“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”1º Juan 1:9
Cuantas veces, después de hacer algo incorrecto, de rebelarnos contra Dios, de enojarnos por creer que se ha equivocado en algo que ha acontecido en nuestra vida o en la vida de nuestra familia, andamos molestos, enojados, agobiados, sintiendo culpa pero culpando a los demás, permitiendo que nuestra mente se llene de enojo y de pensamientos negativos.
Vayamos ante Él cada noche, repasemos lo acontecido en el día, pidamos perdón por las veces que nos equivocamos, las veces que contestamos mal, las veces que juzgamos las decisiones de Dios y seremos libres de todo peso de culpa. No habrá nada que nos impida crecer en nuestra relación con el Señor, no habrá nada que estorbe el obrar de Dios en nuestras vidas.
Que este repasar lo vivido, arrepentirnos y pedir el perdón del Señor diariamente, se convierta en nuestro estilo de vida y seremos canales totalmente limpios para que el Señor obre a través nuestro y se produzcan sanidades, milagros y prodigios a diario.
“Purificame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve”.
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