PROMESA

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miércoles, 2 de septiembre de 2015

DOS CARAS


Muchas veces usamos la expresión "tener dos caras" en referencia a quien aparenta ser una cosa y es otra, es  una frase que no se espera oír en medio de la Iglesia, pero lamentablemente es así, aunque  no debemos olvidar que aun Dios está procesándonos a todos incluyendo a los mas "espirituales". Mas allá de esto , sabemos que el Señor odia la hipocresía. 
Jesús lo dejó  muy claro en su Sermón del Monte. Dijo a la multitud, “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos. De esa manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres ” (Mateo 6:1-2).
Y continuó, “Cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres . Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para mostrar a los hombres que ayunan” (versículos 5-16).



Los fariseos eran expertos en el arte de simular religiosidad genuina. Ayunaban, oraban y ofrendaban para “ser vistos por los hombres.”

Como vimos Dios odia la hipocresía y es cierto. Pero gracias a que es Amor  Él ama a los hipócritas, ¡o estaríamos todos en problemas! 
Un hombre  dijo  “No te alejes de la iglesia porque haya tantas hipócritas. Siempre hay lugar para uno más.”
El actor Robert Redford caminaba un día por el vestíbulo de un hotel y una admiradora lo siguió hasta el ascensor. “¿Es usted el verdadero Robert Redford?”, preguntó ella con gran excitación. Mientras la puerta del elevador se cerraba, él respondió, “¡Sólo cuando estoy a solas!”

Si fuéramos verdaderamente honestos, admitiríamos que en ocasiones fabricamos sentimientos y actitudes que son menos que genuinos -una imagen que damos a los demás siendo nuestro propio “relacionista público.” Podemos ver esto desde el mismo principio de la historia del mundo; la hipocresía ha sido usada por el hombre como una forma cobarde de encubrir el pecado.

La Biblia establece: “Vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales” (Génesis 3:6-7).

Debemos entender que antes del pecado, Adán y Eva no corrían por el jardín del Edén desnudos, si hubiese sido así, no seria extraño de pronto el verse sin ropas, a menos que estuvieran con los ojos cerrados todo el tiempo, saquemos la imagen que nos han vendido por tantos años.
En el jardín del Edén, el hombre tenía el privilegio de poder hablar con Dios cara a cara, por esto estaba cubierto con un aura de luz, la misma luz que resplandecía en el rostro de Moisés después de estar en su presencia  (Éxodo 34:29-35). Pero después del pecado de Adán y Eva, esa luz desapareció y no pudieron ocultar ese hecho.

Note que la primera reacción de ellos ante el pecado fue ocultarse y procurar esconderlo. Cuando perdieron sus vestidos de luz como resultado de la desobediencia, Adán y Eva usaron hojas de higuera para cubrir su vergüenza. Antes del pecado nunca habían visto nada morir, así que cuando arrancaron las hojas de la higuera, esperaban resultados más duraderos, haga el experimento y corte un par de hojas si no es higuera de lo que tenga cerca, coloquélo en una superficie, es sorprendente ver cuán rápido se debilitan y arrugan. Además, su olor fuerte es ofensivo.
 ¡Qué triste que nuestros primeros padres cambiaran sus mantos de luz por hojas mustias y malolientes que pronto se marchitaron y murieron!

Cuando Dios le habló a Adán y Eva, les explicó que para cubrir su pecado, algo más que las hojas de higuera tendría que morir. Fue aquí que Dios estableció el sistema de sacrificio. “Y Dios el Señor hizo al hombre y a su esposa túnicas de pieles y los vistió” (Génesis 3:21). Adán y Eva se hicieron pequeños taparrabos con hojas de la higuera , pero Dios les dio vestiduras de pieles, simbolizando así que Jesús debería morir para cubrir el pecado y desnudez de los perdidos.

Una de dos cosas ocurre cuando pecamos, o comenzamos a buscar hojas de higuera para encubrir nuestra debilidad o miramos a Jesús para cubrirnos con su manto de justicia.
En la Escritura, las hojas de higuera son símbolos de la religión hecha por el hombre y la falsa justicia. El árbol del higo simboliza al pueblo de Dios.

