PROMESA

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jueves, 26 de febrero de 2015

EL REINO DE LOS CIELOS ES SEMEJANTE A UNA RED - PAUL C. JONG

«Es también semejante el reino de los cielos a una red barrendera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte, y llena, la sacan sobre la playa, y sentándose, recogen los peces buenos en canastos, y los malos los tiran. Así será a la consumación del mundo; saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos, y los arrojarán al horno de fuego; allí habrá llanto y crujir de dientes. ¿Habéis entendido todo esto? Respondiéronle: Sí. Y les dijo: Así, todo escriba instruido en la doctrina del reino de los cielos es como el amo de la casa, que de su tesoro saca lo nuevo y lo añejo».< Mateo 13, 47-52 >

En el pasaje de las Escrituras de hoy, nuestro Señor siguió hablando del Reino de los Cielos. El Señor dijo: «Es también semejante el reino de los cielos a una red barrendera, que se echa en el mar y recoge peces de toda suerte» (Mateo 13, 47). Nuestro Señor dijo que el Reino de los Cielos es como una red. La red se refiere a la Iglesia de Dios.
¿Por qué dijo Dios que Su Iglesia es como una red que se echa al mar? Lo dijo porque a través de la Iglesia de Dios se cultiva el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y las almas se salvan de sus pecados. Dios ha plantado la semilla del Evangelio del agua y el Espíritu en este mundo a través de Su Iglesia, para que toda la humanidad entre en Su Reino. Por eso habló del Cielo haciendo una analogía con echar una red al mar.
Nuestro Señor dijo que es la Iglesia de Dios la que separa a lo peces que se han atrapado con la red del Evangelio del agua y el Espíritu, juntando los buenos en canastas y tirando los malos. También dijo que enviaría a Sus ángeles al final del mundo ara separar a los malos de los justo y juzgarlos. Por eso dijo que los peces malos serían desechados. Las almas abandonadas por Dios llorarán y harán crujir sus dientes en el infierno.
El Reino de Dios se construye mediante el Evangelio del agua y el Espíritu que está siendo proclamado alrededor de todo el mundo. Nuestro Señor ha echado la red, por el bien de la salvación de las almas, por todo el mundo mediante el Evangelio del agua y el Espíritu, y está esperando; los que atrape con esta red se salvarán. Las almas pueden salvarse de sus pecados al escuchar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu a través de la Iglesia de Dios. Nuestro Señor también nos dice que separará el trigo de las arvejas de entre los que están dentro de la Iglesia, y enviará a los buenos al Reino de Dios y al infierno a los malos.
El Evangelio del agua y el Espíritu sembrado en los cuatro campos del corazón del hombre

