“Oh Señor mi Dios, has realizado muchas maravillas a nuestro favor. Son tantos tus planes para nosotros que resulta imposible enumerarlos. No hay nadie como tú. Si tratara de mencionar todas tus obras maravillosas, no terminaría jamás.” (Salmo 40.5)“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Pedro 4.10)
La creatividad de Dios es evidente en todo: en su creación, en los milagros y en las diferentes maneras en que su gracia se manifiesta en nuestra vida. Reconocer esto es adorarlo, tal como lo hace el salmista. Y también honramos a Dios al aceptar que ha puesto esa capacidad creativa en nosotros. Es la creatividad una de las herramientas con las que podemos concretar el potencial y los sueños que Dios nos ha dado. Es un proceso y no sólo un resultado. Implica constancia, pasión, esfuerzo, riesgo e innovación.
Es común asociar el pensamiento creativo exclusivamente a ciertos ámbitos, como el artístico o el diseño de productos novedosos. Pero mucho más importante que eso, también es un proceso por el cuál podemos resolver situaciones de diferentes áreas, tal como proyectos personales, conflictos familiares, etc.
En muchos casos una solución creativa resulta de estar dispuestos a ver una situación desde un nuevo punto de vista. Pero a veces, sin darnos cuenta, no nos permitimos encontrar nuevas perspectivas. Esto puede ser por limitaciones relacionadas con nuestras experiencias y emociones. Si hemos sufrido la desaprobación, dolor o vergüenza como resultado de expresar nuestras ideas, corremos el riesgo de negarnos a transitar nuevos caminos. Es importante sanar nuestras emociones, de manera que no nos impidan animarnos a correr el riesgo de ser innovadores.
Dios, por su admirable capacidad creativa, ha puesto en cada uno de nosotros un potencial, un propósito particular y único. Por nuestra parte, debemos ser creativos al buscar la manera de alcanzarlo, de hacerlo concreto
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