Lea cuidadosamente el siguiente pasaje “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Y fue a buscar fruto de ella y no lo halló. Y dijo al viñador: Hace tres años que vengo a buscar fruto de esta higuera y no lo hallo. Córtala, ¿para qué ocupará inútilmente la tierra? Entonces el viñador respondió: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor y la abone. Y si diera fruto, bien. Si no, la cortarás después” (Lucas 13: 6-9).

Año tras año, el dueño del viñedo se decepcionaba porque todo lo que encontraba en el árbol eran hojas. No daba frutos. Parecía un árbol saludable, pero no fue sembrado sólo por su belleza ornamental. Él deseaba sus frutos.

Podemos encontrar una profecía de tiempo escondida en esta parábola. La viña mencionada en el versículo 6 es la tierra de Israel (Isaías 5:1-7; Jeremías 12:10; Salmos 80:8-16), donde la vid y la higuera -símbolos de Israel y Judá- fueron sembradas. 
La parábola de la higuera nos habla de un total de cuatro años desde el tiempo de la siembra hasta la última oportunidad de dar frutos. En la Biblia, un año equivale a 360 días porque los judíos usaban el calendario lunar. Cuatro años equivaldrían a 1,440 días. Un día en la profecía equivale a un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6). Según muchos historiadores, Josué cruzó el Jordán y tomó posesión de la Tierra Prometida aproximadamente en el año 1407 AC. Si contamos 1,440 años desde ese momento en el tiempo (recordando que no hay año 0) llegamos al año 34 DC. Esta importante fecha en la historia es el mismo punto donde terminan los 490 años de la profecía dada en Daniel 9:24. El ángel dice: “Setenta semanas son determinadas para tu pueblo y para la ciudad santa” y de hecho la palabra “determinada” es mejor traducida como “cortada”. La parábola de la higuera decía, “Si no, la cortarás después ” (Lucas 13:9). 
En el año 34 DC fue que los judíos perdieron su lugar como pueblo escogido por Dios. Entonces, en el 70 DC, tanto Jerusalén como el templo fueron destruidos.
Una semana antes de su muerte, Jesús maldijo a la higuera sin fruto para ilustrar lo que le ocurriría a la nación judía y a la iglesia apóstata.

Por la mañana, cuando Jesús volvía a la ciudad, sintió hambre. Vio una higuera junto al camino y se acercó. Pero encontró sólo hojas en ella y le dijo: Nunca más nazca fruto de ti. Y al instante la higuera se secó. Al verlo, los discípulos quedaron maravillados y decían: ¡Cómo se secó la higuera en el acto!” (Mateo 21:18-20).

¿Por qué Jesús maldijo a la higuera? ¡Seguramente el Señor no era tan mezquino como para desquitarse con un árbol por no proveerle desayuno! Debemos examinar con cuidado esta historia porque es el único lugar en los evangelios en que se le atribuye a Jesús ser el responsable directo de dar muerte a algo.

Los árboles de higos son únicos ya que las hojas maduras y el fruto aparecen al mismo tiempo. El árbol maldecido por Jesús mostraba todos los signos exteriores de tener fruto, pero el árbol era un hipócrita. Simbolizaba adecuadamente a la nación hebrea. Con su templo, sacerdotes y sacrificios, Israel lucía externamente todos los atavíos de la genuina religión, pero carecía de los frutos verdaderos -justicia, misericordia y fidelidad (Mateo 23:23). No olvide que las hojas marchitas de la higuera son un recordatorio de los intentos fallidos del hombre para cubrir sus propios pecados.

Observe la secuencia: El mismo día en que Jesús maldijo a la higuera sin fruto (Mateo 21), tuvo un encuentro con los fariseos farsantes y expuso su hipocresía. “Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres” (Mateo 23:5). Jesús los llamó hipócritas siete veces y luego pronunció una maldición sobre ellos -tal como había hecho anteriormente ese día con la higuera. Esta es la maldición: “Por tanto, os voy a enviar profetas, sabios y escribas. A unos mataréis y crucificaréis y a otros azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la de Zacarías, hijo de Berequías, a quien matásteis entre el templo y el altar. Os aseguro que todo esto recaerá sobre esta generación” (Mateo 23:34-36). Por favor, no pierda de vista que Jesús dijo que la maldición “caerá sobre esta generación.”

