PROMESA

PROMESA

viernes, 1 de abril de 2016

MI IDENTIDAD EN DIOS - EL MATRIMONIO

Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4)
La Palabra de Dios ordena “Honroso sea en todos el matrimonio”. Deshonrar es faltar al respeto y honrar es respetar. 
¿De qué modo podemos respetar el matrimonio?
1. Considerándolo siempre como algo muy importante en nuestra vida, como una relación dada por Dios;
2. No renegando de él cuando tengamos problemas con el cónyuge sino buscando soluciones, pidiéndole al Espíritu Santo que nos ayude;
3. Teniendo siempre palabras de elogio para esa relación y evitando bromas de mal gusto con respecto a él y el cónyuge;
4. Fomentando el respeto al matrimonio en los niños, los jóvenes y otras personas casadas.

Cuando el texto habla de la vida sexual se refiere a ella como “el lecho” porque allí es donde tradicionalmente se tiene intimidad. La Palabra de Dios manda que el lecho sea “sin mancilla”. Mancilla significa mancha, deshonra. Nada debe manchar esa vida de relación tan íntima en que el uno se da al otro y descubre su desnudez. Tener relaciones sexuales con otras personas es una deshonra para el cónyuge, para el matrimonio y para la persona que lo hace, es mancillar algo sagrado, algo instituido por Dios.
Matrimonio se llama a la unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. La Biblia se refiere a esta palabra como una mezcla de dos elementos. Por ejemplo cuando dice: “Porque si os apartareis, y os uniereis a lo que resta de estas naciones que han quedado con vosotros, y si concertareis con ellas matrimonios, mezclándoos con ellas, y ellas con vosotros” (Josué 23:12) En el matrimonio se mezclan: a) dos sexos, b) dos personalidades distintas, c) dos pensamientos, d) dos formaciones de hogar, e) dos proyectos de vida, etc. Es conveniente que esta mezcla permanezca así para toda la vida; el apóstol Pablo defiende la indisolubilidad del matrimonio cuando enseña: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido” (1º Corintios 7:10) Esta mezcla del hombre y la mujer en el matrimonio es una unión de dos seres en uno. El matrimonio fue creado por Dios y consiste en la unión de un hombre y una mujer en “una sola carne”, con el propósito de amarse, procrear, formar una familia y adorar a Dios.
Falsos conceptos del matrimonio.
¿Es el matrimonio un sacramento?
 El matrimonio fue creado por Dios pero no es un sacramento comparable a la Cena o al Bautismo. Es necesario aclarar que el matrimonio no es un sacramento y con esto no lo hacemos menos importante. Para comprenderlo mejor hay que aclarar el concepto de “sacramento”. El concepto católico de Sacramento dice que “es un signo sensible instituido por Cristo, que comunica la gracia.” En cambio para los protestantes o evangélicos, los sacramentos son actos sagrados que fueron instituidos por Cristo: el Bautismo y la Cena del Señor. Incluso algunos protestantes no usan la designación sacramento sino “ordenanzas”. Nosotros pensamos que Jesucristo no instituyó el matrimonio sino que sólo citó y confirmó las Sagradas Escrituras en ese aspecto.

En el concepto de sacramento es un signo externo por el que Dios expresa su buena voluntad a la vista de los hombres y sus debilidades. Mediante el sacramento Dios ofrece seguridad o confirmación a la fe que puede vacilar en cualquier momento. Es también un testimonio de la gracia de Dios, declarado mediante una señal externa. Jamás hay sacramento sin que le preceda la Palabra de Dios; está ajustado a ella como un apéndice ordenado para afirmarla, para confirmarla y certificarla para nosotros.

