“Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.” (Romanos 8:14 NTV)
No podemos tener una vida cristiana normal sin comunión con el Espíritu. La palabra de Dios dice en este pasaje que todo el que es hijo de Dios es guiado por el Espíritu de Dios.
Necesitamos la guía del Espíritu Santo por una simple razón, si no es el Espíritu el que nos guía, ¿quien nos guía?
Jesús es nuestro modelo de cómo debemos vivir. Cuando vemos su vida, debemos sentirnos desafiados a vivir una vida de Poder y Milagros. Una vida de amor profundamente revolucionaria. No una revolución como el mundo la piensa, sino una revolución como Dios la sueña. Lo que Dios ha venido planeando desde siempre fue una revolución del cielo en la tierra, y para eso el pensó una estrategia, ¡Llenar la tierra de hijos!
Hijos e hijas de Dios llenos del Espíritu de Dios, que se mueven en el poder del Espíritu y que liberan la vida del Reino de los cielos a su paso.
¡Jesús vivió así! A los lugares donde Él iba la Presencia se desataba y las señales del reino de manifestaban. Él es nuestro modelo, y como tal nos enseño que no podemos vivir una vida cristiana trascendente sin comunión con el Espíritu.
La palabra dice que Jesús no sólo fue lleno del Espíritu, sino que también fue ungido por el Espíritu para hacer todo lo que hizo. Si Jesús necesitó ser lleno y ungido por el Espíritu entonces nosotros también lo necesitamos. Necesitamos a la Persona gloriosa del Espíritu obrando en nosotros y a través de nosotros.
La persona del Espíritu Santo debe volver a ser relevante para nosotros. Él no es el “escalofrío de Dios”, o la caída, o los dones, todo eso es maravilloso porque proviene de Él, ¡pero no es El!. Sus manifestaciones no son Él. ¡Él es una persona de la Trinidad a la que hay que conocer al igual que al Padre y a Jesús!.
La comunión con el Espíritu es esencial para este nuevo tiempo.
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