En el próximo capítulo, cuando Jesús describe la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo, ofrece como señal a las hojas de la higuera. ”De la higuera aprended esta lección: Cuando su rama se enternece y brotan sus hojas, sabéis que el verano se acerca. Así también, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas. Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda” (Mateo 24:32-34).

En la Biblia, una generación consta de 40 años (Números 32:13). ¡Jesús hizo esta profecía en el año 31 DC y para el año 70 DC se había cumplido!

La ilustración de Cristo de la higuera que da hojas, pero no frutos constituye también una señal profética muy sencilla para los últimos días. Del mismo modo en que el Israel literal mostraba todas las formas externas de la verdadera religión antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 DC, el Israel espiritual (la iglesia) dará hojas, pero no frutos en los días postreros. Pueden existir todas las apariencias externas de reavivamiento -mucha alabanza, sanidades milagrosas, numeroso público, discursos de amor y aceptación, pero no el fruto del Espíritu Santo. En otras palabras, “tendrán apariencia de piedad, pero negarán su eficacia” (2º Timoteo 3:5).
La autora cristiana, Ellen G. White Writings, dio una palabra profética  clara hace más de 100 años: “Antes que los juicios de Dios caigan finalmente sobre la tierra, habrá entre el pueblo del Señor un avivamiento de la piedad primitiva, cual no se ha visto nunca desde los tiempos apostólicos. El espíritu y el poder de Dios serán derramados sobre sus hijos. Entonces muchos se separarán de esas iglesias en las cuales el amor de este mundo ha suplantado al amor de Dios y de su Palabra. Muchos, tanto ministros como laicos, aceptarán gustosamente esas grandes verdades que Dios ha hecho proclamar en este tiempo a fin de preparar un pueblo para la segunda venida del Señor. El enemigo de las almas desea impedir esta obra y antes que llegue el tiempo para que se produzca tal movimiento, tratará de evitarlo introduciendo una falsa imitación. Hará aparecer como que la bendición especial de Dios es derramada sobre las iglesias que pueda colocar bajo su poder seductor; allí se manisfestará lo que se considerará como un gran interés por lo religioso. Multitudes se alegrarán de que Dios esté obrando maravillosamente en su favor, cuando, en realidad, esto proviene de otro espíritu. Bajo un disfraz religioso, Satanás tratará de extender su influencia sobre el mundo cristiano.” 

La santurronería y falsa devoción de las hojas de higuera y el falso reavivamiento son las características de la iglesia de Laodicea de los tiempos finales. “Tú dices: Yo soy rico, estoy enriquecido y nada necesito [¿reconoce las hojas de higuera?] ; y no conoces que eres un cuitado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Por lo tanto, te aconsejo que compres de mí: oro afinado en fuego, para que seas rico; vestidos blancos, para cubrir la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos y puedas ver. Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Se, pues, celoso y arrepiéntete” (Apocalipsis 3:17-19).



Jesús nos llama a echar a un lado nuestras hojas sucias, hipócritas y de falsa justicia y que -como el hijo pródigo- regresemos a casa y nos pongamos el manto real del Padre. Sólo entonces serán evidentes en nuestras vidas los frutos del Espíritu -amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22-23).

 En el reino de Dios no habrá personas que sean meramente árboles ornamentales. Todos deben dar frutos.

“El amor sea sin fingimiento” (Romanos 12:9). La hipocresía perjudica a la iglesia y nos hace daño a nosotros. Muchos hipócritas han estado actuando por tanto tiempo que ya se creen sus propias actuaciones. Tenemos una tendencia a moldear nuestras caras para ajustarlas a nuestras máscaras. Pero Dios desea que seamos honestos con otros y con nosotros mismos. (1º Pedro 2:1; Apocalipsis 14:5).
La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.

Jesús dice, “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

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