PROMESA

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miércoles, 18 de septiembre de 2013

MANSEDUMBRE

"Sumisión, humildad". Deriva de la palabra griega "tapeinos" que quiere decir "ser o llegar a ser humilde". "rebajarse" o "inclinarse".
Es la virtud cristiana que consiste en el reconocimiento de nuestra bajeza y miseria, en obrar de acuerdo a la suprema voluntad de Dios. Emana del conocimiento que uno adquiere de su debilidad, indignidad y estado pecaminoso, de la necesidad que me tiene de la gracia de Dios para todo lo bueno; y da por resultado el que no se conceptúe uno a sí mismo más favorablemente de lo que debe, sino que por el contrario, da toda la gloria a Dios, y se somete a su santa voluntad. Debemos separar la el ser humilde de la pobreza, muchos creen que es sinónimo, cuando no es así,  la humildad está en el corazón, la pobreza no.
Jesús fue humilde por excelencia y requiere que todos sus seguidores sean humildes. "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" Mateo 11:29.
Mansedumbre no es debilidad, es la dulzura de la fuerza, es la delicadeza de la violencia celestial.
Aquellos que se dejan controlar y gobernar por el Espíritu Santo se vuelven mansos. La mansedumbre es señal de completo quebrantamiento. Todos los que están quebrantados por el Espíritu Santo se caracterizan por la humildad. El es el que nos hace dóciles y maleables con el un de que el Altísimo cumpla su propósito en nuestra vida.
1. El orgullo: enemigo de la mansedumbre
El hombre por naturaleza es obstinado y rebelde. El orgullo es un mal común en el mundo actual. Para que el Señor pueda usarnos plenamente, Él debe tratarnos profundamente. Su Espíritu necesita tocar cada fibra de nuestra personalidad; nuestras emociones, voluntad e intelecto, para que podamos ser como la paloma, mansos y tiernos.
La soberbia u orgullo es la antesala que precedes casi todo otro pecado.
La altivez consiste especialmente en la indebida estimación propia, es el deleitarse en considerarse a sí mismo como superior a los demás.
El orgullo se manifiesta de distintas formas, pero siempre emana del altanero corazón humano. Existen personas que se enorgullecen de su raza, otros de su posición social, otros de sus negocios, otros de su apariencia física. Pero el orgullo más traicionero e insidioso es el orgullo espiritual. Este fue la causa de la caída de Lucifer. El orgullo espiritual comienza cuando empezamos a sentirnos dueños de nosotros mismo, cuando consideramos que nuestra inteligencia y capacidad son suficientes.
El orgullo descansa y confía en sus propios atributos y méritos, antes que en la misericordia de Dios. Lleva a un desprecio hacia los demás y hace que los demás nos desprecien.
El orgullo es engreído, jactancioso, hiriente y arrogante. Dios lo resiste por cuanto se basa en la suficiencia propia, desechando todo consejo o sugerencia.
"Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes" nos dice la Biblia en Santiago 4.8. "Abominación a Jehová es todo altivo de corazón: ciertamente no quedará impune" Proverbios 16.5.
La Palabra de Dios enseña que todo orgullo es pecado. El es la causa que más impide que los pecadores se acerquen a Cristo. Y también es el impedimento que más obstaculiza el crecimiento espiritual.
Muchos cristianos sobresalientes, que prometían tanto para el reino de Dios, han visto frustrada su carrera por creerse demasiado: la soberbia les ha llenado el corazón y han perdido la unción divina. Se han encerrado en su propio yo no queriendo recibir ayuda de hermanos espirituales; despreciando el ministerio, capacidad y sabiduría de otros siervos del Señor.
¿Cómo se puede vencer el orgullo? 
Pues humillándonos delante de la cruz de Cristo, quebrantándonos ante el Omnipotente. Nadie puede escalar peldaños en la vida espiritual si alberga soberbia en su alma. Sólo podemos seguir avanzando en la carrera cristiana si cultivamos el fruto de la humildad.
La humildad es la regla del enaltecimiento en el plano espiritual. "Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" Isaías 57:15. "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo" 1ª Pedro 5:6.
