Para hacernos comprender esta verdad enteramente, Dios a través de toda la Biblia escribió que solamente podemos recibir la bendición por medio de la gracia de Jescristo, no por nuestra obra o esfuerzo.  
Dios escogió a Abraham como un conducto por el cual traer la promesa del Cristo a este mundo.  La voluntad de Dios era salvar a toda la humanidad por medio de Jesucristo quien nació como descendiente de Abraham.  ¿En qué lugar fue que Dios quería cumplir su voluntad por salvarnos a través de Jesucristo?  Dios habia planeado cumplir su obra de salvación en la tierra de Canaán, no en tierra de los Caldeos donde Abraham moraba.  Dios se le apareció y le dijo a Abraham, “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1).  Dios quería cumplir su voluntad en la tierra de Canaán.
Esa fue la razón por la que Dios sacó a Jacob de Padan-Aram a Canaán otra vez.  Mientras Jacob se dirigía a Padan-aram para huir de la vista de su hermano Esaú, Dios se le apareció y le hizo una promesa en Bet-él diciendo, “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” (Gn 28:15)
Jacob se encontró y enamoró con Raquel en Padan-aram.  Estando profundamente enamorado con Raquel, se olvidó completamente de la promesa de Dios a tal punto que no insistiría por volver a tierra de Canaán con tal de tener una gran familia.  Pero Dios ya sabía de esto, por eso de antemano había ya hecho un pacto con Jacob.  Tal como Dios lo había prometido, dirigió a Jacob de regreso a la tierra de Canaán.
Algún tiempo después, Dios dirigió a Jacob (Israel) y su familia a descender a Egipto y los volvió a traer a tierra de Canaán nuevamente.  Aun cuando los israelitas fueron capturados en Babilonia, Dios todavía los dirigió para que regresaran a tierra de Canaán.  Como podemos ver, la voluntad de Dios se enfocaba en la tierra Canaán.  De manera especial, Belén fue escogido como el lugar de promesa donde debía nacer el Mesías.
Regresando al libro de Rut; Elimelec, suegro de Rut, había abandonado la tierra de la promesa, Belén, cuando hubo un hambre.  Cuando la dificultad llego, él abandonó la promesa de Dios y descendió a los campos de Moab.  Esto fue así porque ante el pensamiento y juicio de Elimelec, la tierra de Moab parecía más conveniente que la tierra de Belén.  Así comienza el libro de Rut.  Los campos de Moab no tenían relación con la promesa de Dios.  Elimelec no entendía la promesa de Dios.  Por eso dejó Belén sin mayor consideración.

“El nombre de aquel varón era Elimelec, y el de su mujer Noemí; y los nombres de sus hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Llegaron, pues, a los campos de Moab, y se quedaron allí.  Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedo ella con sus dos hijos, los cuales tomaron para sí mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa; y el nombre de la otra, Rut; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Mahlón y Quelión, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.” (Rut 1:2-5)
Apenas dejaron la tierra de Cannán, la maldición empezó a venir a sus vidas.  Elimelec murió, y sus dos hijos murieron uno tras otro luego de haberse casado con mujeres moabitas.  Noemí, la esposa de Elimelec, tuvo que vivir en dolor junto con sus dos nueras, Orfa y Rut.
Durante esos tiempos, Noemí oyó decir que el Señor había visitado a su pueblo para darles alimento.  Así es que ella regresó a Belén en tierra de Cannán con su nuera Rut.  En Belén, ella recibió la bendición de Dios.  Esto resume el libro de Rut.
La razón por la que Elimelec murió y Noemí se fue a la ruina, no fue porque fueran personas insensatas.  La falta de esfuerzo o buenas obras no fue el motivo tampoco.  La única obvia razón es que habían dejado la promesa de Dios.  Al regresar a la tierra de Canaán, Noemí y Rut eran viudas que habían perdido sus maridos, propiedades y todo lo demás, que ahora, con una actitud de corazón, buscaba recibir la gracia de Dios.
“Anduvieron, pues, ellas dos hasta que llegaron a Belén; y aconteció que habiendo entrado en Belen, toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí? Y ella respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.” (Rut 1:19-20)

El significado del nombre Noemí es ‘placentera’.  El nombre Mara significa ‘amargura’.  Cuando Noemí regresó a Belén la gente preguntaba, “¿no es ésta Noemí?”  Es decir, “¿no es esta placentera?”  Noemí respondió en angustia, “No me llaméis Noemi, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.  Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías.  ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido?
Sin embargo, desde el momento en que regresaron a Belén, Dios les restauró todo, y dio de su maravillosa gracia.  Rut se casó con Booz, dio a luz un hijo, Obed, y vivió cómodamente.  Sobre todo, llegó a ser una de las bienaventuradas mujeres que formaron parte de la genealogía de Jesucristo.


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