PROMESA

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miércoles, 12 de febrero de 2014

SAN VALENTÍN

El Día de San Valentín es la “festividad del amor” del mundo. Puesto que la Biblia declara que Dios es amor (I Juan 4:8, 16), ¿aprueba Él la celebración de este día? ¿Quiere Él que su pueblo — los verdaderos cristianos — tomen parte de los dulces y tarjetas, o de cualquier costumbre asociada con este día?Cuando Dios dice que desea que usted viva una vida abundante (Juan 10:10), ¿incluye eso celebrar una festividad de gozo, aparentemente inofensiva, como el Día de San Valentín? El Dios que nos da todo — vida, alimento, bebida, la capacidad de pensar por nosotros mismos, etc. —seguramente aprueba el Día de San Valentín, la festividad para que los amantes intercambien obsequios, ¿cierto? No esté tan seguro. No dé por sentado nada. Ni siquiera tome la palabra de este artículo por cierta. Vaya a los libros de historia y a las enciclopedias. Vaya a la Biblia. Entonces sabrá la plena verdad detrás del Día de San Valentín. ¡Y sabrá lo qué Dios espera que usted haga acerca de esto!
El pasado de San Valentín
Así como la Navidad, la Pascua florida, Halloween, el Año Nuevo y otras festividades de este mundo, el Día de San Valentín es otro intento de “encubrir” las costumbres pervertidas y las observancias de los dioses paganos y los ídolos para “cristianizarlos”. Tan inocente e inofensivo como pueda parecer el Día de San Valentín, sus tradiciones y costumbres se originan de dos de los festivales paganos más pervertidos sexualmente de la historia antigua: Lupercalia y el día de fiesta de Juno Februata. Celebrada el 15 de Febrero, Lupercalia (conocida como la “fiesta de licencia sexual”) fue mantenida por los antiguos romanos en honor de Luperco, el dios de la fertilidad y agricultura, protector de manadas y cosechas, y un poderoso cazador — especialmente de lobos. Los romanos creían que Luperco protegería a Roma de bandas de lobos, los cuáles devoraban ganado y personas. Ayudados por las vírgenes vestales, los Luperci (sacerdotes masculinos) conducían los ritos de purificación al sacrificar cabras y un perro en la cueva de Luperco en la colina de Palatina, donde los romanos creían que los gemelos Rómulo y Remo se habían refugiado y habían sido alimentados por una loba antes de que finalmente fundaran Roma. Vestidos de un taparrabos hecho de cabras sacrificadas y rociadas de su sangre, los Luperci corrían por Roma, golpeando a las mujeres con februa, correas hechas de pieles de cabras sacrificadas. Los Luperci creían que los azotes purificaban a las mujeres y les garantizaban su fecundidad y un fácil nacimiento. Febrero se deriva de februa o “medios de purificación”. Para los romanos, febrero era también sagrado para Juno Februata, la diosa de febris (“fiebre”) del amor, y de las mujeres y el matrimonio. El 14 de febrero, se ponían billetes (pequeñas piezas de papel, cada una de las cuales tenían el nombre escrito de una adolescente) en un contenedor. Los jóvenes adolescentes entonces escogían un billete al azar. Los muchachos y muchachas cuyos nombres fueron escogidos se convertían en “pareja”, uniéndose en juegos eróticos en festivales y fiestas por toda Roma. Después del festival, ellos permanecerían como parejas sexuales por el resto del año. Esta costumbre fue observada por siglos en el Imperio Romano.
Lea lo que Dios ordena a su pueblo con respecto a las costumbres y tradiciones paganas: “No aprendáis de las naciones…Porque las costumbres de los pueblos son vanidad” (Jer. 10:2-3). También observe las palabras de Cristo en Mateo 15:9: “…Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres”. A través de la Biblia Dios describe a los “paganos” como aquéllos que adoran cosas que Él ha creado (animales, el sol, la luna, estrellas, arboles, etc.), o los ídolos hechos por hombres, o cualquier cosa excepto el único verdadero Dios. Él llama paganas a tales personas y sus prácticas. Los verdaderos cristianos entienden que Dios odia cualquier costumbre, prácticas y tradiciones que tienen sus raíces en el paganismo. Pero ¿Cuán serio es Dios acerca del paganismo?