El siervo de Dios verdaderamente humilde jamás buscará mostrarse superior a alguien o menospreciar a los menos capacitados, no se empeña vanamente en sobresalir, ni busca egoístamente las cosas que pueden darle ventaja en detrimento de los demás. Es cortés, tierno, servicial; pensando siempre en el bienestar de sus semejantes.
"Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" Filipenses 2:3-4.
Dios exige humildad de sus seguidores: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti; solamente hacer justicia, amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" Miqueas 6:8.
2. Paladines de la mansedumbre
CRISTO. Una más sobresaliente virtud fue la humildad: "Haya, pues, entre vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios corno cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" Filipenses 2:5-8 Jesús nació humildemente en un establo, se mantuvo en su niñez y juventud en humildad sujeto a sus padres terrenos, vivió humildemente. Ministró a los humildes, y padeció la muerte más humillante: la muerte de cruz. No tenía sitio donde recostar la cabeza. Nació en un lugar prestado, predicó desde un barco prestado y fue sepultado en una tumba prestada.
 La humildad tiene como esencia el hecho de perder la conciencia de sí mismo para servir a los demás.
Jesús dijo: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas" Mateo 11:29.
Cristo se presentó a sí mismo como el sublime ejemplo de la humildad. La mansedumbre está grabada en toda la existencia de Cristo. La observamos en su reacción frente a los demás, la vemos sobre todo cuando tuvo que enfrentar a la persecución, la burla, el desprecio de sus enemigos. De él profetizó Isaías 42:2-3, diciendo: "No gritará ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo que humeare". Su sumisión total al Padre demuestra claramente su humildad. Se humilló a sí mismo, se encarnó, se hizo siervo y aceptó morir en la cruz. Todo esto revela la incomparable mansedumbre de nuestro Salvador.
ABRAHAM. Es uno de los ejemplos más excelentes de mansedumbre. Cuando Dios llamó a salir de Ur de los caldeos, salió, "sin saber a donde iba" sujetándose incondicionalmente a la guía y dirección del Señor. Cuando su sobrino Lot acordó con él para dividirse la tierra pues sus ganados eran muchos, Abraham lo dejó escoger primero sin murmurar ni quejarse. Cuando Dios le pide que sacrifique a Isaac no pone ningún reparo, no discute a pesar de que Isaac es el hijo de la promesa.
MOISES. Era el hombre más manso que existía en su época: "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" Números 12:3. Había sido adoptado por la hija del Faraón, tenía un futuro brillante, pero "hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en el galardón" Hebreos 11:24-26.
Cuando en el peregrinaje a la Tierra Prometida, sus hermanos Aarón y María murmuraron contra él, especialmente en relación a su ministerio profético, Moisés no les despreció ni condenó. El Señor fue quién escuchó la calumnia y actuó inmediatamente para hacer justicia a su siervo. Moisés demuestra en este episodio que no alberga en su corazón ningún resentimiento, inclusive está dispuesto a orar por Maria para que sea curada de la lepra ya que sobre ella había caído el juicio de Dios.
DAVID. Entre sus numerosas características se encuentra la humildad. Aun cuando sabía que iba a ser rey, pues ya se lo habían comunicado, ya había sido ungido, sin embargo pudo soportar a Saúl, su violencia, su desprecio su persecución.
Habiendo tenido varias veces la oportunidad de deshacerse de él, lo respetó siempre como "el ungido de Jehová". Y cuando vinieron a darle la noticia de la muerte de Saúl y sus hijos en el monte Gilboa a mano de los filisteos, no se alegró de la noticia; antes lloró amargamente porque Israel había perdido a hombres valientes y esforzados.
ESTEBAN. En el Nuevo Testamento se destaca con toda nitidez la figura del primer mártir cristiano Esteban. En él vemos la combinación de la entereza y la mansedumbre; la valentía y la humildad. Con todo coraje condenó la resistencia de los líderes del pueblo a la acción del Espíritu Santo, éstos reaccionaron violentamente contra él apedreándolo con saña indescriptible. Sin embargo, mientras moría, puesto de rodillas exclamó: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". Hechos 7:60.
PABLO. Padeció lo indecible en manos de sus compatriotas. Sufrió la incomprensión de las Iglesias que fundó, especialmente la de Corinto. En cada uno de sus viajes misioneros el enemigo trata de obstaculizar encarnecidamente su ministerio. Pero él sigue adelante. Cuando escribe sus epístolas no hay lenguaje negativo ni quejumbroso en él. Siempre conciliador, siempre tierno, siempre humilde.
3. La práctica de la mansedumbre
¿Qué es en sí la mansedumbre? No se trata de una cualidad natural, es un verdadero fruto del Espíritu Santo.
La mansedumbre no es tranquilidad. Hay personas que parecen mansas por naturaleza; pero no son mansas sino serenas, difíciles de alterar o sacar de las casillas.
Tampoco quiere decir debilidad. Para el mundo de hoy, el humilde es aquel que no tiene personalidad, que no se impone, que no tiene Iniciativa. La mansedumbre es compatible con una gran fortaleza. Tanto Moisés, como Esteban y Pablo fueron valientes; personas de autoridad y poder.
La mansedumbre no es cordialidad o simpatía. Existen personas que parecen amables de nacimiento.
Son extrovertidos, amigables, tienen don de gentes; en donde se encuentren siempre están rodeados de un grupo de personas, son agradables y sociales. Estas virtudes encomiables pueden ser meramente humanas o biológicas.
La mansedumbre no es algo solamente externo, que se palpa o se ve. Es, sobre todo, una gracia interna que brota apacible de las profundas fuentes del Espíritu Santo.
Un cristiano humilde es una persona quebrantada. Su relación con otras personas no son señaladas por su dureza, obstinación o imposición, sino por una paciencia, docilidad y ternura, resultante de una comunión íntima con el Consolador, el bendito Espíritu Santo.
¿Cuáles son las evidencias de que realmente somos humildes?

- Ser abiertos, accesibles.
Una persona mansa es dócil al trato con sus semejantes, es fácil de comunicarse y hablar con ella. Cuando se equivoca lo confiesa libremente. Pide perdón con facilidad.
El cristiano humilde está dispuesto a escuchar y a aprender. Mantiene siempre abierta la puerta de su corazón para recibir consejos e instrucciones, permitiendo así que su vida espiritual sea edificada y fortalecida
Una persona mansa no es sabia en su propia opinión, ni trata de apabullar a otros con sus ideas y palabras. Respeta las opiniones ajenas y con tacto y paciencia expone sus pensamientos Nunca está demasiado ocupada como para no tener tiempo de ocuparse de los problemas y necesidades de otro.
La mansedumbre es principalmente tener una idea adecuada de uno mismo, la cual se manifiesta en la acritud y conducta que tenemos hacia los demás.
Los mansos son los "pobres en espíritu", de los que habló el Señor en el Sermón de la Montaña. Nadie puede ser manso si no se ve a sí mismo como un pecador. Cuando uno llega a la posición de que es "pobre de espíritu", pasa a otra fase de la vida cristiana en la cual comprende de que nada vale el orgullo. El manso nunca se gloría de sí mismo, no trata de imponerse. El manso no exige nada para sí, no reclama lodos sus derechos, no pide que se tome en consideración sus privilegios, cargos, posición, nivel social, nombre o bienes materiales. No siempre está velando por si mismo o sus propios intereses. No se preocupa por si mismo ni por lo que los demás digan.
Ser genuinamente humilde significa que uno ya no se protege porque ve que no hay nada que valga la pena proteger. Por eso ya no está a la defensiva, ni siente autocompasión; sino que está abierto para brindarse a los demás; es benigno, gentil, asequible. Nunca mostrará una actitud brusca, ni cultivará un espíritu de venganza o revancha. Siempre colaborará para la armonía y la unidad.
 - Delicada sensibilidad
La mansedumbre es una virtud del corazón, y todo corazón cristiano debe ser blando y sensible. "Jesús lloró". Juan 11.35. es una de las citas más emocionantes de la Escritura. ¡Qué difícil es para algunas personas derramar lágrimas! Muchas veces cuando nuestros pensamientos, voluntad y corazón han sido tocados por el Espíritu Santo, las lágrimas brotan espontáneamente, toda nuestra personalidad es conmovida Porque sentimos muy dentro de nosotros nuestra propia pecaminosidad, o las necesidades o padecimientos ajenos.
