PROMESA

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lunes, 19 de octubre de 2015

DÍA 8 - ENTRA CON ACCIÓN DE GRACIAS

“Entren por sus puertas con acción de gracias…”  (Salmo 100:4)

Una puerta permite el paso de un lugar a otro. Posibilita el acceso al interior de un sitio. El salmista ilustra esta idea de entrar y no quedarnos “a las puertas” como se suele decir comúnmente, para expresar que se está muy cerca de algo que se desea alcanzar. Es posible permanecer a las puertas de un avivamiento, vislumbrando la magnitud y alcance de este acontecimiento y quizás, hasta gustando por momentos, de destellos de la gloria de Dios. Sin embargo, el propósito de Dios es que entremos a ese lugar de plenitud y constante avivamiento.

Nuevos niveles de fe, de crecimiento, de poder, de milagros y de gloria, existen dentro de la casa del Padre. Por lo tanto, tenemos la oportunidad en estos días de clamar para poder entrar a ese lugar de manifestación de la presencia de Dios.

La gratitud parece ser una de las llaves que abre las puertas a un mayor nivel de gloria. La acción de gracias denota el reconocimiento de la obra de Dios en nuestras vidas y el contentamiento por todo lo que El ha hecho, todo lo que nos ha dado y todo lo que vendrá. Desde el agradecimiento entramos por esas puertas, sabiendo que hay más de Dios para nuestras vidas, ciudad y Nación.

La Biblia nos recuerda las palabras de Jesús: “Yo soy la puerta; los que entren a través de mi serán salvos. Entrarán y saldrán libremente y encontrarán buenos pastos.” (Juan 10:9) ¡Qué bueno saber que Jesús es la puerta! Es él quien nos conduce al interior de la casa del Padre. En él somos salvos y a través de él tenemos acceso a una vida de libertad, plenitud y abundancia. Su propósito es darnos esa calidad de vida y jamás deberíamos conformarnos con menos que eso.

En Hechos 3 se encuentra un relato que ilustra el resultado de no quedarse a las puertas. Es la historia de un hombre cojo de nacimiento, al que cada día traían a la puerta del templo para que pidiese limosna a los que ingresaban al templo. Pedro y Juan eran de los que diariamente entraban al santuario. Ellos sabían el secreto poderoso de aquellos momentos de oración y búsqueda de Dios dentro del templo, en los que eran revestidos de poder y en los que disfrutaban de la comunión con el Padre. Uno de esos días, antes de que Pedro y Juan entraran, el hombre cojo les pidió limosna y para su sorpresa la respuesta fue: “no tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. (vs.6) Al instante sucedió un milagro y aquel hombre fue sano y “saltando, se puso en pié y anduvo; y entró con ellos al templo, andando y saltando y alabando a Dios” (vs.8).

No te quedes a las puertas esperando recibir alguna migaja de los que sí entran al lugar de plenitud. Entrá a ese lugar y experimentá un mayor nivel de poder, de milagros y de gloria.

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