El nombre completo del “mes octavo” es Mar-Jeshván. La palabra “mar” significa “gota” y hace referencia a las primeras gotas de lluvia que caen en este mes. Hay quienes dicen que el mes recibe el apodo de mar (señor) porque en él no cae ninguna festividad.
Consideramos que la lluvia es la
manifestación física de la “fuerza de vida” en su máxima expresión. Todo
lo que vive depende del agua para sobrevivir. Nuestros cuerpos están
compuestos por un 86% de agua. La fuerza espiritual de la vida, la
compasión y la creatividad de Dios, se manifiesta concretamente por
medio de este regalo. De hecho, la palabra hebrea para "materialismo", gashmiut, significa literalmente "pluviosidad", siendo “guéshem”
la palabra para lluvia. La lluvia que vemos es la fuente del “ser” y de
“transformarse”. Tenemos que ser lo suficientemente conscientes para
verlo, en lugar de caer en la trampa de pensar que es la fuente de
“tener” y “consumir”.
Cuando abrimos nuestros ojos espirituales para ver la lluvia
como la bendición que es, cada vez que llueve nuestra consciencia es
alterada. La Escritura nos dice que la lluvia es una enorme declaración de
la presencia de Dios en el mundo cotidiano.
¿Por qué la lluvia es considerada más grandiosa que los momentos más
significativos de toda la historia? ¿En qué sentido es una fuente de
inspiración y bendición?
La respuesta es que fuimos puestos en un mundo físico con todas sus
tentaciones y con el inherente ocultamiento de la presencia de Dios.
Nuestro rol es encender una vela en un lugar oscuro y dejar que la
bondad que ella refleja ilumine todo el mundo. La lluvia otorga vida
material. Dios está allí. Cuando el mundo está en su
modo menos dramático, se requiere mucho más de nosotros para que
tengamos una relación auténtica con el Creador del mundo.
En Jeshván tenemos que tomar elecciones sobre nuestra relación con el
mundo real, con la rutina que aún tenemos que enfrentar. Tenemos que
comprometernos a no acobardarnos frente a las cosas mundanas que vemos y
ante las elecciones simples que realizamos.
Jeshván es un tiempo de gran oportunidad. Cerremos nuestros ojos,
tomemos la frase "Prosigo a la meta "y luchemos la batalla del bien, en la cuál el bien, en su
sentido más elevado, siempre prevalece.
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