Concepto de gracia.
El concepto católico de “gracia” es que ésta es “la vida de Dios en el hombre”. En cambio el pensamiento evangélico de gracia es el de “favor inmerecido de Dios”. Para los cristianos reformados o evangélicos, la gracia “el favor inmerecido de Dios” se recibió por medio del sacrificio de Jesucristo: “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” ( Juan 1:17)

Por lo tanto si pensamos que un sacramento, como la Cena o el Bautismo, trae gracia por sí mismo, como si el pan, el vino o el agua nos trajeran la “vida de Dios”, estamos pensando como católicos. Pero si pienso que un sacramento es el cumplimiento de un acto sagrado ordenado por Cristo y que en él recibo la confirmación y la seguridad de Su Palabra en mi, estoy pensando como protestante. Tanto la Cena como el Bautismo nos hablan del sacrificio de Jesucristo en la cruz.

Los destructores del matrimonio.
Volviendo al texto “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”, precisamos que fornicar es tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Si un joven soltero tiene relaciones con una mujer, sea ésta casada o soltera, está pecando de fornicación. Si una persona casada se acuesta con otra soltera o casada, también peca de fornicación. Pero en este último caso se habla más bien de “adulterio”. El diccionario lo define como “ayuntamiento carnal voluntario entre persona casada y otra de distinto sexo que no sea su cónyuge.”

La Biblia es tajante sobre este asunto: el adulterio no es agradable a Dios. Aparece por primera vez en el Decálogo: “No cometerás adulterio.” (Éxodo 20:14) Es tan desagradable a la santidad del Señor que el Antiguo Testamento ordena: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos” (Levítico 20:10) Los judíos entendían esto literalmente y lo castigaban lapidando a los adúlteros. Nosotros hoy entendemos que el adulterio en sí mismo trae muerte al alma porque denigra a la persona, ensucia su imagen, ofende a Dios, le aleja de Él y acarrea culpabilidad. El Libro de los Proverbios enseña: “Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace.” (Proverbios 6:32)

En el Nuevo Pacto, Jesús nos recuerda “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.” ( Mateo 5:27) Y agrega al mandamiento: “Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” ( Mateo 5:32) El Maestro enseña que aquella persona que no responde a la necesidad sexual de su cónyuge, o sea que se niega a tener relaciones sexuales, repudiándole, está conduciendo al otro a que adultere. Llega a tal punto la severidad del mandamiento que agrega “y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.” Esto significa que, desde el punto de vista de Dios, esa persona sigue estando casada o casado con el primero; por lo tanto su nueva relación, para Dios será un adulterio. ¿Puede alguien alcanzar tal nivel de moralidad? Evidentemente es muy difícil. ¡Por eso es necesaria la sangre de Jesucristo!

El origen de los destructores del matrimonio.
Está en el interior del hombre: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los Adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” ( Mateo 15:19) Es una obra de la carne, es decir de la naturaleza caída y pecadora del ser humano: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia” (Gálatas 5:19) Es una transgresión de la Ley de Dios: “Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley.” (Santiago 2:11)

El juicio de los destructores del matrimonio.
“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4) Dejemos que sea Dios quien juzgue a los fornicarios y adúlteros, no juzguemos nosotros porque no tenemos derecho. Ni Jesús lo hizo; frente a la mujer adúltera, le dijo “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (Juan 8:11) Él no la juzgo ni condenó, sólo le aconsejó con el mandamiento. No somos los cristianos los encargados de juzgar, condenar y castigar a la gente cuando peca, sino que tan sólo de reconvenirles y aconsejarles.

El fin de los destructores del matrimonio.
Son pecados sexuales o lujuria: la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, el lesbianismo, el travestismo, el bestialismo, la pornografía y toda aberración sexual. Los cristianos no podemos practicar tales cosas. La lujuria es el uso desordenado de la sexualidad.

Dios no aprueba la fornicación ni el adulterio y que un día dejará fuera de Su Reino a todos aquellos cristianos que siguen practicándolo: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.  Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.” (Apocalipsis 22:14-15)
.

No hay comentarios:

Publicar un comentario