El
número 3 aparece 467 veces en la Biblia. El 3 demuestra combinación en el
sentido de unidad, como en la Trinidad: Padre Hijo y Espíritu Santo. Este es un
número especial asociado con la Divinidad.
Tres
veces los serafines claman «Santo, santo, santo», por cada una de las tres
personas de la Trinidad (Is. 6:3); también los cuatro seres en Apocalipsis 4:8.
Tres veces es dada la bendición en Números 6:23-26. En estas bendiciones, el
nombre del Señor aparece tres veces. Jesucristo es mencionado como aquel «que
es, y que era y que ha de venir» (o ser) y como «el testigo fiel, el
primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra» (Ap.
1:4-5). Aquí el Señor es presentado como el divino Profeta, Sacerdote y Rey,
que muestra la perfección de Sus cargos, levantado de entre Sus hermanos (Dt.
17:15; 18:3-5 y 18:15).
El
evangelio de Cristo es visto de forma triple: la muerte, la sepultura y la
resurrección de Cristo. Él salva del pasado, santifica para el presente y
glorifica en el futuro a través de la regeneración, transformación y
transfiguración. Más aún, Su gran cuidado pastoral lo identifica como: el «Buen
Pastor» en la muerte (Jn. 10:14), el «Gran Pastor» en la resurrección (Heb.
13:20), y el «Príncipe de los pastores» (1° Pedro 5:4).
Son
tres los predicados de Dios: «Dios es amor» (1º Jn. 4:8, 16). Nosotros debemos,
por tanto, «andar en amor» (Ef. 5:2). «Dios es espíritu» (Jn. 4:24). Somos
exhortados a «andar en el espíritu» (Gál. 5:16). «Dios es luz» 1º Jn. 1:5).
Nosotros debemos «andar en la luz».
El
tres es llamado «número divino» por ser mencionado con frecuencia en relación
con las cosas santas: «El Espíritu, el agua y la sangre»
son los testigos divinamente perfectos de la gracia de Dios en la tierra (1º Jn.
5:18). La forma bautismal tiene carácter triple (Mt. 28:19). Tanto el templo
como el tabernáculo estaban constituidos por tres partes: el atrio, el Lugar
Santo y el Lugar Santísimo. Asimismo, el hombre tiene tres partes: cuerpo, alma
y espíritu. (1º Ts. 5:23). Los dones de la gracia son tres: Fe, esperanza y
amor, repetidos cinco veces.
Puede
percibirse la naturaleza triple de la tentación, en Juan 2:16: «los deseos de
la carne», «los deseos de los ojos», y «la vanagloria de la vida». Esto se
manifestó en nuestros primeros padres, cuando Eva vio (Gn. 3:6) que el árbol
del conocimiento del bien y del mal era «bueno para comer», «agradable a los
ojos», «codiciable para alcanzar la sabiduría». Contra esta triple naturaleza
de la tentación, «el último Adán», cuando era tentado por el mismo tentador,
repitió tres veces las palabras «está escrito».
Los
tres enemigos del hombre son: el mundo, la carne y el diablo. El mundo se opone
al Padre (1ª Jn. 2:15,16). La carne se oponen al Espíritu (Gál. 5:17). El
diablo se opone al Hijo (la Palabra viva, Mt. 4:1 y Jn. 3:8; y la palabra
escrita, Jn. 8:44).
El
tres es también el número de la plenitud y perfección divinas. Si en Cristo
habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col. 2:9), ¿Cuál es,
entonces, la medida de Jesucristo? Es interesante observar que la palabra
«plenitud» es notable, apareciendo sólo tres veces y siempre en relación con la
Deidad: «la plenitud de Dios» (Ef. 3:19), «la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13),
«la plenitud de la Deidad» (Col. 2:9).
En
relación a la plenitud divina, el número tres sugiere llenura, perfección
divina. Por ejemplo, los tres hijos de Noé (Gn. 6:10); los tres amigos de Job
(Job. 2:11); los tres invitados de Abraham (Gn. 18:2); los tres amigos de Daniel
(Dn. 3:23). En la Biblia podemos ver, también el triple llamado de Samuel (1°
S. 3:8); las tres oraciones de Jesús en el Jardín de Getsemaní; las tres
oraciones de Pablo por causa del aguijón en la carne (2 Co. 12:8), las tres
negaciones de Pedro y la pregunta triple del Señor a Pedro.