Si somos sensibles estaremos listos también para sentir las necesidades de otro, nos daremos cuenta de la situación de aquellos que están pasando por problemas y privaciones, tendremos un delicado tacto pata tocar el corazón de otros con el fin de ayudarles, consolar les y alentarles.
- Capacidad para la vida corporativa
"Someteos unos a otros en el temor de Dios". Efesios 5:21.
Cada creyente es un miembro del cuerpo de Cristo Y sólo los que han sido quebrantados por el Espíritu Santo saben en realidad qué es la iglesia, el cuerpo de Cristo sobre la tierra. Para participar correctamente de la comunidad de la iglesia es necesario estar capacitado por el poder de Dios. La vida colectiva de la iglesia es una vida de quebrantamiento en donde existen derechos y limitaciones Cada miembro tiene una función específica y debe respetar las funciones de los demás miembros. Debe cumplir su tarea con humildad y a la vez con humildad debe aceptar el ministerio, dones y capacidades de los demás integrantes.
Si a un miembro del cuerpo de Cristo le hace falta este sentimiento de comunidad y pertenencia es corno si fuera un miembro artificial, sin vida, él puede estar presente en el cuerpo pero está inanimado; ocupando solo un lugar pero sin funcionar en la realidad.
Y si esta inanimado no puede recibir vida o influencia de los demás. No recibe vida ni corrección por, lo tanto se encuentra aislado y solitario.
Para tener el sentido de armonía y coherencia con la iglesia es preciso estar quebrantado, tener conciencia de su unidad, de su espíritu y de su sentir. El creyente quebrantado está abierto a la acción, la influencia y la comunicación de los demás integrantes de la iglesia.
Para que en la iglesia haya unidad es necesaria la mansedumbre, al sentido de dependencia y sometimiento de los unos a los otros. Cada miembro de nuestro cuerpo físico desempeña una tarea específica. pero todos contribuyen y son necesarios para la función vital; para que el organismo en su totalidad pueda funcionar correctamente.
El cuerpo de Cristo vive de la misma forma, todos los miembros poseen un sentimiento común y ese sentimiento es el medio por el cual Cristo expresa su voluntad y pensamientos. Jesús es la cabeza del cuerpo, a la vez es quien le imparte vida y dirección.
La mansedumbre produce en nosotros esa conciencia de la interdependencia, la armonía y la unidad. La iglesia es una sociedad, una colectividad unida por tos vínculos del amor. Y ese amor, ese quebrantamiento sólo puede operar por la presencia del Espíritu Santo.
 - Facilidad para acepta edificación.
El hombre sabio en su propia opinión no recibe ni consejos, ni sugerencias. Su espíritu altivo lo lleva siempre a querer avasallar e imponer sus ideas.
En cambio el manso y quebrantado está dispuesto nos sólo a enmendar sus errores, sino que es abierto para recibir edificación de los demás cristianos. El que está quebrantado puede ser ayudado, alentado, corregido e instruido; tiene un corazón receptivo, quiere ser edificado para que él también sea de edificación. Cuanto más quebrantados estemos mayor será la oportunidad de recibir instrucción y aliento de otros ministerios dentro del cuerpo de Cristo.
Cuando estamos en la atmósfera del Espíritu podemos ser alimentados y fortalecidos por su acción, no importa por qué miembro del cuerpo se exprese. Lo importante es estar en la corriente del Espíritu, con la mente y el alma expectante para escuchar su voz.
 - Rendición incondicional a Dios
El creyente genuinamente humilde reconoce el completo señorío de Cristo. Todos sus deseos, sus motivos, sus derechos, su futuro, los deja en las manos del Señor.

Su meta, sus más caros anhelos, están en cumplir la voluntad de Dios, en todo momento, en toda circunstancia; inclusive en medio de las persecuciones, incomprensiones y sufrimientos.

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