Hoy estoy caminando sobre las aguas, pero no sobre esas aguas de la historia Bíblica que todos conocemos, donde Jesús las dominaba sin hundirse y Pedro intentaba aprender, con su impulsividad, con su confianza perdida o por momentos con su poca fe, siendo discípulo, siendo hombre, siendo como yo.
Y sí, hoy me identifico un poco con ese personaje mientras camino por la vida en las aguas que un día fueron frescas y cristalinas de nuestra relación, esas aguas que hoy parecen estancadas, sucias, malolientes, esas aguas que por cuidarnos tanto de caer en sus profundidades terminamos secos, secos del corazón, secos de nosotros mismos.
Caímos aquí, caímos así, porque así es, uno suele caer cuando camina, porque ese es el precio de caminar, caer de vez en cuando aunque unos caen más que otros, yo por ejemplo, caigo en la habitual tristeza de volver a perder lo que creí haber encontrado, caigo en ese ejercicio ya repetitivo de tener que olvidar, “de olvidarte” para ser más específico, más directo, más sincero.
En medio de la desolación de las preguntas, las de siempre, las habituales, esas que nos hace la soledad cuando se pone a hurgar en nuestra vida y los cuestionamientos del por qué abandonamos todo por nada, por impulsos, por negaciones como Pedro o simplemente por tontería propia, por ese falso orgullo que siempre camina detrás de nosotros y que no podemos negar.
Ahora, para intentar volver a caminar por lo seco y firme de la vida, necesitamos dar el primer paso: olvidar.
Hay quien dice que la separación es el primer paso para olvidar, yo pienso lo contrario, tal vez esa sea la peor idea para lograrlo, creo que la separación es sólo un caso de abstinencia, de ayuno de de la relación, de flagelarnos por la persona que que queremos que no esté y sin embargo sigue ahí, una lucha interna que empieza entre lo que debemos hacer y lo que nos baja la guardia, lo que nos debilita, hace caer de nuevo.
Olvidar es un acto que se hace con toda dignidad para auto-humillarse, para realizar con éxito aquello de “no recordar más”, y si eso sucede, si lo logramos, entonces estaremos con la dignidad recuperada, como cuando en tu tarjeta de crédito te ponen un cargo de más por algo que hubieras querido tener pero no tuviste, sin embargo el dinero se fue, el tiempo, pero un día después de semanas o meses, se vuelve a ingresar a tu cuenta, recuperas el poder de adquirir.
Entonces recuperamos la dignidad, siendo “otro yo” y probablemente “otra tú”. Es una especie de Romanos doce en dónde nos auto presentamos inmolando el “ego”, el “yo”, el orgullo, para ser hecho cenizas con el dolor del fuego que alguna vez hubo y que ahora solamente cenizas, pero de esas cenizas se levanta milagrosamente y sólo por la perfecta voluntad de Dios, otra persona, con una nueva visión, con un nuevo comenzar, con un nuevo caminar, con las manos libres para volver a ser tomadas y de tomar a otro, desencadenadas, y empezando a dar el primer paso nuevamente, como nueva criatura.
Sentir que tenemos un pie en lo que fueron esas cenizas y la oportunidad de refrescarnos caminando en esa agua que brota para vida eterna, pausando la vida en el momento exacto en el que decidimos si quedarnos con el paso a medio caminar, o seguimos de frente, puestos los ojos en la mirada del Señor que nos dice:
“Yo estoy aquí, camina, y si en tus pasos vuelves a caer, mi mano te sostendrá y levantará, no son los otros que sólo te ven y que te señalan criticando esperando tu próxima caída, no son ellos los que te dicen que vuelvas a intentarlo, ellos disfrutan verte en el suelo, mojado de lágrimas, pero yo te daré fuerza en cada uno de tus pasos, olvidando el ayer, mirando al futuro nuevo que es hoy”
En ese momento es cuando entiendo que no necesito olvidar las veces y formas que caí, los raspones y las burlas, los señalamientos y las desconfianzas, porque son parte de crecer.
Seguro que en algún momento quité la mirada de Él, pero al levantar mi cara lo vuelvo a encontrar en el mismo lugar, no cambia, con su mano extendida, con su palabra diciéndome que aprenda a caminar sobre las aguas que nuevamente son limpias, frescas y transparentes y que así, sin preocuparme de andar en soledad, en el camino y a su tiempo probablemente habrá alguien más que se quiera dar un chapuzón eterno conmigo y caminar juntos bajo su mirada en las aguas firmes de su palabra.
paco palafox
Oct.2 2015
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