“Les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado. Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud.» Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Los discípulos salieron y predicaron por todas partes, y el Señor los ayudaba en la obra y confirmaba su palabra con las señales que la acompañaban.” (Marco 16:15-20 NVI)
Jesús vivió su vida en un avivamiento continuo. El estilo de vida que enseñó a vivir a sus discípulos fue su misma vida impartida en ellos. ¡Es la misma vida que tiene para nosotros hoy!
Permanecer en Jesús nos hace vivir su vida. Siguiendo sus pasos somos guiados a hacer lo mismo que Él hizo cuando caminó por las calles y entre la gente. Los resultados: salvación, sanidad, libertad, alegría, milagros.
La Iglesia primitiva nació en avivamiento. Nosotros queremos vivir lo mismo y aún más: “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos. (Hageo 2:9 RVR 60)
Levantemos nuestro clamor por un nuevo despertar del pueblo de Dios. Una Iglesia llena del Espíritu Santo viviendo como Jesús en la Tierra.
¡Dios nos llama a ser parte de su plan!
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