“No les ocultaremos estas verdades a nuestros hijos; a la próxima generación le contaremos de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus imponentes maravillas.”(Salmos 78:4 NTV)
En este versículo vemos la importancia de compartir con nuestros hijos experiencias propias con Dios, ya que son aportes que seguro ayudarán a despertar una búsqueda en ellos. Hacerlos parte de nuestros sueños y logros en Dios, afirman sus bases, les dan seguridad y los proyectan a soñar cosas más grandes de las que nosotros soñamos concretar “…Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.¨ (Salmo 127:4)
Que Dios nos dé la gracia de lanzar a nuestros hijos y que el techo al que nosotros podamos llegar sea su piso.
Nuestra misión como padres es incentivar a nuestros hijos a que conozcan de Dios y aprendan a depender totalmente de Él; para lograr esto debemos ser su ejemplo.
Buscar a Dios, tener una comunión plena y permanente con él, no sólo es una tarea que debemos realizar individualmente, sino que también tenemos que motivar, inculcar, transmitir y enseñar en nuestro hogar. Cuidar el ambiente espiritual, la armonía y el bienestar en nuestra familia debe ser la tarea más importante de cada día.
Debemos ocuparnos de mantener el fuego del altar familiar encendido: somos encargados de avivar ese fuego porque esto desata bendición a las siguientes generaciones. Así lo podemos ver en la herencia de fe que recibió Timoteo, cuando el apóstol Pablo hablaba acerca de la fe no fingida que habitó primeramente en su abuela y luego en su madre.
Levantemos nuevas generaciones con corazones llenos de pasión por la Presencia de Dios.
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