PROMESA

PROMESA

lunes, 16 de septiembre de 2013

BONDAD

Es la consideración por los demás, el deseo de hacer el bien sin mirar a quién, tener caridad. Misericordia, generosidad, altruismo.
Quienes recibieron el Fruto del Espíritu Santo, son personas generosas, por que Dios se manifiesta a través de ellos con Su Don y Fruto, tienen inclinación, disposición, servicio, sin esperar recompensa de los demás y los que no recibieron el Fruto de Dios, empiecen a rogar a Dios, y cuando lo reciban, entonces será más fácil que el Señor empiece a usarlos ampliando, perfeccionando su ministerio.
La esencia de Dios es DAR: San Juan 3:16; Hechos 20:35. Nuestra bondad, debe ser en el Espíritu y actitud. Gálatas 6:9.
Con la bondad nos daremos a los demás; como se dio Cristo, Esteban, Pablo y los Apóstoles, entonces el fluir del Espíritu Santo será abundante por intermedio de nosotros.
Todos los dones, talentos, capacidades y ministerios que el Señor nos ha dado son para el beneficio de la Iglesia, para el perfeccionamiento, crecimiento y edificación de la misma.
Según las oportunidades que se nos presente, será necesario hacer el bien a todos, no solo a los creyentes y amigos, sino a todos nuestros semejantes, Gálatas 6:10; Mateo 5:44.
En esto los hijos de Dios debemos ser semejantes al Padre Celestial, cuyo amor abarca a la humanidad entera, prodigando su amor y cuidados infinitos sobre aquellos que le aman y adoran y a los que diríamos son de la familia, pero por ahora están viviendo en otro barrio.
Sembremos el bien mientras podamos, como uno puede y nos permitan, haciendo lo más correctamente, y cuando podamos.
Preste atención a esta regla de oro, que es uno de los resúmenes de La Ley y los Profetas. Mateo 7:12.
Cuando estemos en la presencia del Señor, frente al "Tribunal de Cristo", seremos juzgados por nuestras verdaderas obras, llamadas buenas por nosotros, siendo galardonados por las mismas, de tal manera como dice La Biblia, "Un baso de agua que demos en nombre del Señor Jesús, no perderá su recompensa".
Del Fruto Bondad, en este mensaje les hablaré con los siguientes puntos principales:
Los pensamientos deben ser bondadosos.
Las palabras deben ser bondadosas.
Las acciones deben ser bondadosas.
 La bondad debe ir en aumento.
Los pensamientos deben ser bondadosos.
Lea Filipenses 4:8.
De este pasaje Bíblico inferimos:
"Lo que el hombre es , es producto de sus pensamientos"
En este caso La Bondad, como Fruto del Espíritu Santo, proviene de Dios, y nace en las mentes generosas de los verdaderos creyentes., Isaías 32:8.
Esta clase de pensamiento es bendecido, Salmo 41:1
En nuestra naturaleza suceden variadas cosas, entre ellas el dar y recibir. Una alma bondadosa, de buen nombre que recibió esta virtud, piensa en dar y en continuar dando, es semejante a un manantial que brota ininterrumpidamente.
Para que esto suceda nuestra mente debe ser rendida completamente a Cristo.
1ª Corintios 2:16.
Si tenemos la mente de Cristo, debemos actuar como ÉL, durante su ministerio pensó constantemente en otros, ÉL había venido para servir y no para ser servido, esta es la gran enseñanza que aprendimos del Señor, pensar en los pecadores, los enfermos, los pobres, los ancianos, los huérfanos, los fracasados, deben estar siempre en nuestro corazón para mostrarles nuestro cariño, amor y comprensión.
"No podemos impedir que las aves vuelen sobre nuestras cabezas, pero sí que hagan nido"
El enemigo de nuestras almas, Satanás es muy sutil en sembrar pensamientos morbosos y perjudiciales, cuando vengan estos pensamientos, es necesario combatirlos.
Una idea se combate con otra idea, un pensamiento malo combatimos con otro bueno, cuando un pensamiento pesimista nos aguijonee, no nos detengamos en él, resistámoslos, expulsémoslos en el nombre de Jesús.
Nuestros pensamientos deben ser nobles, altruistas y positivos. Proverbios 21:5.
Si tenemos buenos pensamientos en relación a Dios, la vida y nuestros semejantes, llegaremos a ser generosos de bendición y útiles.
 Las palabras deben ser bondadosas
Nuestros pensamientos, se vinculan por medio de las palabras con nuestros semejantes, palabras habladas o con señales que se utiliza en el lenguaje para los sordos y en general, hasta un silencio es una palabra muy profunda, de esa manera nos comunicamos expresando lo que sentimos o queremos. Por eso; grandes pensamientos, requieren palabras específicas, significativas para luego plasmarse.
Jesús dijo: "De la abundancia del corazón habla la boca" Lucas 6:45.
En nuestra vida diaria sostenemos muchas conversaciones, hablamos abundantemente, la mayoría de las palabras que pronunciamos como Hijos de Dios son buenas y correctas. Todo pensamiento bondadoso lo podemos trasmitir por medio de palabras. Si brota una idea nueva en el corazón podemos buscar el término adecuado para ilustrarla. La gran fábrica del lenguaje es el pensamiento. La mente siempre encuentra la manera de dar a conocer sus ideas.
Al escoger las palabras es necesario tomar en cuenta su influencia sobre el corazón y el alma. Las palabras bondadosas y generosas mejoran el alma; pero las palabras pobres, mezquinas e hirientes, la perjudican. Aquel que se expresa en palabras amargas, escandalosas, egoístas y falsas, puede llegar a envenenarse con ellas. La lengua es un miembro muy traicionero. Una lengua desenfrenada causa grandes males Santiago nos dice que 
"la lengua es un miembro pequeño", pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad.
La lengua está puesta entre los miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es Inflamada por el Infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a semejanza de Dios. De una misma boca proceden la bendición y la maldición. Hermanos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por la misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos ¿puede acaso la higuera producir aceitunas y la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce" Santiago 3:5-12.
Ya que la lengua, humanamente hablando, es un miembro indomable ¿quién lo puede dominar? Sin duda que el glorioso Espíritu Santo. Cuando el divino Consolador llena nuestra lengua, ella llega a ser un instrumento de paz y bendición. Nuestro lenguaje es cambiado totalmente, nuestras palabras pronunciarán siempre lo bueno y agradable al Señor.
La señal física externa del bautismo en el Espíritu Santo es hablar en otras lenguas, Hechos 2:4. Y creo que una de las razones por las cuales Dios escogió las lenguas, es que cuando el hombre le entrega la lengua al Señor; que es el miembro más ingobernable que tenemos, esto revela un total quebrantamiento, una completa sumisión a él. Es por la acción interior del Espíritu que nuestro vocabulario se vuelve bondadoso y apacible. Cuanto más llenos estemos del Espíritu Santo, nuestras palabras exaltarán más a Cristo.
Para el bien de nuestras almas, y para provecho de nuestros semejantes, permitamos que el divino Espíritu tome total control de nuestro vocabulario. Una boca consagrada puede ser una inagotable fuente para pregonar las incomparable verdades del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
 Las acciones deben ser bondadosas
La bondad es el amor en acción. La bondad es una expresión del amor, el cual hace que el alma sea noble y caritativa, inspira al sacrificio y a las acciones loables nunca falla. Si queremos ser generosos debemos tener un corazón tierno y amante. El egoísta no su interesa por nadie, sólo por el yo. El odio se niega a dar buenas dádivas; la indiferencia se olvida de hacerlo, la avaricia seca las fuentes de la generosidad. Pero el amor siempre está buscando la forma de hacer el bien a otros. Nunca se cansa. Jamás desespera.
El amor se sacrifica, no calcula los costos, actúa y hace todo lo que puede.
La historia del "Buen Samaritano" es una de las lecciones más elevadas del amor. El sacerdote y el levita vieron al hombre herido y moribundo junto al camino y pasaron de largo. El sacerdote con su religión, y el levita con sus leyes, no pudieron ayudar al hombre maltratado. Pero el Samaritano, con su corazón lleno de compasión, se acercó al herido; con ternura y misericordia vendó sus heridas; y luego le llevó al mesón y cuidó de él. ¡Bondad maravillosa! ¡Caridad espontánea!¡Compasión genuina! Tenía un gran corazón, por eso estaba preparado para realizar cualquier tarea encomiable, cualquier obra generosa.
Dios no necesita tanto grandes mentes, ni grandes capacidades, él necesita grandes corazones, corazones rendidos, corazones quebrantados, por los cuales pueda circular libremente el torrente de su bondad.
Nuestras acciones son producto de nuestros pensamientos. A los pensamientos mezquinos, corresponderán acciones mezquinas; a los pensamientos grandes, grandes acciones.
Es imprescindible cultivar un alma bondadosa. El amor y la dulzura emanan de un corazón generoso.
Dios nos ha creado seres sociales, pertenecemos a una familia, a una comunidad. Ningún hombre vive para sí, cuando procura hacer esto fracasa. Los santos verdaderamente, no son los anacoretas y ermitaños que se refugian en grutas y monasterios para vivir en paz y santidad. Los santos genuinos viven entre los hombres y hacen que el mundo sea mejor por medio de su vida y ejemplo. La vida en sociedad es ambiente favorable para la bondad.
Al estar en contacto con nuestros semejantes podemos hacer el bien, sembrar la generosidad y el cariño. Jesucristo "anduvo haciendo bienes", tenía un alma bondadosa. Toda su vida fue un continuo dar. Y al final, se dio a sí mismo en la cruz, para que con su sacrificio expiatorio, la humanidad tuviera oportunidad de salvarse.
Si tenemos realmente un alma generosa vamos a desear servir, ayudar, e incluso sacrificarnos por nuestros semejantes. Las grandes multitudes están hambrientas y sedientas del Señor. Y así como Cristo alimentó a las multitudes, les predicó y sanó; él nos ha puesto a nosotros entre las desorientadas muchedumbres de hoy para que las alimentemos, les prediquemos el mensaje de la esperanza, la salud y la victoria.
No basta solamente tener buenas intenciones. Los pensamientos y palabras deben ser traducidos en acciones. 
Recordemos que nuestra vida es muy breve en comparación con la eternidad; somos como la flor del campo, como la neblina que pasa, como un fugaz pensamiento. ¡Tan breve es nuestra existencia! Por lo tanto, mientras vivamos, hagamos todo lo posible por sembrar buenas acciones. No hay tiempo para acciones egoístas. Mientras nuestros pulmones respiren y la sangre circule por nuestras venas; hagamos el bien, ayudemos, prediquemos, testifiquemos. Demostremos que Cristo mora en nuestro interior a través de una vida práctica pletórica de acciones nobles.
 La bondad debe ir en aumento
La bondad, cual la corriente de un Impetuoso río, debe ir en aumento. Muchos nos caudalosos; como el Amazonas, nacen de una insignificante vertiente que fuego crece, crece hasta transformarse en un ancho y profundo caudal. Así debe ser el fruto de la bondad. El apóstol Pablo dice que: "no nos cansemos, pues, de hacer el bien; pues que a su tiempo segaremos, si no desmayamos" Gálatas 6.9.
La bondad es una creciente virtud, nunca llegaremos a la meta. Según crecemos en la plenitud del Espíritu, así debemos crecer en bondad y generosidad. Existen personas que se cansan de hacer el bien. Pero debemos dar, dar y dar, en todo tiempo, hasta que lleguemos al Padre. Constantemente. Un alma noble desea dar y continuar dando. Como fue ejemplificado anteriormente. Sería una calamidad tratar de atajar la corriente de un río o impedir que el agua brote del manantial.
El dar es parte del plan de Dios para todos sus hijos que quieran servirle efectivamente . El genuino hijo de Dios anhela enriquecer su alma con el propósito de dar más y hacer más el bien.
Dios quiere que abundemos en bondad: "Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad" Romanos 15:14.
"El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" Mateo 12:35.
El corazón del hombre bueno es como un cofre lleno de preciosas joyas. Es una bendición estar con el generoso; sus palabras, pensamientos y acciones son siempre consoladores y alentadores. Su actitud abierta y servicial es un incentivo para aquellos que le rodean.
"El que siembra generosamente, generosamente también segará" 2ª Corintios 9:6. Cuanto más generosos, más bendiciones recibimos.
Los cristianos debemos ser activos y militantes en el ejercicio de la bondad. A nuestro alrededor existe un sinfín de oportunidades para practicar la generosidad cristiana. Somos la sal de la tierra para dar sabor de Cristo. Somos la luz del mundo para Iluminar con los benefactores rayos del sol de justicia.
Una humanidad enferma, indigente y desesperada, necesita urgentemente nuestra ayuda, Si mucho tenemos, mucho podemos dar.
Ayudar y orar por un enfermo, dar de comer al hambriento, extender un vaso de agua al sediento, vestir al desnudo, visitar a los presos; son actos de bondad que serán recompensados con creces por el Señor.
No nos cansemos, pues, de hacer el bien en todas las oportunidades posibles. Esforcémonos por crecer en utilidad y al fin de nuestra carrera recibiremos esas inconmensurables palabras de nuestro divino redentor quién nos dirá: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor"
Mateo 25:21.
 La bondad es el amor en acción
La bondad es una expresión del amor, el cual hace que el alma sea noble y caritativa, inspira al sacrificio y a las acciones loables. Nunca falla. Si queremos ser generosos debemos tener un corazón tierno y amante. El egoísta no se interesa por nadie, sólo por el yo. El odio se niega a dar buenas dádivas; la indiferencia se olvida de hacerlo, la avaricia seca las fuentes de la generosidad. Nunca se cansa. Jamás se desespera.
El amor se sacrifica, no calcula los costos, actúa y hace todo lo que puede.
Dios no necesita tanto grandes mentes, ni grandes capacidades, él necesita grandes corazones rendidos, corazones quebrantados, por los cuales pueda circular libremente el torrente de su bondad.

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