PROMESA

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martes, 22 de octubre de 2013

FUENTE DE BRONCE O LAVACRO

La Fuente de bronce, hecha de los espejos de las mujeres judías, es el siguiente mueble en el tabernáculo
(Ex. 30:17-21, 38:8, 40:7). Se encontraba entre el Altar del holocausto y el Lugar Santo. No había medidas para este mueble. El propósito de la fuente de bronce era para que los sacerdotes se lavaran y limpiaran.
Esta fuente o lavamanos tiene una doble aplicación espiritual para nuestra vida. Primero, habla de ser lavados con el agua de la Palabra de Dios. Pablo dijo en Efesios 5:26: “a fin de  santificarla [la Iglesia], habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra”. Así como el sacerdote  no podía entrar al Lugar Santo a menos que hubiera sido limpiado por el agua de la fuente, así espiritualmente nosotros tampoco podemos entrar al Lugar Santo y acercarnos a Dios, a menos que seamos lavados y limpiados
con Su Palabra; así es de serio.
Cuando Cristo estaba lavando los pies a los discípulos, después de la última cena, y Pedro le dijo que Él jamás le lavaría los pies, el Señor le dio una respuesta muy directa: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. (Jn. 13:8). A menos que seamos lavados diariamente por la Palabra, no tendremos parte con Cristo. 
Debido a que la fuente de bronce estaba hecha de los espejos de las mujeres hebreas, esto nos habla del hecho de que la Palabra es como un espejo (Stg. 1:23). Nos revela nuestras necesidades, nos muestra cómo somos realmente y expone nuestros motivos. Cuando los israelitas se acercaban al  lavamanos, ellos se veían reflejados. La Palabra de Dios divide el alma y el espíritu en nuestra vida y nos limpia.
El lavamanos también habla del agua del bautismo, una de las doctrinas fundamentales del cristianismo (He. 6:1-2).
Después que los israelitas entraban atravesando la puerta del tabernáculo, llegaban al Altar del holocausto y luego a la Fuente de bronce. Espiritualmente, el creyente es salvo al pasar por Cristo, quien es la Puerta, y es limpiado por la sangre del Cordero (representada por el altar del holocausto). La siguiente experiencia en la vida cristiana es el bautismo en aguas. Pedro dijo en el día de Pentecostés: “Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:38). Esta progresión también puede ser vista en el viaje de Israel desde Egipto hacia la tierra prometida. Primero, en Egipto, ellos fueron redimidos por la sangre del cordero Pascual y el paso siguiente fue que cruzaron el Mar Rojo. Cristo es nuestro Cordero pascual (1 Co. 5:7) y nosotros somos redimidos por Su sangre derramada.
Recordando que el viaje de los hijos de Israel, desde Egipto hacia la tierra prometida, es un tipo del viaje espiritual del creyente, desde la tierra hacia el cielo y a la gloria, podemos ver que el cruzar el Mar Rojo también nos habla de una experiencia espiritual. Es análogo a ser bautizados en agua.
Pablo aclara esto en 1 Corintios 10:1-2: “No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar. Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar”.
El bautismo en agua deja en libertad a una persona para que prosiga con Dios
El bautismo en agua es una experiencia esencial en nuestra caminata cristiana y un acto de obediencia. Jesús mismo fue bautizado por Juan, diciendo: “…así conviene que cumplamos toda justicia”.
(Mt. 3:15). El apóstol Pablo dijo en Romanos 6:3-4: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”.
Cuando una persona es bautizada en agua se está identificando con la muerte y resurrección de Cristo. Tal como Cristo murió, así también el cristiano debe morir al mundo cuando desciende a las aguas, y como Cristo resucitó de los muertos, también se levantará de las aguas para caminar en nueva vida con Él.
En muchos países, las personas no sufren persecución por profesar a Cristo; pero cuando se bautizan en agua, muchas veces son rechazadas por sus familias y comunidades y terriblemente perseguidas. El bautismo en agua es una declaración abierta de que una persona está rechazando a todos los demás dioses falsos y eligiendo servir al único Dios verdadero, Jesucristo. Este es un poderoso acto de obediencia.
El bautismo en agua tiene el poder de romper las ataduras denominacionales. Deja en libertad a una persona para que prosiga con Dios. Al no ser bautizados en agua, muchas personas regresan rápidamente al mundo. Siempre debemos  procurar guiar a las personas a quienes ministramos hacia el bautismo en agua. Esta es una parte esencial del ministerio del Atrio Exterior.

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