PROMESA

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jueves, 26 de septiembre de 2013

EL ALTAR DE BRONCE


 El Altar de Bronce 

(Éxodo 27:1-8)


Es el primer objeto que se encontraba al entrar al atrio. Sus dimensiones eran: 5x5x3 codos, de manera que era cuadrada, símbolo que recuerda el alcance universal del Sacrificio de la Cruz (4 vientos, 4 puntos cardinales, etc.). El altar es una figura de Cristo (madera de acacia, o de Sittim), pero de Cristo como objeto de juicio de Dios sobre el pecado (bronce) (ver Números 16:36-40).
La finalidad esencial del altar era la de ser el lugar donde se ofrecía los sacrificios y se vertía la sangre, la única que hacía expiación sobre el altar por las almas (Levítico 17:11; ver también Hebreos 9:22) 
Sin derramamiento de sangre no se hace remisión. El altar nos habla de Cristo; los sacrificios nos hablan de Cristo, el sacerdote nos habla de Cristo. El conjunto de lo que sucedía en el altar nos presenta la cruz. Dos verdades fundamentales se desprenden del altar de bronce y de los sacrificios que eran ofrecidos en él.
  1. La necesidad de la sangre para quitar el pecado. Esta verdad es puesta en evidencia desde Génesis hasta Apocalipsis: "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6:23); la sangre derramada nos habla de la muerte del culpable o de una víctima ofrecida en su lugar. No hay otro medio para quitar el pecado de delante de Dios;
  2. La doctrina esencial de la sustitución: según el pensamiento de Dios, una víctima sin defecto puede ser ofrecida en lugar del culpable, tal el carnero ofrecido en lugar de Isaac (Génesis 22), o el cordero de la Pascua que murió en lugar del primogénito (Exodo 12). "Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos" (1 Pedro 3:18); "al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado"        (2° Corintios 5:21).
La rejilla de bronce del altar, la que soportaba el fuego del juicio, nos recuerda también a Cristo, quien pasó a través del fuego del juicio de Dios. Al ser así sondeado en todo su ser, no manifestó más que sus propias perfecciones.
Los sacrificios eran ofrecidos sobre el altar: holocaustoofrendas vegetales, sacrificios de peces, sacrificios por el pecado o por la culpa (Levítico 1 al 7).
Detengámonos un momento en el sacrifico por el pecado, tal como es presentado en Levítico 4:27-35. He aquí un ejemplo de un israelita que, habiendo desobedecido uno de los mandamientos de Jehová, "se hiciere culpable" , y que luego consiente de su pecado. Es el Espíritu Santo el que convence de pecado por medio de la Palabra. Durante mucho tiempo un hombre puede permanecer indiferente a los pecados que cometió, así como también a su estado de pecado delante de Dios, pero llega un momento en que, en su gracia, Dios interviene por medio de su Espíritu para producir en él ese sentimiento de culpabilidad. ¿Qué debe hacer entonces? El israelita debía: "traer su ofrenda" una cabra o un cordero sin defecto (v. 28,32). No bastaba saber como debía proceder para que el pecado fuese perdonado, sino que era preciso traer efectivamente una ofrenda: Ir a buscar en su rebaño un animal sin defecto y atravesar todo el campamento para conducirlo hasta la puerta del atrio para llevarlo al altar. Llegado ahí, el israelita debía poner su mano sobre la cabeza del sacrificio, colocando así sobre esta víctima inocente y sin defecto, el pecado del cual se había reconocido culpable. Luego, él mismo debía degollar la víctima. Es preciso que un o personalmente a la cruz, que reconozca su pecado, que acepte que este haya sido llevado por la Víctima santa, "sin mancha y sin contaminación" (1° Pedro 1:19), castigada por el juicio de dios en lugar del pecador.
El Sacerdote tomaba la sangre de la víctima, la ponía sobre los cuernos del altar y vertía el resto al pie del altar; luego quemaba la grasa y hacía propiciación por el culpable. Este sacerdote nos habla de Cristo, quien lo hizo todo por la purificación del pecador. La Palabra declara entonces formalmente en dos ocasiones: "y será perdonado" (v.31 y 35). El israelita podía volver a su tienda con la seguridad de haber sido perdonado, no porque sintiera algo en sí mismo, sino porque estaba escrito en la Palabra inspirada: "Y será perdonado". Igualmente hoy, la obra de Cristo nos da la seguridad de la Salvación, pero es la Palabra de Dios la que nos da la certidumbre de ello: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Juan 3:36; ver también Hebreos 10:10-14). Si alguien no esta seguro de su salvación, tome su Biblia y bajo la mirada de Dios acepte lo que esta escrito y créalo.
Para los holocaustos (Levítico 1) el israelita que se acercaba al altar debía también "poner su mano sobre la cabeza del holocausto" (v.4.). En este caso no se trataba de ser perdonado; aquel que traía la ofrenda ya estaba perdonado, pues precedentemente había tenido que traer un sacrificio por el pecado. Ofrecía este holocausto como prueba de agradecimiento y de adoración. De alguna manera los méritos de aquella. Dios "nos hizo aceptos en el Amado" (Efesios 1:6). Dios ve a los suyos en Cristo; a causa del holocausto que sube "a Dios en olor fragante" (5:2).



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