"Estado de sosiego y
tranquilidad, serenidad de Espíritu"
La paz es uno de los dones más gloriosos que Dios tiene para sus hijos.
Es un tema central de la Palabra de Dios. Cuando la Biblia habla de paz lo hace
en un sentido mucho más profundo y significativo de lo que el mundo lo hace.
Para éste, paz significa sencillamente tranquilidad y ausencia de guerras o
disturbios; o se refiere a aquel genio sosegado
y apacible, o a la afabilidad de unos con otros, especialmente en las
relaciones familiares.
La paz de la cual nos hablan Las Sagradas Escrituras es más que el estado de
reposo, armonía o calma; es el acto de recibir todos los beneficios y gracias
de Dios. Tiene su fundamento en Dios mismo: "Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros
pensamientos en Cristo Jesús" Filipenses 4:7.
Es imposible gozar de una genuina paz interior sin la ayuda y la
presencia de Dios.
Para el apóstol Pablo Dios es "nuestra paz". En sus epístolas
siempre mencionaba. "la gracia y la paz de Dios y del Señor
Jesucristo".
El Dios de la paz desea conceder una perfecta y completa paz a sus hijos
para que puedan reposar en él en todas las contingencias de la vida.
Existen cuatro manifestaciones o aspectos de la paz divina a nuestro
favor:
I. LA PAZ CON DIOS
A) Cristo es el manantial de la PAZ
"Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo" Romanos 5:1. El hombre, muerto en delitos y
pecados, está separado y alejado de Dios; vive esclavo de la maldad, los
vicios, el mundo, la carne y el diablo.
Pero por la gracia de Dios, por la sangre preciosa
derramada por Cristo en la cruz; somos limpiados, salvos y santificados. Lejos
de Cristo estábamos sin esperanza y sin Dios en el mundo, no pudiendo agradar
ni al Señor ni a nuestros semejantes. Pero ahora, Cristo ha obrado la
reconciliación; podemos disfrutar de comunión con Dios y el prójimo. "Y
vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los
que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada
por un mismo Espíritu al Padre" Efesios 2:17-18.
La paz del corazón, del Interior del alma; viene a nosotros por el
perdón efectuado por la sangre del Cordero de Dios. La conciencia intranquila
y culpable sólo puede descansar plenamente por la restauración que opera en Cristo "El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su haga
fuimos nosotros curados" Isaías 53:5. "Y por medio de él reconciliar
consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las
que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" .
Colosenses 1:20.
B) El Espíritu Santo es el agente de la PAZ
Jesús dijo: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar" Mateo 11:27. A sí mismo él se presentó como el
origen, el productor la fuente de la paz. Él es la paz, el descanso y el reposo
del pueblo de Dios. Por medio de su sacrificio el hombre puede vivir en armonía
con Dios.
Mas, quién promueve y pregona la paz de Cristo hoy es la tercera persona
de la Triunidad; el bendito Espíritu Santo. Él es el vicario, el representante,
el sustituto de Cristo. Él es el "otro Consolador" quien tendría el
ministerio de ayudarnos, fortalecernos y saturarnos de paz.
Jesús cuando dio la promesa del Consolador a sus discípulos les dijo:
"no se turbe vuestro corazón", "yo rogaré al Padre y os daré
otro Consolador para que esté con vosotros para siempre".
Cuando recibimos el bautismo en el Espíritu Santo, con la señal de
hablar en otras lenguas, sentimos inmediatamente la paz de Cristo en el alma.
Es una paz profunda, avasallante, dominante. Es una paz dinámica,
"como un torrentoso río" que corre por toda nuestra personalidad
inundándonos de una maravillosa seguridad.
"El ocuparse del Espíritu es vida y paz" Romanos 8:8. Cuando
nos preocupamos buscando las inescrutables riquezas del Espíritu, él se encarga
de fortalecer. Espíritu, es él quien nos "da testimonio en nuestro
espíritu", es él quien nos "da testimonio en nuestro espíritu de que
somos hijos de Dios" Romanos 8:16.
II. LA PAZ DE DIOS
"Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo
fuisteis llamados en un solo cuerpo;
y sed agradecidos" Colosenses 3:15. "Y el mismo Señor de paz
os dé siempre paz en toda manera" 2ª Tesalonicenses 3:16.
A) La paz que concede Jesús
Antes de ser crucificado, el Señor varias veces habló a sus discípulos
tratándo de prepararlos para el momento de su muerte. Les anuncio que seria
menospreciado por los ancianos y sacerdotes y luego crucificado y muerto. Los
discípulos se quedaron muy tristes y preocupados, entonces el Maestro les da la
promesa del descenso del Consolador y de que él les daría de su paz: "La
paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo" Juan 14:27.
El Señor vio lo que precisaban esos corazones turbados y abatidos, ellos
urgentemente necesitaban su paz, esa paz que sólo Cristo podía proporcionarles
porque él vino para hacer la paz. Su paz no es ni temporal ni pasajera, es
perenne. Sea en momentos de victoria, como en las tormentas y huracanes de la
vida, esa paz permanecería. No es una paz circunstancial, ni fofa, ni falsa
como la que el mundo ofrece, sino una paz inconmovible.
La paz del mundo es fugaz y traicionera. ¡Cuántos tratados de
paz han sido violados, cuántas promesas, cuántas normas de
convivencia!
La paz que Cristo nos concede es plena y abundante. No comprende tan
solamente la tranquilidad espiritual; sino también todos los beneficios que él
obtuvo al morir en la cruz, la salud, la prosperidad, la bendición, el
bienestar.
B) Asegurados por la paz de Dios
Se dice comúnmente que "la vida es una batalla" y es muy
cierto. Existen muchos adversarios que tenemos que enfrentar; el pecado, el
mundo, la carne, los peligros, las dolencias, las pruebas, el diablo, etc.
Muchos hijos de Dios pierden la compostura y la calma debido a las adversidades y
a la presión de
las circunstancias. En lugar de exaltarse o irritarse por los sinsabores de la
vida; el hijo de Dios que confía en él o debe depositar sus cargas en el Señor. "Por
nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepase
todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús" Filipenses 4:6-7. Por la súplica constante el creyente debe
llevar sus necesidades al Señor. De nada sirve ponerse nervioso y perder tos
estribos o la calma. El Señor nos ha dado la receta para obtener ayuda en medio
de los embates de la existencia. Hay que descansar en sus brazos de amor,
echando toda nuestra ansiedad sobre él porque él tiene cuidado de nosotros, La
oración eficaz del gusto puede mucho.
Cuando oramos ponemos en movimiento la mano que creó el mundo, que trazó
los cielos.
El Señor promete contestar todos nuestros ruegos: él nos dará su paz, la
paz que sólo él posee por ser santo, puro, bueno, poderoso y lleno de amor.
Tenemos que estar "Calzados con el apresto del evangelio de la paz",
el cual nos da firmeza y estabilidad. Cuando su paz nos envuelve podemos
pararnos valientemente delante del enemigo, teniendo la completa seguridad de
que él nos dará la victoria. Si su paz está con nosotros no resbalaremos ni
caeremos. Los temores y afanes serán hechos añicos por el divino Consolador y
exclamaremos desde las fibras más íntimas de nuestro ser: ¡Qué maravilloso, qué
glorioso es el Señor!
La paz que nos viene del Espíritu es eminentemente práctica. Hace sentir
su generosa influencia en nuestro diario vivir. Para cada problema y necesidad
está disponible para cubrirnos con su manto de seguridad. Cuando aparecen los
quebrantos de salud:
arrecian las dificultades económicas, o los temores quieren apoderarse
de nosotros, podemos recurrir a aquél que nos ha dicho: "Mi paz os dejo,
mi paz os doy". Él puede auxiliarnos y alentarnos para salir triunfantes en
cualquier contingencia por difícil que sea.
Precisamos acostumbrarnos siempre a echar mano de la paz de Cristo. No
debemos permitir nunca que las tempestades de la vida nos agobien y desalienten el desánimo es presagio del fracaso.
Tenemos una roca firme en quién descansar, un castillo fuerte para
refugiarnos. Él es el dueño de la situación. Nada hay difícil para él, sigue
sentado en el trono, es nuestro Supremo Sacerdote. Lleguémonos, pues, al trono
de su gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro.
III. LA PAZ CONSIGO MISMO
"Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo
fuísteis llamados en un solo cuerpo, y sed agradecidos" Colosenses 3:15.
El Señor desea que nuestro corazón sea un jardín de la paz, en donde ella pueda
crecer y dar sus generosos frutos, "mucha paz tienen los que aman tu
ley" Salmo 119:165. "Pero los mansos heredarán la tierra y se
recrearán con la abundancia de paz" Salmos 37.11.
A) La paz debe crecer
La paz del Espíritu debe ser como un impetuoso río, fluyendo, creciendo
en nuestro interior. Pero para que esa paz corra libremente es necesario
caminar en santidad. En Isaías 48:18 el Señor nos dice. "¡Oh, si hubieras
atendido mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia
como las ondas del
mar". Dios desea concedernos una desbordante paz; pero para ello debemos
guardar su Palabra, eliminar de nuestro corazón todo pecado. Si dejamos que el orgullo,
la envidia, el rencor, los celos, florezcan en nuestro corazón imposible será
que tengamos una genuina paz. El pecado trae intranquilidad, desvelos y
zozobras.
La paloma de la paz que es santa y pura huye del corazón rebelde y
pecaminoso. La ira debe ser refrenada, la soberbia extirpada y el odio
arrancado de raíz. Si permitimos que estas malezas crezcan nos volveremos
hacedores de iniquidad y perderemos la comunión con Dios y la vida eterna.
Para que podamos disfrutar de una descollante paz es preciso que seamos
humildes y mansos. Cuanto más quebrantados estemos más reconoceremos nuestra
total dependencia del Altísimo. Los mansos son aquellos que han renunciado a su
yo, al egoísmo, al orgullo, para servir a Dios y a su prójimo.
