PROMESA

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lunes, 3 de marzo de 2014

INVITANDO A DIOS PARA QUE NOS EXAMINE

Junto con nuestros cuerpos, también tenemos que ofrecer nuestros corazones a Dios. Deberíamos pedir e invitar al Señor para que examine nuestros corazones. El salmista lo dice con estas palabras: "Señor, examíname y conoce mí corazón. Pruébame y conoce mis pensamientos y ve si hay algún camino inicuo o malo en mí. Condúceme en el camino que permanece para siempre" (Sal 139:23, 24).
Ahora bien, esta no es la oración de un hombre que estuviera intensamente en pecado, o viviendo una vida de frustración espiritual. David atravesó por tiempos de gran sufrimiento, como vemos en el Salmo 51 su oración de arrepentimiento por adulterio y homicidio (a veces llamado "el Salmo del pecador"). Por esto fue diferente cuando escribió el Salmo 139.
En los primeros versículos de este Salmo, David habla de la mano amorosa de Dios sobre su vida. 
  • Sabe que el Señor está con él en todo lugar y en todo el tiempo. 
  • Sabe que Dios le hizo de una manera maravillosa y que tiene un plan maravilloso para su vida.
  • Sigue diciendo que los pensamientos del Señor hacia él son como las arenas del mar en número.
  • Conoce el gran amor de Dios que es muy precioso para él en todas sus maneras.

En realidad este es un cuadro claro de un hombre que está viviendo en comunión con Dios. Sin embargo, está pidiéndole que examine su corazón y pruebe sus pensamientos para ver si encuentra algún mal en su interior del cual no estuviera consciente.
Este Salmo nos dice, en los versículos iniciales, que Dios nos conoce mejor que nosotros mismos. Qué sabio es dejar que Él señale cualquier área de peligro en nuestras vidas que nos pueda ocasionar daño o dolor a nosotros mismos o a otros.
Es posible que todos nosotros tengamos "rincones escondidos" en nuestros corazones que necesiten ser barridos.
La mayor parte del tiempo los pastores pasan intentando ayudar a la gente con problemas personales, es a causa de los pecados escondidos. Están pensando, diciendo y haciendo cosas malas y ni siquiera lo saben.
Son muy pocas personas las que viven y dicen: "Decidí que iba a volverle la espalda a Dios y a vivir una vida pecaminosa". La mayoría de las veces vienen frustrados y heridos en su interior debido a que no saben cómo caminar con Jesús, o escuchar Su voz.
Si pedimos al Señor que nos muestre nuestros pecados escondidos, Él nos hablará y nos ayudará a limpiar de nuestras vidas ¿Cuando escuchemos Su voz y busquemos obedecer Su Palabra, aprenderemos a caminar junto a Su lado día tras día. 
El engaño es creer que algo es correcto cuando es erróneo. 1 Juan 1:7-10 nos dice que mientras caminemos en la luz del amor y la verdad de Dios, la sangre de Jesús sigue limpiándonos de todo pecado. También dice: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos". Este mismo hermoso pasaje de la Escritura sigue diciendo: "Pero si confesamos [contamos a Dios] nuestro pecado, El es fiel para perdonarnos".
A partir de esto, vemos que hay tres posibles áreas para el engaño:
a. No Hemos Pecado. Pensar que no tenemos pecado por el cual ser perdonados.
b. No Necesitamos Confesar. Pensar, si pecamos, que Dios lo pasará por alto o nos perdonará aun cuando no nos enfrentemos con tal situación o no se lo confesemos a Él.
c. No Seremos Perdonados. Pensar que no podemos ser o no seremos perdonados, incluso cuando confesemos nuestro pecado.
Si estamos engañados en cualquiera de las tres áreas, nuestra comunión (caminar y hablar con Dios) se deteriorará. Encontraremos difícil orar, alabar o adorar al Señor.
La Palabra de Dios no llevará el gozo y la paz que llevó una vez. Será duro para nosotros mirar el rostro de nuestro Señor con sinceridad. Podemos tratar de actuar como si todo estuviera bien, pero muy adentro de nosotros, sabremos que algo va mal.
a. Corazones Heridos. Aquellos que creen que nunca pecan, siguen teniendo los problemas causados por su pecado. Desconocen el porqué los tienen, o el porqué su corazón aún les duele.
b. Corazones Endurecidos. Los que pecan, pero piensan que no tienen que decírselo a Dios, porque Él los perdona de cualquier manera, pueden volverse duros de corazón. Después de poco tiempo, ni siquiera escuchan al Señor cuando trata de advertirlos. El apartarse muy lejos de Dios es un asunto peligroso.
¿Fue este acaso el problema de los Fariseos? (Jn 9:40,41).
Los Fariseos estaban engañados y no lo sabían. Por lo tanto, su pecado permanecía con ellos.
c. Corazones Cargados. Los creyentes que piensan que aun cuando le confiesen sus pecados a Dios, Él no los perdonará y olvidará, siempre tendrán pesar en sus corazones. Siempre caminan bajo una nube oscura de culpa y condenación.
Es muy bueno poder decir con honestidad que a veces caemos o fracasamos. Dios está siempre listo para perdonar, restaurar y fortalecernos. También desea enseñarnos cómo caminar por sobre la tentación y la caída en el pecado.
La senda para vivir una vida victoriosa sobre el pecado, reside en el asunto de allegarse a Él antes de que pequemos. Es más fácil venir a Él por adelantado, que después que hayamos caído.
En nuestro tiempo de intimidad con el Señor podemos decirle no tenemos deseo de ser engañados durante el día que viene.
Deseamos realmente caminar en la luz de Su amor y verdad. Deseamos conocer y sentir Su presencia con nosotros todo el tiempo. De esta manera, podemos servir y obedecerle con paz en el corazón.
Debemos pedirle a Dios que nos haga sensibles a Su Espíritu Santo diariamente, pues Él puede amonestarnos cuando estemos en peligro. También nos dejará saber rápidamente si pecamos contra Su amor y verdad.
Pienso que todos comprendemos que si fallamos a Dios durante el día, no perdemos nuestra salvación. Este pecado pequeño, no obstante, puede estropear rápidamente nuestra comunión (nuestro caminar y hablar con Dios).
Es vital que seamos prestos en pedirle perdón, ya que no deseamos que nuestra comunión con Él se rompa. Deseamos complacer al Señor Jesús en todas las cosas y no entristecerle en ninguna.
El Salmista David escribió: "Que las palabras de mi boca y la meditación [pensamiento] de mi corazón, agraden a tus ojos, oh Señor, fortaleza mía y Redentor mío" (Sal 19:14).
Alguien ha dicho:
No podemos impedir que los pájaros vuelen sobre nuestras cabezas, pero podemos impedir que hagan su nido en nuestra cabeza
Los pensamientos pueden , recuerde que Satanás no puede leer nuestros pensamientos pero si susurra en nuestros oídosvenir a nuestras mentes desde muchos lugares diferentes. De hecho, hay tres fuentes principales:
1) El Mundo - de lo que vemos y escuchamos.
2) La Carne - de nuestra vieja naturaleza de pecado.
3) El Diablo - del mundo de las tinieblas espirituales.

Sin embargo, sólo porque un pensamiento venga a nuestra mente no significa que tengamos que pensarlo. Los pensamientos impuros, cuando nos siguen, conducirán a palabras y hechos impuros. Tenemos, por lo tanto, que cortarlos de raíz y reemplazarlos con pensamientos santos.
                                                Haga A Jesús Señor De Su Mente. 
Podemos empezar el día pidiéndole a Dios que guarde nuestras mentes.
Cuando un pensamiento erróneo surja, Él nos lo hará saber rápidamente. Una manera rápida de cortarlo de raíz, es por medio de decir: "Señor Jesús, tú también ves ese pensamiento y no vamos a darle más tiempo o atención, ¿verdad?".
Los pensamientos sobre Jesús tienen un gran poder para destruir tales situaciones. Esto impedirá que prosigamos alimentando el pensamiento o caer bajo un falso sentimiento de culpa o condenación.
Todo hijo de Dios  tendrá que batallar contra los pensamientos erróneos de vez en cuando; no obstante, Jesús es el Señor de nuestras mentes al igual que de nuestros corazones.
  La muerte y la vida están en el poder de la lengua…" (Pr 18:21).
Las Palabras Son Poderosas. También deseamos vigilar nuestras palabras, pues las palabras tienen sentimiento y significado, y son muy poderosas para el bien y para el mal. Pueden dañar o sanar. Pueden proporcionar alegría o tristeza. Pueden edificar o derribar. Pueden administrar amor o temor, vida o muerte.
A veces las palabras pueden tener poco efecto, y el hablar mucho es una pérdida de tiempo. (Mt 12:36). Tiempo es vida y el desperdiciarlo es como desperdiciar la vida.
Sabiendo Cuando Hablar. Todos debemos aceptar el hecho de que el Señor tendrá que advertirnos sobre nuestras palabras en un momento u otro. Quizás estábamos a punto de hablar, pero el Señor dijo: "No lo digas, no es necesario ahora". Quizás desconocíamos, en tal momento, respecto a la importancia de guardar esas palabras para nosotros, pero Dios no.
En otras ocasiones, el Señor nos dirá que hablemos. Ha puesto algo en nuestros corazones desde Su corazón y desea que Su gente escuche la Palabra. Ese es el momento de hablar en fe. Las palabras del Señor siempre traerán vida.
El comenzar cada día hablando con Dios, nos ayudará a escuchar Su voz a través del resto del día. Esta es otra razón importante para desarrollar el hábito de orar diariamente.


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