Cuando Él rescató a las doce tribus de Israel de la esclavitud brutal y las guio fuera de Egipto, les mandó: “No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos” (Lev. 18:3). Dios demandó que los israelitas no se contaminaran con las prácticas y costumbres paganas de las naciones alrededor (vs. 24-29). “Guardad, pues, mi ordenanza, no haciendo las costumbres abominables que practicaron antes de vosotros, y no os contaminéis en ellas. Yo el Eterno vuestro Dios” (ver. 30). Dios maldijo a Egipto — una nación de adoradores de la naturaleza — con diez plagas y liberó a Israel de la esclavitud. Él rescató a Israel del ejército del Faraón dividiendo el Mar Rojo y guiando a su pueblo a la seguridad. Él alimentó a los Israelitas con maná — pan especial hecho por Dios — del cielo. Él los protegió de los ejércitos gentiles en una batalla difícil, liberándolos hacia la Tierra Prometida y expulsando a sus enemigos. Pero en cambio, ¿cómo trató Israel a Dios? “Nuestros padres en Egipto no entendieron tus maravillas; No se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo…Bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su consejo: se entregaron a un deseo desordenado en el desierto, y tentaron a Dios en la soledad…Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. Olvidaron al Dios de su salvación, que había hecho grandezas en Egipto; Maravillas en la tierra de Cam, cosas formidables sobre el Mar Rojo…Pero aborrecieron la tierra deseable; No creyeron a su palabra: Antes murmuraron en sus tiendas, Y no oyeron la voz del Eterno…Se unieron asimismo a Baal-peor, Y comieron los sacrificios de los muertos. Provocaron la ira de Dios con sus obras” (Salmos 106:7, 13-14, 19-22, 24-25, 28-29). Dios explícitamente le ordenó a Israel que lanzara y destruyera totalmente a todas las naciones que ocupaban la Tierra Prometida (Canaán). Sobre todo, su pueblo no debía hacer alianzas políticas con ellos ni casarse entre sus familias (Dt. 7:1-3, 5, 16). “Porque desviará a tu hijo de en pos de mí y servirán a dioses ajenos” (ver. 4).
Pero los israelitas pensaron que sabían más que Dios. Ellos decidieron hacer las cosas su propia manera. “No destruyeron los pueblos que el Eterno les dijo; Antes se mezclaron con las naciones, Y aprendieron sus obras, y sirvieron a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina. Sacrificaron sus hijos y sus hijas a los demonios, Y derramaron la sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, que ofrecieron en sacrificio a los ídolos de Canaán, Y la tierra fue contaminada con sangre. Se contaminaron así con sus obras, Y se prostituyeron con sus hechos” (Salmos 106:34-39). Para despertarlos y hacerlos volver al camino como la nación modelo que había pensado originalmente, Dios entregó a Israel a sus enemigos. Israel se arrepintió y clamó a Dios. Dios los rescató. Con sus vientres repletos y sus vidas protegidas, los israelitas volvieron a seguir a otros dioses. Dios castigó a Israel otra vez. Israel se arrepintió y clamó a Dios. Y así fue el ciclo de liberación — idolatría — castigo — arrepentimiento (vers. 40-46), hasta que finalmente, Dios no tuvo otra elección sino de divorciarse de la infiel Israel (Jer. 3:6-11). Él utilizó a los asirios, una de las naciones de guerreros más brutales en la historia, para invadir, conquistar, esclavizar y trasladar el reino completo del norte de Israel (II Reyes 17). Habiendo “desaparecido” de la historia, los descendientes modernos de aquéllas diez tribus “perdidas” son ignorantes de su verdadera identidad aún hasta este día. Más tarde, Dios envió al reino del sur de Judá (principalmente las tribus de Judá, Benjamín y Leví) hacia el exilio Babilónico (II Reyes 24 y 25). A causa de que ellos guardaron (por lo menos físicamente) el verdadero sábado de reposo, el cuál es una señal especial que identifica al único verdadero Dios y su pueblo (Ex. 31:12-18), los judíos fueron capaces de retener su verdadera identidad. Los Israelitas fueron severamente castigados a causa de que codiciaron las costumbres paganas, rituales, tradiciones y prácticas. Como usted puede ver, Dios no toma a la ligera el paganismo.
¿Por qué Dios odia cualquier cosa que asemeja las costumbres paganas? ¿Es posible “encubrir” o “cristianizar” las prácticas paganas y hacerlas limpias? ¿Está bien practicar costumbres paganas siempre y cuando usted “adore a Dios”?
Note lo que Dios dice en Levítico capítulo 18. Después de rescatar a Israel de la esclavitud, Dios les advirtió que no practicaran las costumbres que habían tomado de Egipto, ni aprendieran los caminos, costumbres y tradiciones de las naciones gentiles que encontrarían en la Tierra Prometida (vers. 1-3). En lugar de eso, Dios mandó a Israel a seguir Sus caminos (vers. 4-5).
Dios entonces describe los caminos paganos de estas naciones impías en gran detalle. En los versículos del 7-20, Él condena toda clase de relaciones heterosexuales que caen fuera de las fronteras santas del matrimonio (incesto, fornicación, adulterio, etc.). En los versículos 22-23, Dios condena la homosexualidad y bestialidad. Juntos, estos pecados rompen y destruyen la unidad de la familia que Dios había creado e instituido con amor.
Note lo que Dios enlaza a estas perversiones: “Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo el Eterno” (ver. 21). Dios ata las prácticas sexuales perversas de las naciones paganas con sacrificios humanos — ¡padres ofreciendo las vidas de sus hijos a dioses paganos!
La Biblia muestra que Israel no sólo desobedeció a Dios y abrazó incondicionalmente la inmoralidad sexual de los Gentiles, ellos aún fueron más allá.
