PROMESA

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miércoles, 10 de julio de 2013

¿QUÉ ES UN ACTO PROFÉTICO?


Muchas hemos oído de  actos que son llamados ACTOS PROFÉTICOS, muchos no saben que simbolizan y los rechazan pero ¿qué son y cuál es su significado en la Palabra, es Bíblico o no?
Veamos que nos enseña la Escritura:  
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” 1 Corintios 10:11
También nos dice la Biblia, en 2º de Timoteo 3:16:
 “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
 Y cuando esto fue escrito  el Nuevo Testamento no existía ni remotamente como lo conocemos hoy. Toda la palabra expresada por los profetas es enteramente vigente, tanto así que mucha de ella aún estamos esperando su cumplimiento. En algunos casos es determinante el hecho de que la profecía fue hablada para el final de los tiempos, como en el caso del profeta Daniel, donde dice "que las palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin“ Daniel 12:9.
¿Cómo entonces va a ser esto obsoleto, si ahora estamos en el tiempo postrero? Si el Espíritu quiere decirnos algo, esto es que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, y que el trato que Dios ha tenido con el hombre desde el principio no ha cambiado.
Si los ungidos del pasado escuchaban con claridad la voz de Dios, nosotros, que tenemos su Espíritu Santo, tenemos que escucharla con mayor claridad aun. Si los hombres y mujeres del Antiguo Testamento experimentaron milagros y señales portentosas y maravillosas, mayores son entonces las que tendremos que experimentar nosotros, ya que: 
“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” Hageo 2:9
Si los profetas  recibieron instrucciones específicas, y el obedecerlas trajo la gloria de Dios, ¿no podrá el mismo Dios que lo hizo antes, traer un mover profético dentro de los márgenes bíblicos, que mueva a sus profetas actuales para traer de nuevo su gloria? ¿Estará Dios tan limitado que no pueda volver a hacer lo que hizo antes?
Si es mayor la gloria de esta casa, si tal como nos fue dicho por Jesús nosotros haríamos cosas mayores que las que él hizo (en dimensión y en número, no en calidad ni significado, ya que solo él pudo salvarnos por medio del sacrificio en la cruz), porque iba al Padre, entonces, yo estoy esperando ver un Elías que haga descender fuego del cielo, un Pedro cuya sombra sane a los enfermos, un Elíseo cuyos huesos resuciten a los muertos y mucho más.
Dios está desatando un poder tan grande sobre la faz de la tierra, un mover profético de tal magnitud que todo el reino de las tinieblas se está sacudiendo y sonando su alarma de peligro.
Debemos entender que la profecía tiene varias etapas y ámbitos de cumplimiento. Primeramente, fue dada para que se cumpliese en un tiempo específico. Segundo, fue hablada para alguna nación determinada, en su mayoría para Israel. Tercero, tiene otro cumplimiento universal en el cual entramos todos los gentiles, y Dios la va revelando y aplicando a las diversas naciones.
Dios también es soberano para hablarnos como individuos a través de su palabra escrita, usando unos o varios versículos que se acoplan perfectamente a situaciones por las que estamos pasando.
El Espíritu Santo es soberano para darnos una instrucción precisa de algo que desea que hagamos. En estos casos, sería un grave error tomar dicha dirección y hacerla una norma. Por ejemplo, en una ocasión el Espíritu Santo orientó al Señor Jesús a poner lodo en los ojos de un ciego y este fue sanado. Sin embargo, no vemos que todos los ciegos fueron sanados por medio de lodo, como si este tuviera dones curativos.

Una de las cosas que vemos que Dios está restaurando es el uso de los símbolos en el mover profético. Dios está hablado en forma clara y específica sin dejar dudas, a través de su Palabra para lograr victorias y avances importantísimos tanto en la batalla espiritual como en el establecimiento de su reino.

En estos versículos que Dios está mostrando a muchos de sus profetas, vemos la utilización de símbolos. Por esta razón es de gran importancia hacer un estudio claro sobre este tema, para no caer en errores garrafales por falta de conocimiento.
Es relevante entender el uso y el significado de los símbolos para poder fluir con el Espíritu Santo sin obstaculizarlo, y por el otro lado para no caer en el manejo equivocado de ellos, como lo hacen los ocultistas.

