PROMESA

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jueves, 15 de agosto de 2013

BUSCANDO LA UNIDAD

Apocalipsis  21.1
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.”

Cuando Juan recibió la visión  sobre lo que abría de venir, él se encontraba en la isla de Patmos, separado de su familia y de la iglesia por el mar. Se podría pensar que el hecho de que Pablo mencionara de que “el mar ya no existía más.

Podría significar (entre tantos significados que se le han dado)  que en el cielo ya no habrían mas divisiones, no mas barreras ni distancias con Dios ni con los demás, ya que todos formarían parte del cuerpo de Cristo. No existirán más separaciones raciales o sociales ni mucho menos económicas. Pero para poder fomentar una unidad debemos primeramente  tener humildad, y compasión. Hay que aprender a perdonar al prójimo y a aprender a trabajar como un cuerpo, donde los miembros pueden tener diferentes funciones pero todas trabajan en conjunto. No puede ni debe haber divisiones o conflictos entre nosotros. Y esto es parte de lo que Jesucristo quiso que aprendiéramos y practicáramos.
Jesucristo nos dio muchas enseñanzas de como nosotros debiéramos ser para con los demás, ya que esto es parte de la formación  nuestra para la vida en general. En ciertas ocasiones también Él se puso como  el ejemplo.

Juan 13:14-15
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.”

Cuando Jesús tomó la toalla y comenzó a lavar los pies de sus discípulos, era algo que no esperaban. Ahí estaba su maestro lavándoles los pies. Jesús quiso hacerlo como ejemplo de la clase de actitud que nosotros debemos tener.
Es un acto de humildad y mostrar humildad era una debilidad.  La posición de un hombre en la sociedad era el reflejo de su control e influencia sobre otros. Ver a Jesús, su maestro, realizar el trabajo humilde de lavar los pies, completamente puso al revés su sistema de valores. 
 Él no espera que ninguno de nosotros  piense  en buscar una posición más alta que el prójimo para enaltecernos.
Marcos 10: 42:43
“Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor.”
 

Filipenses 2:3-4
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo;  no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.”

En Juan 13:34 nos enseña:
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado,  que también os améis unos a otros”.

Aunque nos suene a un mandamiento diferente, en si este mandamiento abarca los últimos seis mandamientos de las tablas de la Ley que Dios dio a Moisés. Debemos amarnos los unos a los otros. Que no exista rencor ni envidia, para que así todos podamos ser iguales y podamos vivir en unidad como hijos de Dios que somos.

Mateo 5:44
“Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”.

Colosenses 3: 13
“soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.”

Es extremadamente difícil perdonar a una persona tal y como Cristo nos perdono. Nosotros siempre tendemos a quedarnos con ciertos rencores y recuerdos, que no nos permiten perdonar completamente a la persona que nos ofendió. Pero tanto como Cristo nos dijo que deberíamos de perdonar, y Pablo nos recuerda, es la forma que debemos de perdonar y amar a las personas que nos ofenden.  Debemos ser un ejemplo para los demás, tal y como Jesucristo lo fue con nosotros, y de esta forma ser testimonio para otras personas esperando poder ganar personas para Cristo.

Para poder alcanzar una unidad en Cristo, debemos dejar cada rencor, por más pequeño que sea, para que este no sea causante de tropiezo en un futuro. Jesucristo, conociendo nuestra naturaleza humana de conservar rencor en nuestro corazón, nos pidió que no lo hiciéramos, porque  El quiere que busquemos imitar sus pasos; de esta manera preparándonos para la vida eterna.Efesios 4: 15-16
“crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

Dios quiere que nosotros, como parte del cuerpo, nos desempeñemos trabajando mutuamente y sin conflictos. Que podamos cumplir con las funciones, apoyándonos unos a otros  y sin sentir recelo, ya que la obra no es para nuestra gloria, sino para la gloria de Dios.

Mientras estamos aquí en la tierra, preparándonos para su venida gloriosa, debemos aprender a convivir con nuestros hermanos. Trabajando arduamente, cada quien ejecutando la labor que Dios le encomendó a hacer, y los demás apoyando sin envidia alguna o resentimiento, para hacer que la obra y la familia del Señor crezca en gran manera.
Tal y como lo expresó Pablo:
I Corintios 12.12
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”.

Debemos de aprender a convivir los unos con los otros, para el desarrollo tanto de la iglesia como del crecimiento espiritual de los miembros. Ayudándonos  para poder atraer más personas a los pies de Cristo. Siempre manteniendo presente que todos debemos permanecer unidos y nunca sintiéndonos superiores a los demás miembros. Ya que en un mismo cuerpo no habrá diferencia entre culturas, condiciones sociales, económicas o de ninguna otra índole.
I Corintios 12.13
”Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.”
 

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