“Y me volvieron la cerviz, y no el rostro; y cuando los enseñaba desde temprano y sin cesar, no escucharon para recibir corrección. Antes pusieron sus abominaciones en la casa [el templo en Jerusalén] en la cual es invocado mi nombre, contaminándola. Y edificaron lugares altos a Baal, los cuales están en el valle del hijo de Hinom, para hacer pasar por el fuego sus hijos y sus hijas a Moloc; lo cual no les mandé, ni me vino al pensamiento que hicieran esta abominación, para hacer pecar a Judá” (Jer. 32:33-35). 
Imagine. ¡Israel cometió un pecado tan vil, tan repugnante, que aún sacudió a Dios!
Pero eso fue entonces. ¿Qué acerca de hoy? Seguramente, los padres no sacrifican a sus hijos a los dioses paganos hoy — ¿o lo hacen?
No esté tan seguro. Tal vez sus vidas no están siendo sacrificadas — ¿pero qué acerca de su inocencia?
Los padres hoy esperan que sus pequeños se “enamoren” y tengan novios y novias.
Ellos piensan que es “lindo” cuando los niños pequeños y las niñas se toman de las manos y actúan como una pareja, robando uno o dos besos cuando nadie lo está viendo. Algunos padres se preocupan cuando sus hijos no muestran interés romántico en el sexo opuesto.
Ellos constantemente les preguntan, ¿Aún no tienes novio? O ¿Quién es tu novia?”
No obstante estos mismos padres se sorprenden cuando sus adolescentes “pequeñas niñas” se embarazan. O cuando adquieren una enfermedad transmitida sexualmente. O tienen un aborto a sus espaldas.
El Día de San Valentín es sólo una de las muchas herramientas que el “dios de este mundo” (2° Co. 4:4) utiliza para conseguir que los padres sacrifiquen la inocencia de sus hijos.
Cuándo los adolescentes escogen los nombres de otros en un sorteo y envían tarjetas de San Valentín y regalos unos a otros, declarándose su “amor”, ellos están aprendiendo los primeros pasos de relaciones íntimas que el Dios Creador designó específicamente para adultos emocionalmente maduros. En lugar de abrazar la inocencia sin preocupaciones de la juventud, creciendo sin los dolores de cabeza y las penas de la edad adulta (como buscar un empleo, pagar las cuentas, el matrimonio, criar una familia, etc.), los hijos hoy están siendo enseñados a codiciarse unos a otros. Están atrapados en un drama diario de “Si me amas puedes dormir conmigo; Estoy embarazada; No es mío, ella tuvo un aborto”. Para cuando ellos alcanzan la edad adulta, virtualmente cada trozo de la inocencia, sinceridad y decencia moral han sido robados de ellos. Drenados emocionalmente, tienen las actitudes hastiadas del mundo de “ya he estado ahí, ya lo he hecho”. Y sus vidas están sólo empezando.
Este es por qué vivimos en un mundo donde las adolescentes vírgenes son raras de encontrar. Donde lo que solía ser llamado “amantes” y “vivir en pecado” es ahora simplemente “vivir juntos”. Donde el sexo es nada más que una recreación física sin sentido — sin cariño emocional, sin cuidado, sin interés. Donde las personas cambian de pareja sexual tan convenientemente como ellos cambian de ropa. Donde los solteros de veinte o treinta ya han tenido por lo menos cinco parejas sexuales — y eso es considerado un número bajo, especialmente en los Estados Unidos. Donde los hombres no son mencionados como “mi esposo”, o “mi prometido”, sino como “el papá de mi segundo bebé”.
¡Cuán patético!
Satanás ha engañado al mundo entero (Ap. 12:9) en múltiples formas — especialmente cuando se trata de relaciones íntimas. El Día de San Valentín es sólo una de estas herramientas de engaño. 
“Salid de ella, pueblo mío”
Con respecto al futuro cercano, cuando el mundo del hombre influenciado por Satanás esté cerca de colapsarse, Dios dice: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido [incrementado] de la potencia de sus deleites” (Ap. 18:2-3).
Acerca de este sistema pagano y satánico, Dios ordena a los verdaderos cristianos, “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (ver. 4).
El Día de San Valentín se origina del paganismo antiguo de este mundo influenciado por Satanás. Este día está diseñado para engañar a la humanidad apelando a los deseos de la carne — o como la Biblia los llama, las obras de la carne. Y manifiestas son [hechas obvias] las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría…borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gál. 5:19-21). ¿Alguna de estas le suena como Lupercalia?
Fundamentalmente, “los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios”. Un verdadero cristiano está enfocado en el pronto venidero reino de Dios (Mat. 6:33) y el mundo por venir — no en los fuertes deseos carnales de este mundo. Un verdadero cristiano debe esforzarse para “remover el viejo hombre” y activamente imitar el perfecto, recto ejemplo de Jesucristo. Un cristiano sabe que debe salir activamente de este mundo, fuera de sus costumbres, prácticas y tradiciones infectadas del paganismo.
¡Los cristianos no celebran el Día de San Valentín!

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