En
un gran número de pasajes, el número tres es usado para expresar períodos de
fe. Tres noches de vigilia, tres días; tres semanas; tres meses y tres años
(verifique Jc. 7:19; Gn. 40:12, 13, 18; Éx. 2:2; Is. 20:3; Jn. 1:17; Mt. 15:32;
Hch. 9:9; 2 Co. 12:8). Jesús fue crucificado en la hora tercera y hubo tres
horas de tinieblas cuando él estaba en la cruz. Su gran tentación en el
desierto vino de manera triple (Lc. 4:3-10). El testimonio divino relativo a
nuestro Señor fue completado en la voz triple que vino del cielo (Mt. 3:17;
17:5; Jn. 12:28). Las inscripciones en la cruz en tres idiomas, muestran su
completo rechazo por el mundo. El mundo es aquí representado de tres maneras:
por la religión hebrea, por la cultura griega y por el poder militar romano,
simbolizando el contexto religioso, el cultural y el político.
El
número tres también representa la resurrección.
Jesús dijo: «Como estuvo Jonás
en el vientre del gran pez tres días y tres noches así estará el Hijo del
Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches» (Mt. 12:40). En Juan
2:19, él dijo a los judíos: «Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré». En el verso 21 Jesús dice que él está hablando del templo de su
cuerpo. Como fue predicho, Jesús resucitó de la muerte en el tercer día. Jesús
resucitó a tres personas cuando estuvo en la tierra. En el Antiguo Testamento,
hay registrados también tres casos de personas resucitadas (1º R. 17:9-24; 2º R.
4:18-35; 2º R. 13:21). Es interesante observar que hubo un total de seis
personas resucitadas. Estas seis resucitaron, sin embargo murieron nuevamente.
El séptimo resucitado fue el propio Señor Jesús, y a través de su resurrección
toda la humanidad puede resucitar otra vez. Él jamás murió de nuevo, como en el
caso de los seis, sino que vive triunfante para siempre.
Otro
tipo de la resurrección es visto en «la jornada de tres días por el desierto»
del pueblo de Israel antes de atravesar el Mar Rojo. Estos tres días
transcurrieron inmediatamente después de la muerte del Cordero Pascual en
aquella noche memorable e histórica. Leemos en Éxodo 14:27: «Entonces Moisés
extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza...»
Esto es, cuando el día nació. Israel había salido de la sepultura del agua y
estaba irguiéndose, típicamente, en la resurrección. Ahora comparemos este
incidente con aquel que está registrado en Mateo 28:1: «Pasado el día de
reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la
otra María, a ver el sepulcro». El registro continúa diciendo que ellas
encontraron el sepulcro vacío y que les fue dicho por los ángeles que él había
resucitado de los muertos. Tenemos, entonces, el tipo y el antitipo: tres días
después de haber sido muerto el Cordero Pascual, los israelitas atravesaron el
Mar Rojo, y tres días después que Cristo, nuestra pascua (1ª Co. 5:7), fue
crucificado, resucitó de los muertos.
Tres
veces las aguas del Jordán fueron partidas (Jos. 3; 2º R. 2:6-8; 2º R.2:13-14).
En la jornada de Egipto a Canaán, los hijos de Israel tuvieron que pasar por el
Mar Rojo y el Jordán. En la tipología, el Mar Rojo y el Jordán hablan de la
muerte y de la resurrección de Cristo y con Cristo; sin embargo, el primer día
hace énfasis en la liberación de Egipto, y el segundo en la entrada a la
tierra.
Jesús
habló tres veces respecto de aquellos que creen en él: «Yo lo resucitaré en el
día postrero» (Jn. 6:40, 44, 54). Tres veces la resurrección del pueblo del
Señor está ligada con el regreso de Cristo (1ª Co. 15:22-23; Fil. 3:20-21; 1ª
Ts. 4:16).
Es
fácil ver la ligazón entre el número tres y el número de la Trinidad, y ese
mismo número tres como el número de la resurrección. Padre, Hijo y Espíritu
hablan plenamente de Dios. El tres es, por lo tanto, el número de la
manifestación. Por otro lado, la resurrección es claramente aquella obra de él
donde el poder humano llega a su fin; Cristo resucitó de los muertos al tercer
día, «que fue declarado (manifestado) Hijo de Dios con poder... por la
resurrección de entre los muertos».
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