A lo largo de la Historia, Dios se ha revelado a sí mismo, y nos ha manifestado su reino a través de símbolos, figuras, y tipos. Desde Génesis hasta el Apocalipsis la Biblia está llena de simbología, a través, de la cual Dios nos muestra su personalidad, su obra redentora, su reino celestial, todo lo que Él es y cómo se relaciona con los hombres. Sin hacer una lista exhaustiva sino tan sola para reflexionar, vemos la figura de Cristo revelada en un árbol, como lo era el Árbol de la Vida en el Edén, una roca en el desierto, en el que desde el más simple hasta el más complejo de sus elementos, todos son símbolos que nos hablan de Cristo.
Vemos símbolos que nos hablan del Espíritu Santo, como ríos de aguas, la columna de fuego y de humo, que guía al pueblo de Israel. Símbolos que hablan del Reino de Dios, tal como un rebaño, una ciudad, un banquete. Otros hablan del pueblo de Israel como una higuera, una esposa infiel, o de la iglesia como su novia, o como un edificio de piedras vivas. En fin, un sin número de símbolos que surgen y afloran cada vez más a medida que la revelación avanza. Lo importante es saber que mientras un símbolo sea de origen divino, no hay nada de mal en él. El error puede estar en cómo se usa y de qué manera se interpreta.
Los símbolos fueron usados tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. El símbolo es algo de origen terrenal que vincula el mundo espiritual con el natural. Dios se mueve muchas veces a través de estos para desatar su poder o sus verdades espirituales sobre nosotros y el mundo que nos rodea.
Para hacer más claro este concepto, permitan darles unos ejemplos. Dios le dice a Moisés que levante una serpiente de bronce en el desierto, para que todo aquel que mirar hacia ella fuera sanado. A través de ese símbolo, que representa a Cristo llevando sobre si el pecado y la enfermedad, Dios desata su sanidad divina. Elíseo le dice a Naáman que se sumerja siete veces en el Jordán para ser sanado de la lepra. El río no tenia en sí mismo poderes sanadores; es por la obediencia a la palabra dada por el profeta que Dios desata su poder sanador sobre ese rey. El siete es símbolo de lo completo, lo pleno, en este caso es la palabra de sabiduría que Dios le da a Elíseo.
Moisés, en las aguas amargas de Maura, echa un pedazo de árbol y las aguas son sanadas. Este árbol no es otra cosa que el símbolo de Cristo en su naturaleza humana, redimiendo todas las cosas. En el Nuevo Testamento tenemos el bautismo en agua, símbolo de la renovación del espíritu y del lavamiento. Las aguas no son mágicas ni tiene poderes, sin embargo Dios se mueve a través de este acto de obediencia y destruye, por medio del bautismo en agua, nuestra naturaleza pecaminosa.
Pablo manda a ungir con aceite a los enfermos; el aceite en sí no tiene poderes, sin embargo el Espíritu Santo, simbolizado en el aceite, opera a través de este acto de obediencia. Al participar de los elementos de la Santa Cena, los cuales no son más que pan y fruto de la vid, el Espíritu Santo trae unidad a la Iglesia y es una forma física de anunciar la muerte de Cristo hasta que Él venga.
Aunque una gran cantidad de veces Dios se manifiesta tan sólo a través de la palabra hablada, otras muchas veces lo hace a través de un símbolo. Si analizamos los libros proféticos de la Biblia encontramos que una cantidad enorme de profecías fueron decretadas a través de actos simbólicos, los cuáles Dios les llevaba a efectuar a sus profetas.

 A Ezequiel Dios le mando hacer una maqueta de Jerusalén y recostarse 430 días al lado de ella, representando que estaba llevando la maldad de ellos. Luego le decía que pusiera una olla en el fuego hasta que se consumiera la herrumbre, y que sobre esto profetizara. A Isaías lo mando a andar desnudo y descalzo por tres años. A Jeremías le hizo enterrar un cinto hasta que se pudriera. A Elíseo le hizo echar sal sobre las aguas para que se sanaran. A Gedeón le hizo tomar unos jarros de barro y unas teas encendidas para ganar una batalla. A Jeremías le ordeno que pusiera piedras en el enladrillado que está en la puerta de faraón, en Tafnes, para extender sobre ellas el imperio de Nabucodonosor.
Podría hacer una lista interminable de todas las instrucciones simbólicas que Dios ha hablado a través de la historia. Lo cierto es que todas ellas Dios hubiera podido soltar el poder de su palabra a través de sus siervos, sin la necesidad de un símbolo físico, y los milagros hubieran ocurrido igual. Pero en el misterio de su infinita sabiduría no lo hizo así, sino que escogió usar símbolos. ¿Por qué? Pudiéramos preguntar. Y quizás la respuesta seria para enfatizar algo, para expandir nuestra fe, porque Dios se glorifica en la obediencia de los vasos que usa; o simplemente porque Él es soberano.


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