PROMESA

PROMESA

domingo, 18 de octubre de 2015

DÍA 7 - OH DIOS DEL FUEGO LIMPIADOR

“Entonces Elías llamó a la gente: «¡Vengan acá!». Así que todos se juntaron a su alrededor, mientras él reparaba el altar del Señor que estaba derrumbado. Tomó doce piedras, una para representar a cada tribu de Israel y usó las piedras para reconstruir el altar en el nombre del Señor. Luego cavó una zanja alrededor del altar con capacidad suficiente para doce litros de agua. Apiló la leña sobre el altar, cortó el toro en pedazos y puso los pedazos sobre la madera. Luego dijo: «Llenen cuatro jarras grandes con agua y echen el agua sobre la ofrenda y la leña». Una vez que lo hicieron, les dijo: «¡Háganlo de nuevo!». Cuando terminaron, les dijo: «¡Háganlo por tercera vez!». Así que hicieron lo que les dijo, y el agua corría alrededor del altar, tanto que hasta colmó la zanja. A la hora que suele hacerse el sacrificio vespertino, el profeta Elías caminó hacia el altar y oró: «Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, demuestra hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; demuestra que yo he hecho todo esto por orden tuya. ¡Oh Señor, respóndeme! Respóndeme para que este pueblo sepa que tú, oh Señor, eres Dios y que tú los has hecho volver a ti». Al instante, el fuego del Señor cayó desde el cielo y consumió el toro, la leña, las piedras y el polvo. ¡Hasta lamió toda el agua de la zanja! Cuando la gente vio esto, todos cayeron rostro en tierra y exclamaron: «¡El Señor, él es Dios! ¡Sí, el Señor es Dios!».(1 Reyes 18:30-39 NTV)
Los tiempos que nos tocan vivir son tiempos gloriosos para la vida de la Iglesia. Son los días en los que Dios levantará una generación de hombres, mujeres, jóvenes y niños que se moverán en el espíritu y poder de Elías.
Una generación que buscara atraer a Dios porque nada más la puede saciar.
Una generación forjada en el desierto, tan hambrienta de la presencia de Dios y su mover, que romperá con la apatía, el conformismo y el “espíritu de religiosidad”.
Una generación que restaurará los altares para que el fuego del cielo caiga.
Este es un tiempo para levantar altares para Dios y derribar altares a otras cosas.
Es tiempo de restaurar el altar privado (el de nuestra intimidad con Dios), el altar familiar (las familias, buscando el rostro de Dios juntas), el altar como pueblo de la presencia (un vez más la iglesia valorando la presencia de Dios y honrando a la persona gloriosa del Espíritu Santo) y el altar público (altares entre los pueblos de la tierra)
Necesitamos levantar y restaurar altares de adoración y búsqueda de Dios para que su fuego caiga sobre nuestras vidas, nuestras familias, iglesias, ciudades y naciones!.
Necesitamos restaurar el “Altar del Encuentro con Dios”, porque “sin altar no hay fuego”.
El altar precipita el “fuego de Dios”, y el fuego de Dios cuando cae purifica, aviva, trae luz, une, revitaliza nuestro espíritu, trae renovación, etc.
Vos y yo somos los Elías y las Elías de este tiempo; ¡te invitamos a que juntos restauremos el Altar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario