Hay mucha ignorancia
en el Cuerpo de Cristo acerca de profetas y profecía. Muchos Cristianos tienen
la ilusión de que porque
profetizan, significa que son profetas. La verdad es que todos
podemos profetizar según 1° Cor. 14:31. Así que vemos que la habilidad de
profetizar no es algo exclusivo. Es una función normal de cualquier creyente
que utilice su fe. Muchos no entienden cómo esto es posible. Sabemos que no
todos somos profetas. Además, sabemos que no todos tenemos el don de profecía.
Sin embargo, hay otro nivel de ministración profética de que todos podemos
participar para el provecho del Cuerpo de Cristo. En este escrito, deseo traer
entendimiento en cuanto a los tres posibles niveles, en los cuales cada uno se
puede mover para profetizar. Estos son:
- El oficio (o “ministerio”) de profeta,
- El don de profecía, y
- El espíritu de profecía
- EL PROFETA
Yo creo que todos
estamos de acuerdo en que Cristo Jesús es el gran Profeta,
Apóstol, Evangelista, Pastor y Maestro
– los Cinco en Uno. Cristo es la expresión perfecta y completa de los
Cinco Ministerios.
Cada ministerio
es un aspecto particular del ministerio de Cristo a Su iglesia.
En los tiempos
bíblicos el estilo de manto (ropa exterior), que uno usaba indicaba
su vocación y posición. El oficio de un ministerio es como un manto que es
dado por Dios a un creyente para que tome esa vocación y posición. En 2°
Reyes 2 vemos una ilustración hermosa de esto, cuando literalmente el
manto de Elías fue pasado a su sucesor, Elíseo.
En Efesios 4: 10 y 11
vemos que cuando Jesús ascendió al cielo, Él dividió Su manto
(Su ministerio) en cinco partes y Él los repartió a algunos en su Iglesia
según Su voluntad soberana.
Los Cinco
Ministerios, entonces, son una extensión del ministerio de Cristo a
Su Iglesia. Estos Cinco Ministerios, incluso el profeta, son dados para
gobernar, liderar, dirigir y equipar a la Iglesia. Los Cinco Ministerios tienen autoridad y unción del Señor para representarle en la Iglesia y
llevar acabo Su voluntad y propósitos eternos.
Profetas no solamente
profetizan, profetas tienen autoridad para ayudar a gobernar y dirigir a
la iglesia junto con los demás ministerios. Profetas; también pueden impartir
(o “transmitir”) dones, corregir, dirigir, y hasta pronunciar juicio
cuando es necesario.
Además profetas, como
parte de los Cinco Ministerios, tienen la tarea de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio. Un profeta verdadero tendrá un deseo para
ayudar a levantar y capacitar a otros profetas y a un pueblo profético.
Por tener mayor
autoridad el profeta también tiene mayor responsabilidad para asegurar que
su vida y carácter tal como su mensaje, refleja la de Cristo Jesús. A causa
de esta mayor autoridad, el profeta tiene que pasar por un proceso de
preparación más fuerte, antes de que sea comisionado a la plenitud de su
oficio. Si uno desea construir un edificio alto, se requiere escavar un
fundamento así también de profundo. Muchos que son llamados a ser profetas
resisten el proceso de preparación en sus vidas. La falta de preparación
resulta en un ministerio abusivo. Aunque si el mensaje es correcto,
un espíritu y carácter incorrecto resulta en la ministración de muerte en
vez de vida. Conozco de muchos
que tenían un llamado verdadero de Dios, pero tenían una obsesión por el
púlpito y no querían aprender cómo servir y amar. No querían esperar
que Dios abriera las puertas, y se abrieron puertas a fuerza, manipulando
y promoviéndose a si mismo. El daño que han causado es horrible.
- EL DON DE PROFECÍA
La profecía es cuando
Dios usa a un ser humano para declarar o proclamar el corazón, la mente,
la voluntad y las palabras de Dios. Ya vimos que el profeta actual hace
mucho más que profetizar y por eso tiene mayor autoridad. El que tiene el
don de profecía no tiene la autoridad de un profeta. El profeta es
una extensión del ministerio de gobierno de Cristo a Su iglesia. El don de
profecía es una extensión del ministerio del Espíritu Santo para edificar a la
Iglesia.
1° Co. 14:3 nos
enseña que el don de profecía es para edificar, exhortar y consolar.
Es decir, el que tiene don de profecía no tiene la autoridad para
usar la profecía para corregir a otros o para nombrar ministerios. Si la
palabra trata de algo más fuerte que edificar, exhortar o consolar,
entonces hay que dejarla a un profeta aprobado que tiene la autoridad que
comparte esa palabra. Muchos de los abusos que hemos visto en cuanto
a profecías, resultaron ser de personas que tenían un don de profecía y
trataron de actuar como si fueran profetas. O sea, ellos trataron de usar
autoridad que no les había sido dada por Dios y se extraviaron fuera de
los límites bíblicos para su nivel de ministración profética.
Algunos piensan
equivocadamente que si ellos recibieron cierta revelación, eso les da la
autoridad de proclamarla. La verdad es que la revelación no es igual que
autoridad. La revelación no es nuestra tarjeta de triunfo sobre autoridad
espiritual o autoridad bíblica.
Tenemos que actuar
solamente dentro de los límites de nuestro nivel de don espiritual
y también dentro de los límites del protocolo, que nuestro liderazgo ha
establecido.
A veces recibimos
revelación simplemente porque los dones que tenemos están funcionando. Si
usted discierne que uno tiene un espíritu de adulterio pero no
tiene relación de padre espiritual con él, entonces es mejor callarse y
orar en privado por esa persona. Dios enviará a uno que sí tenga una
relación de padre espiritual y que lo pueda corregir en amor.
Recuerda que un padre verdadero no permitirá que unos de sus hijos corrija
y discipline a otro de sus hijos. Corrección debe venir del padre. No importa que la
revelación sea correcta. Si insistimos en compartir una palabra que pertenece a
un nivel de ministración más alto de lo que tenemos, entonces estamos
entrando en rebelión y causaremos división y confusión. Tenemos que usar
sabiduría y principios bíblicos y seguir el protocolo establecido en la
iglesia. Dios es un Dios de orden y de paz.
La profecía debe de
compartir vida, 1° Co. 12:7 nos declara que toda ministración espiritual
es para provecho. Si la palabra no comparte vida, si no es edificante, entonces es
mejor callarnos. Cristo dijo que Sus palabras son espíritu y son vida. La
profecía verdadera siempre tendrá un motivo positivo y redentivo.
- EL ESPÍRITU DE LA PROFECÍA.
Apocalipsis 19:10
dice que el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía. Cuando
la presencia y testimonio de Cristo está en un lugar fuertemente, entonces
habrá un espíritu de profecía presente. Esto es lo que ocurrió en 1° Samuel
10:5-11 cuando Saúl entró la compañía de profetas que estaban adorando a
Dios con alabanza, empezó a profetizar.
Sabemos que Saúl no
era profeta. Además, sabemos que Saúl no tenía el don de profecía.
Saúl vivió durante el
Antiguo Testamento y no tenía un espíritu regenerado, porque Cristo no
había muerto y resucitado. Pero cuando llegó en donde había espíritu
de profecía, éste empezó a profetizar. Lo mismo le ocurrió a Saúl de nuevo
y también tres tropas de sus soldados en capitulo 19. En Números 11 lo
mismo ocurrió con los 70 ancianos.
Cuando hay un
ambiente que ha sido preparado con alabanza o que está cargada con
la presencia de Dios, entonces puede venir un espíritu de profecía. Cuando
eso ocurre, entonces todos podemos profetizar uno por uno según 1° Cor.
14:31. Así vemos que el poder profetizar no significa que somos más
especiales que otros hijos de Dios. Sabemos que los dones del Espíritu
Santo no se manifiestan por nuestra santidad personal, madurez Cristiana o
doctrina correcta. Los dones del Espíritu se manifiestan por gracia, mediante la
fe. Todos podemos profetizar. Cuando profetizamos, sólo significa que por fin
estamos obedeciendo a Cristo y que estamos avivando nuestros dones (2° Tim. 1:6).
Es peligroso
determinar uno sólo cuál es su nivel de ministración profético. Muchos están
engañados y piensan que su nivel es más que lo que tienen en verdad.
Es igual en la vida
natural... muchos padres de adolescentes se quejan de que sus
hijos piensan que saben todo, cuando es obvio que no es así. Muchos adolescentes
no siempre pueden captar, ni apreciar la sabiduría que sus padres les
están compartiendo. Por eso Dios nos ha dado los Cinco Ministerios,
incluso a nuestros pastores para ser nuestros padres espirituales. Esto es
para ayudarnos a determinar cuáles dones tenemos y cuál es el nivel de
autoridad que poseemos, y cómo vamos en nuestro desarrollo espiritual
y ministerial.
Sujétese a sus
autoridades y al proceso de Dios. Permita que su pastor o
apóstol identifique y reconozca el llamado que Dios le ha dado. Permítale
ayudarle en cuanto al tiempo de ser comisionado. La comisión a un
ministerio ocurre cuando nuestros pastores y líderes pueden ver el fruto
de nuestro ministerio y entonces reconocen públicamente la gracia de Dios en
nuestras vidas.
Es necesario entender lo siguiente:
• Dios no está apurado. Dios quiere que terminemos el proceso. No hay atajos.
• Para Dios, la relación que tengamos como Sus hijos, es más importante que nuestro ministerio.
• La provisión de Dios (puertas abiertas y reconocimiento ministerial) viene en la medida en la que hemos sido preparados (educación, madurez, conocimiento bíblico, relación de intimidad con Dios, nuestra habilidad de sujetarnos a nuestro liderazgo, actitud y vida de servicio).
• Podemos crecer en gracia, recibir más dones y desarrollar nuestros dones hasta que Dios nos conceda otro nivel de autoridad más alto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario