PROMESA

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martes, 10 de septiembre de 2013

AMOR

"Amor es el sentimiento que inclina el corazón hacia lo que le place".
Cuando uno ama de veras, se prefiere el bien de la persona amada al bien propio. La madre que ni duerme ni descansa cuidando al hijo enfermo, el esposo que pierde su salud debido al excesivo trabajo para sustentar y alimentar a su familia, o el padre que se arroja a la peligrosa corriente para salvar a su hijo que se ahoga; se niegan a si mismos, se sacrifican y sufren por el supremo bienestar de los seres queridos.
"El verdadero amor tiene corno base la renuncia al bien individual" afirmó Tolstoi.
No importa que la persona amada lo agradezca, no importa las privaciones que ello implique, lo que cuenta es el beneficio que reciba el receptor del amor.
"Amar es gozar con la felicidad de otro" enseñaba Leibniz.
Amar es un anhelo ferviente de que la persona amada goce de bienestar y felicidad. En sentido esencial se opone al egoísmo. Se ama al hermano, al amigo, al desvalido, al desagradecido, al prójimo, al enemigo. Es la tendencia de lo superior y perfecto a descender hasta lo inferior e imperfecto, en amor hacia todas las cosas por el amor mismo y no por la mera apetencia de ellas.
El amor a Dios debe ser total y pleno, ofrecido sólo a él y expresado en servicio, reverencia y obediencia. Jesús declaró que la ley se resume en el amor a Dios y al prójimo, ambos deben ser activos y concretos.
Cristo nos dio el ejemplo más puro y elevado del amor desinteresado y abnegado. El nos enseña que éste debe ser total y sin reserva. Es Su muerte y resurrección es donde el Señor ha puesto en acción su amor por la redención de una humanidad perdida, caída y fracasada. Su muerte voluntaria es el resultado del amor del Padre y del Hijo.
Pablo escribió:
 "Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" Romanos 5.5. 
Es el Espíritu el verdadero manantial del amor. Para poseer amor basta que el Espíritu Santo nos llene completamente. La vida en Cristo es sencillamente vivir amando, cuando estamos poseídos por él, el amor brota espontáneamente como el agua de la fuente.
En el idioma griego existen cuatro términos para designar el amor:
I. EROS. Se refiere a la atracción física o sexual que un hombre siente hacia una mujer y viceversa. El amor erótico lleva en sí la idea de pasión o afecto carnal,
II. FILIA. Cariño o estima calurosa hacia los amigos.
III. STORGE. Afecto familiar que se siente por los padres, por los hijos o por los hermanos.
IV. ÁGAPE. Este es el amor más sublime profundo e inquebrantable Esta palabra "ágape" se refiere al amor cristiano sobrenatural, el cual sólo es posible cuando es impartido por el Espíritu Santo en el creyente.

En la actualidad se habla mucho de amor. El lema de las obras clásicas, delas grandes novelas y poemas gira siempre en torno al amor. Todo drama que conmueve hasta las fibras más profundas del ser, toda hazaña de valentía y coraje, toda acción heroica, toda demostración de benevolencia y compasión, tienen como fundamento el amor.
Pero debemos establecer una diferencia. Tanto el eros, como el filia y el storge son aspectos del amor natural y humano. En cambio el ágape es "el amor del Espíritu". Sólo el Espíritu Santo puede producirlo, procede de las alturas. Nos viene de arriba. Es divino, celestial y glorioso. Incomparablemente superior a cualquier amor terreno.
Para poder comprenderlo debemos tener en cuenta lo siguiente
1. El amor humano es emocional, sentimental, espera ser correspondido, retribuido; pero el amor de Dios es desinteresado, imparcial, paciente y misericordioso. No espera recompensa. Es sufrido, sacrificado y abnegado. No se irrita, no guarda rencor. Jesús en la cruz pronunció aquellas memorables palabras: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" Lucas 23.34, palabras que revelan su incomparable amor hacia sus adversarios y crueles verdugos. El Señor no tuvo ningún sentimiento adverso hacia ellos, ninguna palabra hiriente, ningún deseo vengativo. Vivió amando y murió amando. Pregonó el amor con el ejemplo hasta el último momento de su existencia. Muchos de los mártires cristianos en la antigua Roma morían en el Circo o en el Coliseo cantando alabanzas a Dios y con una sonrisa en sus labios, sin proferir palabras de injuria a sus torturadores. A pesar de que muchos eran destrozados despiadadamente por las fieras, sin embargó, no había en sus rostros expresiones de ira o desesperación.
El sublime amor del Espíritu extiende su noble influencia al paria, al miserable, al desvalido, a aquellos que nada pueden hacer por nosotros; como también expande sus luminosos rayos hacia los enemigos, los que nos calumnian, los que se burlan, los que no nos saludan, los que nos tratan mal. El amor siempre perdona, bendice a los que nos maldicen, ora por los que nos ultrajan y persiguen, y olvida todas las ofensas.
2. El amor humano es limitado y sectario, en cambio el amor del Espíritu es general, universal, amplio, ancho, profundo. Ama por el mero hecho de amar, sin favoritismos. El Señor hace salir el sol sobre justos e injustos. La benefactora lluvia cae sobre el campo del bueno y del malo. "De tal manera amo, Dios al mundo", Dios ama a todos, quiere que lodos sean salvos porque su esencia es amor.
El corazón amoroso es abierto para toda clase de amistad, brinda su cálida influencia sin mirar a quién, se expresa y comunica con justiciaequidad y comprensión.
El amor natural puede llegar a ser exclusivista cuando sólo aprecia a los de su familia, nacionalidad, raza, color, posición o círculo social.
Jesús dijo: "Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo". Lucas 6.32-33. "Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de mas" ¿No hacen también así los gentiles?" Mateo 5.47. El ágape se extiende igualitariamente a lodos, deja caer sus semillas de bondad, cariño y dulzura en cada corazón que encuentra a su paso. Presto está en ayudar y consolar a toda persona en cualquier momento y situación.
3. El amor humano es momentáneo o temporáneo. El amor del Espíritu es perenne, permanente, imperecedero. Dios le habló a Israel diciéndole: "Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia" Jeremías 31.3.
El amor humano es irregular y fluctuante. Depende de la situación en que nos encontremos o de los seres con los cuales nos relacionemos.
Hay personas que según su estado temperamental o se encuentran en la cima; amorosas, tiernas y cariñosas, o descienden al valle de la brusquedad, tosquedad y rudeza.
Nuestro estado de ánimo no debe afectar la demostración del amor. Las personas que nos rodean no deben sufrir por nuestra situación personal. Si estamos pasando por pruebas y tribulaciones no debemos traslucirlo ni contagiarlo a nuestro prójimo. Marchen bien las cosas o no marchen bien es preciso seguir amando. El gozo del Señor es nuestra fortaleza.
Nada debe impedir que el río interior del amor pueda fluir libremente para el beneficio de nuestros semejantes.
4. El amor humano es más bien exterior, depende de lo que ve. Pero el amor del Espíritu vive y se sostiene por fe.
El amor humano toma en cuenta la apariencia física, o las virtudes o cualidades de la persona amada.
Dios con su amor contempla al pecador y ve en él un santo en potencia. Jesús pasó por donde estaba Mateo cobrando los impuestos y no vio a un simple cobrador de impuestos como lo hubiera visto cualquier hombre, sino un discípulo ferviente y un talentoso escritor de uno de los evangelios.
Cristo llamó a Juan "Hijo del trueno", hombre precipitado y violento; el cual tratado en la escuela del amor, llegaría a ser el discípulo amado, y el escritor más tierno, profundo y delicado sobre el tema del amor.
Dios nos ve a través del lente de su amor. El nos contempla no como estarnos hoy en nuestra inmadurez, sino cómo llegaremos a ser en el futuro, siervos fervientes y esforzados por su causa. Su mirada de amor siempre se extiende al porvenir. El nos ve desarrollados, crecidos, útiles, brillantes, glorificados y victoriosos. El no toma en cuenta que somos barro informe en sus manos ahora, sino que nos observa ya acabados y perfeccionados como vasijas ideales en donde su poder se muestra con toda su plenitud.
5. El amor humano es impulsivo e instintivo. El amor del Espíritu es de origen divino. Viene como producto de la presencia sobrenatural del Santo Espíritu en nuestro corazón. Procede del corazón de Dios al corazón del hombre. Es celestial, puro, santo, inconmensurable. No crece en forma natural en el terreno de nuestra carne humana. Tiene su fuente en el Todopoderoso. Es infinito y permanecerá para siempre.
El amor humano es de origen terreno, por lo tanto desaparecerá ya que nuestra vida es tan breve en comparación con la eternidad. Vivimos setenta u ochenta años y luego la vida terrena se termina.
Mas el amor divino es el salvador del mundo, es el que nos ha permitido formar parte de la familia celestial, y es el que nos ha abierto las puertas al hogar eterno en donde estaremos disfrutando de una comunión indisoluble con Dios y todos los redimidos.
6. El amor humano es pasional e inmoderado. El amor del Espíritu es sobrio, sensato y templado. Mantiene su equilibrio y justicia, sin excesos y violencias
El esposo que entrañablemente ama a su esposa, que se comporta tan dulce y delicadamente con ella, puede en un arranque pasional proferirle las palabras más groseras e hirientes movido por los celos o el enojo. Los padres que quieren tanto a su hijo, pueden descuidarse en la educación y disciplina del mismo; permitiéndole que haga lo que quiera, no poniendo freno a sus desbordes juveniles por temor a ofenderle, desbordes que pueden afectar su futuro y llevarle al fracaso. El genuino amor disciplina, educa, Incluso prohíbe para el mayor bien de la persona amada. El amor del Espíritu es correctivo e instructivo. El Señor
mira siempre el porvenir, el horizonte. El sabe lo que nosotros precisamos para madurar correctamente en la vida cristiana. Sus pensamientos no son siempre nuestros pensamientos, ni sus caminos son nuestros caminos. Por esa causa es que Él muchas veces usa la vara de la corrección: nos castiga, nos hiere, para encauzarnos y enderezarnos, no porque quiera perjudicarnos, sino porque nos ama y desea nuestro supremo bien.
7. El amor humano tiene como fundamento las virtudes de la persona amada. Mira sus cualidades, su apariencia, sus gracias, sus méritos, su posición. El amor del Espíritu es desinteresado, proviene del corazón, del alma, de las entrañas, de adentro. Cuando Samuel iba a ungir al futuro rey de Israel, el Señor le advirtió "No mires a su parecer, ni lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre: pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón" 1ª Samuel 16.7.
El amor natural se siente seducido por los atributos del ser amado, por su belleza, su simpatía, su personalidad. Mas el amor del Espíritu prodiga su cálida influencia a todo el mundo, a todos los seres, hasta los más bajos, desaprobados y miserables.
Para el borracho, el ladrón, el criminal, el traidor, el drogadicto, siempre hay una esperanza, una oportunidad, una puerta que se abre por medio del amoroso Espíritu Santo. Para el ser más repulsivo y condenable existe lugar bajo la sombra de la cruz.
El amor divino pudo rescatar al jefe pandillero de Nueva York Niky Cruz, héroe principal del libro ‘La cruz y el puñal" y hacer de él un consagrado cristiano, predicador del evangelio.
Por su amor, el Señor nos ve no como somos, sino como llegaremos a ser.
8. El amor humano es natural, terreno, imperfecto. El amor del Espíritu es divino, puro, celestial, completo y perfecto. Cuando el Espíritu Santo nos llena de su presencia, nos repleta de su amor. Al inundar el Espíritu el receptáculo de nuestro corazón nos llena de Cristo, ya que el Espíritu Santo revela a Cristo, muestra a Cristo, glorifica a Cristo, nos implanta la naturaleza de Cristo, Así que, cuanto más estamos llenos del amor del Espíritu, la persona de Cristo se mostrará más evidente en nosotros, de modo que podemos exclamar con el apóstol Pablo: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" Gálatas 2.20. Y todas las virtudes cristianas podrán brotar de nuestro corazón, la ternura, la paciencia, la mansedumbre; las cuales harán que nos asemejemos más patentemente al Rey de Reyes y al Señor de Señores. "A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria"
Colosenses 1.27.
9. El amor humano es egocéntrico, sólo piensa en sí mismo, en su propia satisfacción, beneficio y bienestar. Es de naturaleza egoísta porque su propósito es lograr sus fines, sus deseos, sus ambiciones, saciar sus propias aspiraciones.
El hombre generalmente quiere a quién corresponda a su amor, ama a los que le tratan bien, aquellos de los cuales puede sacar ventajas, provechos y beneficios.
El amor divino es generoso, dadivoso y servicial. Ama sin esperar recompensa o reconocimiento. Ama por la alegría de amar. Ama porque anhela consolar, ayudar, socorrer, levantar. Está dispuesto a la negación y al sacrificio con el fin de ver la felicidad en el ser amado.
Muchas veces el amor de naturaleza pasional se ha descontrolado transformándose en odio, celos y resentimiento al sentirse decepcionado por no sor correspondido. Cuántos crímenes, violencias y horrores se han cometido por un amor herido que se ha vuelto en ira cruel, despiadada e irracional.
En cambio el amor del Espíritu es dadivoso, altruista, se olvida de sí, se priva de su propio bienestar y comodidad con tal de ver contentos a los demás.
10. El amor humano es perecedero. En cambio el amor del Espíritu permanecerá para siempre. "El amor nunca deja de ser" 1ª Corintios 13:8. Se acabarán los dones, las profecías, se terminarán, las lenguas cesarán, la ciencia con todos sus logros, descubrimientos y conquistas tendrá su fin. Pero el amor jamás dejará de ser. Es la más valiosa, grande y elevada virtud "Y ahora permanecen la f e, la esperanza y el amor; pero el mayor de ellos es el amor" 1ª Corintios 13.13.
Amar es el fruto del Espíritu, es el resultado de estar en estrecha relación con el cielo, es a evidencia de un sólido crecimiento espiritual. Pero además es un mandato del Señor Jesús, él dijo en Juan 13.34-35: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros".
Dios nos insta, nos manda que amemos. Es el glorioso Espíritu Santo quien puede educarnos en la escuela del amor. Jornada tras jornada, año tras año, él va tratando con nosotros, limándonos, puliéndonos, para que en toda nuestra personalidad pueda brillar con todo su fulgor la perla del amor de Dios. Amor que esta esencia de la santidad, la plenitud de toda bondad y la fragancia suprema de Cristo en nosotros.
11. El amor humano es reaccionario y vengativo. Mas el amor del Espíritu es misericordioso, perdona y olvida. Cuando Dios nos perdona arroja todas nuestras iniquidades a la profundidad del mar y no se acuerda más de ellas.
El novio que ama, en una suprema demostración de cariño, puede obsequiarle a su amada un fresco ramo de tiernos pimpollos, o con suma caballerosidad le puede alcanzar el pañuelo de seda que se le ha caído, pero el mismo, al verse ofendido o desechado, puede enceguecerse de tal manera que sus manos  pueden golpear, empuñar el cuchillo o apretar el gatillo. El amor humano puede transformarse en odio feroz y sanguinario al verse defraudado.
El amor del Espíritu no se cansa de perdonar. Cristo dijo que debiéramos hacerlo hasta setenta veces siete. El perdón debe practicarse indefinidamente. El amor divino no alberga ninguna clase de sentimiento vegetativo de ira, revancha o desquite.

El ágape es el amor sobrenatural. Debe ser buscado y cultivado intensamente.
Es el amor que se interesa más en dar que en recibir. Es el amor que se proyecta para el beneficio de nuestros semejantes. Es el amor por todos los hermanos, incluyendo a aquellos que no están de acuerdo con nosotros y nos irritan. Es el amor que no nace por lo que puede tener el ser humano, sino por lo que es el ser humano en si. Es una manifestación libre, espontánea, un esfuerzo deliberado, desinteresado, que no espera galardón ni retribución. Es el amor que se consume a si mismo en aras del bien de los demás.
El ágape no conoce limitaciones, ni distinciones de culturanacionalidadsexo o rango Nadie lo puede destruir porque es el amor de Dios y "Dios es Amor" 1° Juan 4.8.
Este maravilloso amor sólo puede encontrarse en aquellas personas que son motivadas, saturadas y capacitadas por la unción del Espíritu Santo.
El amor del Espíritu es "sufrido, es benigno, el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser" 1°Corintios 13.4-8.
Lo que más necesita la humanidad es amor. Al nuestro alrededor existen personas hambrientas y sedientas de amor. La frase "nadie me ama" se encuentra con frecuencia. ¿Quiénes deben ser los dadores del ágape? ¿Quiénes pueden realmente sembrar el amor de Dios en los corazones vacíos? ¿Quiénes pueden ser fuentes de amor y cariño para sus semejantes? Pues, nosotros, que ya hemos experimentado y sentido el amor de Dios. ¡Dejemos, pues, que los ríos del amor del Altísimo nos inunden! ¡Permitamos que ellos fluyan incesantemente de nuestro corazón! Sembremos amor, amor y amor, porque sembrando amor sembramos a Cristo!

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