La lectura de las Escrituras de hoy viene de las parábolas de Mateo 13. Nuestro Señor termina una serie de parábolas con este pasaje. Como todas las parábolas de Mateo 13 están relacionadas entre sí, me gustaría revisar la parábola del sembrador.
Nuestro Señor dijo en Mateo 13, 18-23: 
«Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador. A quien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y le arrebata lo que había sembrado en su corazón: esto es lo sembrado junto al camino. Lo sembrado en terreno pedregoso es el que oye la palabra y desde luego la recibe con alegría; pero no tiene raíces en sí mismo, sino que es voluble, y en cuanto se levanta una tormenta o persecución a causa de la palabra, al instante se escandaliza. Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra; pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto. Lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y da fruto, uno ciento, otro sesenta, otro treinta».
Nuestro Señor nos habló de cuatro campos: el primer campo es el borde del camino, el segundo campo es el camino pedregoso, el tercer campo es el camino espinoso, y el cuarto es el campo bueno.
El primero, el borde del camino, se refiere a los que sólo viven vidas religiosas. Para aquellos que creen en cualquier religión, o los que creen en el cristianismo como cualquier otra religión del mundo, aunque la semilla del Evangelio del agua y el Espíritu, que les permite entrar en el Reino de los Cielos, sea sembrada, no la entienden y Satanás viene y se lleva la semilla.
El segundo campo es el pedregoso, y Jesús dice que el que escucha la Palabra y la recibe con alegría, pero como no tiene raíz en sí mismo, sólo resiste un momento; cuando la tribulación o la persecución surgen por causa de la Palabra, tropieza inmediatamente. Tropieza porque no hay tierra donde pueda echar raíces. Ante Dios, quien escuche Su Palabra del poder del Evangelio del agua y el Espíritu debe darse cuenta de que esta Palabra es la Verdad esencial de la remisión de los pecados, y debe aceptarla en su corazón. Sin embargo, si uno acepta el Evangelio verdadero, es posible que no eche raíces y muera al final. Esto significa que su corazón no estaba totalmente de acuerdo con la Palabra de Dios.
¿Qué es la raíz? Es la Palabra de Dios. Para hablarnos del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios tiene que hablarnos primero de nuestros pecados. Y también nos habló de la condena del pecado. Aunque algunos no creyeron en toda Su Palabra, cuando tenían que creer en ella con todo su corazón.
Debemos darnos cuenta de que toda la Palabra de Dios se nos dio a nosotros, y que cuando escuchamos lo que nos quiere decir; debemos aferrarnos a ella con fe y creer. Sólo entonces podremos recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones. Incluso después de recibir la remisión de los pecados, nuestras insuficiencias siguen latentes, y en estos momentos debemos darnos cuenta de que: «Aunque soy insuficiente, el Señor me ha salvado de mis debilidades y mis pecados», y debemos tener fe en la Palabra de Dios—sólo así nuestra fe no perecerá.
El segundo campo mencionado en el pasaje se refiere a los que se enfrentan a Dios, y en los que la Palabra de Dios no puede entrar como consecuencia. Sólo escucharon la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y no aceptaron las lecciones de la Palabra de Dios. En otras palabras, creyeron en el Evangelio del agua y el Espíritu sólo religiosamente. Por tanto, se negaron a creer en la Palabra de Dios y como no creyeron plenamente en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, murieron en espíritu. Como la tierra no era profunda, no pudieron echar raíces, así que tuvieron que enfrentarse a las consecuencias del pecado. Al final, cuando conocieron el Evangelio del agua y el Espíritu, perecieron de todas formas, porque no admitieron tener corazones malos.
Por tanto es crucias que reconozcamos la Palabra de Dios después de haber conocido el Evangelio del agua y el Espíritu. La Palabra de Dios es como la raíz de una planta y sólo cuando nos aferramos a la Palabra de Dios y ponemos nuestra fe en ella podemos vivir y no morir. Este tipo de fe nos permite alcanzar la vida.
A no ser que tengamos fe en la Palabra de Dios en nuestros corazones, viviríamos nuestras vidas de fe sólo a medias, y al final, nos convertiríamos en meros practicantes de la religión y pereceríamos. Esta gente sin fe cree en Jesús sólo como un tipo de doctrina cristiana, y van a la iglesia sólo como una formalidad, sin fe genuina en Dios. El resultado, por tanto, es que van a la iglesia con su propia justicia, sólo para alardear de su rectitud y afirmar: «Soy así de maravilloso e inteligente».