Aquél que está quebrantado puede fácilmente comunicarse con sus
semejantes; sus contactos con las personas ya no son señalados por la
brusquedad, la agudeza o la reciedumbre. Su carácter es humilde y apacible, y
todo su ser, sus modales, su voz, muestran que posee la paz interior del
Espíritu.
Cuando estamos quebrantados no confiamos en nuestras propias capacidades
humanas, sino que hemos aprendido a descansar y esperar en él con una fe
decidida y firme.
"En descanso y reposo seréis salvos, en quietud y confianza será
vuestra fortaleza" Isaías 30:15.
Dios anhela que la paz que hoy late en nuestro ser siga creciendo.
Andemos en santidad, quebrantémonos más y más; y la paz del Espíritu será un
tesoro inestimable en nuestra vida espiritual.
En la actualidad mucho se habla de paz. Pero lo cierto es que existen
muy pocas personas que puedan disfrutarla. La ciencia dice que el setenta por
ciento de las enfermedades tiene su origen en factores
psicosomáticos; preocupaciones, angustias, temores y ansiedades. Infinidad de
personas se enferman del corazón, úlceras y nervios por causa de tensiones
emocionales; porque les falta tranquilidad interior. Viven en un estado
de depresión que
a veces les conduce al mismo suicidio.
Las instituciones de
enfermos mentales están repletas de gentes que han vivido en un estado de
ansiedad, angustia, postración y derrote. La psiquiatría con sus diversas
terapias no puede dar una solución definitiva a los conflictos interiores.
Los médicos pueden ayudar al cuerpo, pero sólo Dios puede salvar el alma y
proporcionar imperecedera paz.
Para que haya una complete paz interna es la clave una buena relación
con Dios. Cuando estamos saturados de su Palabra, y dependemos de su ayuda
diariamente buscándola por medio de la oración, no existe lugar para la
ansiedad, la preocupación o la depresión.
B) Plenitud de paz
Isaías 26:3-4. dice: "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo
pensamiento en tí persevera. porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová
perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos".
Paz completa, perfecta, tienen aquellos que confían, cuyos pensamientos
perseveran en el Señor. No es sólo un sentimiento de reposo y quietud; sino una
experiencia decisiva de bienestar y seguridad que procede de un abandono
incondicional y total a la protección divina.
"He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los
curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad" Jeremías 33:6.
El Señor está dispuesto a darnos abundancia y plenitud de paz, paz que
sobrepasa todo entendimiento, paz tan sublime y gloriosa que ninguna circunstancia
por adversa que sea puede menoscabarla.
IV. LA PAZ CON NUESTROS SEMEJANTES
"Seguid la paz con todos" Hebreos 12:14. "Tened paz entre
vosotros"1ª Tesalonicenses 5:13.
A) Instrumentos de paz
Dijo el sabio Salomón: "Cuando los caminos del hombre son
agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él".
Proverbios 16:7.
Nuestra paz debe mostrarse también en las relaciones que tenemos con
nuestros semejantes, especialmente en nuestra familia e iglesia.
Debemos ser promotores de la paz, canales de paz. Esto significa que en el
lugar en dónde nos movemos, actuamos o trabajamos debemos cuidarnos y no
fomentar situaciones tirantes o embarazosas, discusiones que puedan alterar los
ánimos y crear una atmósfera de discordia.
En toda relación debemos mostrar siempre un espíritu perdonador,
manteniendo una actitud amorosa
y comprensiva. Preciso es eliminar todo sentimiento de desquite, todo deseo revanchista,
"mía es la venganza -dice el Señor- yo daré el pago". "No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si
es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice
el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, si tuviere sed,
dale de beber". Romanos 12:17-20.
Perdonar es un atributo divino, una virtud del alma. Jesús
perdonó hasta en los últimos momentos de su vida "Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen" Lucas 23:34
Si nosotros no perdonamos las ofensas, tampoco nuestro Padre celestial
perdonará nuestras ofensas. El hecho de perdonar es un acto de paz, de armonía,
de conciliación. Sólo los corazones llenos del amor del
Espíritu pueden perdonar como Cristo perdonó.
B) Seguir la paz
El Señor quiere no sólo que promovamos la paz sino que también sigamos
la paz. El apóstol Pablo aconseja a su hijo en la fe Timoteo que siga
"La justicia, la
fe, el amor y
la PAZ, con los que de corazón limpio
invocan al Señor". 2ª Timoteo 2:22. Lo que revela realmente que
somos propiedad de
Dios es que producimos justicia, amor y paz. Pablo también aconseja: "Así
que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación".
Romanos 14:19. En la iglesia, en la fraternidad de los santos, hay que
fomentar todo lo que contribuye a la unidad y armonía del cuerpo de Cristo.
"Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos
a los otros en amor; solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo
de la paz" Efesios 4:1-3.
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