“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen… Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?… les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.”(Hechos 2:11 RVR60)
Hay un poder escondido en la unidad. Es por eso que en estos 21 Días aparece una y otra vez este tema como un llamado de Dios hacia sus hijos.
Es en la unidad en donde Dios encuentra el lugar ideal para derramar su Espíritu. Jesucristo les dijo a sus discípulos que esperaran, porque debía venir sobre ellos el Espíritu Santo y que así recibirían poder para ser testigos. ¡Sólo debían tener paciencia! Esperar y estar juntos.
¿Qué estaban haciendo en el momento exacto en el que descendió el Espíritu? El relato nos enseña que lo importante no es lo que hacían, sino cómo estaban entre ellos: unánimes, juntos. La unidad es el recipiente que contiene el Avivamiento. Si queremos ver más de Dios debemos caminar la senda de la unidad.
El primer ejemplo bíblico de unidad en un pueblo lo podemos ver en Babel (Génesis 11:1-9) aunque en un sentido negativo, en donde vemos todo el potencial que desata la unidad y a la vez cómo Dios pesa las motivaciones de nuestras obras. No se trata sólo de unirnos para alcanzar una meta: se trata de ser uno para hacer la voluntad de Dios.
Es significativo que en Pentecostés vuelve a aparecer el tema de los idiomas. En Babel comenzaron a hablar en otras lenguas por la intervención de Dios y luego nadie se entendía con el otro. En cambio en Pentecostés hablaron en otras lenguas según Dios les daba a cada uno, de manera que todos se entendían. Hablaban libremente las maravillas de Dios y todos comprendían. ¡Oremos para que venga un renovado derramamiento del Espíritu Santo en medio nuestro y que toda la nación crea! Que todos comprendan el mensaje: niños, jóvenes, adultos y ancianos. De todas las provincias y de distintas naciones. ¡Todos juntos proclamando las maravillas de Dios!
La clave está en disponernos a ser uno para hacer lo que Jesús nos mandó a hacer. Tomá la decisión de contribuir activamente con la unidad del pueblo de Dios, porque es en esa unidad que Él derramará bendición y vida eterna.
” ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía! Es como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba, por la barba de Aarón, hasta el borde de sus vestiduras. Es como el rocío de Hermón que va descendiendo sobre los montes de Sión. Donde se da esta armonía, el Señor concede bendición y vida eterna.” (Salmos 133:1-3 NVI)
No hay comentarios:
Publicar un comentario