No podemos escuchar este Evangelio del agua y el Espíritu de ningún sitio sino es de la Iglesia de Dios. Pero, debemos recordar que si no tenemos fe real cuando vamos a la iglesia que predica el Evangelio del agua y el Espíritu, al final moriremos. Así, debemos pensar y creer en la Palabra que escuchamos de la Iglesia de Dios.
La Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu es completamente diferente de las doctrinas inaprensibles del cristianismo de hoy en día.
Los que van a las iglesias mundanas, gritan el nombre del Señor en alto, hablando en lengua, y sólo piden bendiciones cuando rezan a Dios. Ellos también creen que si ayunan y son fieles a Dios, serán bendecidos, pero esto es una verdad esquiva. Se convierten en mayores y en diáconos sin el Evangelio del agua y el Espíritu. Su fe es exactamente contraria a la fe de los que creen en el Evangelio.
Sin embargo, nuestro Señor quiere dar la salvación a esta gente. El Señor quiso borrar nuestros pecados de parte de Dios y cumplió esta misión a través del Evangelio del agua y el Espíritu, nos trajo con alegría la salvación de Dios y el don de la fe, y nos ha dado toda Su misericordia, Sus bendiciones, Su amor y Su gracia. Al creer en Dios, no debemos ir a la iglesia sólo como una práctica religiosa, sino que debemos conocer la Verdad a través de nuestra fe en la Palabra de Dios.
Si vamos a la Iglesia de Dios, ¿qué pasaría si alardeásemos de nuestra propia rectitud, y no nos aferrásemos a la Palabra de Dios con nuestros corazones, y sucumbiéramos a la pereza en nuestras vidas de fe? Incluso si los justos no continúan aferrándose al Evangelio del agua y el Espíritu, sus corazones se quedarán vacíos. Por lo tanto, debemos venerar la Palabra de Dios, guardarla en nuestros corazones y aferrarnos a ella con nuestra fe, meditar sobre ella y creer en ella. Debemos correr hacia Dios con todo nuestro corazón mientras seguimos Su justicia y vivimos por Su Evangelio.
Si alguno de nosotros no se une con los siervos de Dios y Su Iglesia de todo corazón, su fe perecerá. Este mundo está dirigido por Satanás. Por tanto, por mucho que sepamos y creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu, si la Palabra de Dios no echa raíces en nuestros corazones, nuestras mentes se morirán de hambre, estarán sujetas al pecado y serán capturadas por falsas doctrinas hasta morir.
Nuestra fe no debe convertirse como el primer campo del borde del camino, ni como el segundo camino pedregoso, ni tampoco como el tercer camino de espinas. El tercero es el campo espinoso: «Lo sembrado entre espinas es el que oye la palabra; pero los cuidados del siglo y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y queda sin dar fruto». Si alguien escucha la Palabra de Dios, pero es engañado por los problemas del mundo y las riquezas, es demasiado obvio que no dará ningún fruto. Si ponemos nuestro corazón en las cosas de este mundo, como bienes materiales, fama, el sexo opuesto, o el poder, estamos destinados a convertirnos en arveja. Recibir la remisión de los pecados creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu, y así tener la fe que nos permite entrar en el Reino de Dios, no es nada trivial que se pueda dejar a la merced de la tentación. De los cuatro campos de la parábola del sembrador, estos tres campos no pueden dar fruto.
Por tanto, debemos pensar en la gracia de salvación que Dios nos ha concedido y darle gracias; y es justo que sirvamos al Señor por esta razón y nos unamos a Él. Pero si, por el contrario, sólo nos importan las cosas materiales, sólo nos preocupamos de cómo podemos vivir bien en este mundo y cómo podemos divertirnos, al final nuestra fe morirá, aunque hayamos creído temporalmente en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Nosotros también nos preocupamos por el mundo y las cosas materiales, aunque creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero esto no lo es todo para nosotros. Aunque sea verdad que no estamos libres de todo interés en los placeres del mundo, y que pertenecemos a este mundo, en nuestros corazones Dios es mucho más importante que todo esto. Él es nuestro Señor que nos da el don de las bendiciones: el don de la vida eterna, el don de la remisión de los pecados, y el don de la fe espiritual. Nos hace decentes en cuerpo y en espíritu con estas bendiciones abundantes.
Por tanto, es justo que queramos a este Dios más aún. Aunque seamos insuficientes, el Evangelio del agua y el Espíritu ha borrado nuestros pecados, y por eso nuestros corazones dan gracias a Dios. El Señor dice que cuando guardamos el Evangelio del agua y el Espíritu en nuestros corazones, nos aferramos y creemos en toda la Palabra de Dios, y seguimos al Señor seremos más que capaces de entrar en el Reino de Dios. Él también dice que así nos podemos convertirnos en gente de fe como Abraham, dar frutos espirituales en la tierra y convertirnos en hombres y mujeres excepcionales y respetados.

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