1.
Desarrollar una Vida Continua de Oración.
Jesucristo
habló de velar y orar para no caer en tentación. Una de las cualidades que
desarrollamos en la oración, es el dominio propio. Esta virtud es la que nos
permite no ceder ante la tentación y permanecer firmes.
«Velad
y orad vara que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil» (Mateo 26.41).
«Orad
sin cesar» (1 Tesalonicenses 5.17).
2.
Leer y Estudiar la Palabra de Dios.
El
permanecer en la lectura y en el estudio de las escrituras es muy importante,
ya que llena los vacíos que quedan en nuestra vida después de ser liberados. La
palabra de Dios debe ser el ancla que sostiene firme cada alma. Nadie puede retener su liberación si
no dedica tiempo para leer, meditar y confesar la palabra de Dios. Confiese versículos bíblicos que hablen acerca de
la liberación sobre su vida.
«La
palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos:
penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4.12).
«Lámpara
es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino» (Salmo 119.105).
3. No dejar de congregarse.
La
oveja que se aparta del rebaño es la que corre más peligro de que el enemigo la
destruya. Congregarse le permitirá compartir y desarrollar compañerismo con
otros hermanos, que le pueden ayudar a crecer espiritualmente. Usted debe someterse
a la autoridad de su pastor y darle cuentas de cómo le va después de la
ministración.
4.
Crucificar la Carne y el Ego.
Tome
su cruz diariamente y siga al Señor Jesucristo. Rompa todos los viejos patrones
y hábitos que le han mantenido ligado a los espíritus malignos. Debemos estar
dispuestos a negarnos a nosotros mismos y a crucificar nuestra propia carne. Si
los apetitos y los deseos de la carne no se llevan a la cruz, se deja una
puerta abierta para que los demonios regresen.
«Y
decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día y sígame» (Lucas 9.23).
«…
y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí» (Mateo
10.38).
5.
Apartarse del Pecado.
El
separarse del pecado implica separarse de lugares, personas y circunstancias
que sean un medio para inducirle a pecar. El separarse del pecado también
incluye deshacerse de revistas, materiales, objetos y todo aquello que esté
relacionado con el pecado (Proverbios 1.15).
«El
que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de
ellos alcanzará misericordia» (Proverbios 28.13).
6.
Revestirse con la Armadura de Dios.
La manera como nos revestimos con la
armadura espiritual es con la oración y a través de los dichos de nuestra boca. Es importante que nos vistamos con la
armadura antes de salir del hogar y nos la coloquemos pieza por pieza. Recuerde
que Dios no se la va a poner; es usted quien tiene que hacerlo.
«Por
lo demás, hermanos míos, fortaléceos en el Señor y en su fuerza poderosa.
Vestíos de toda la armadura de Dios, par que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo» (Efesios 6.10-11).
7.
Cubrirse con la Sangre de Jesús.
Cada
vez que tenga su tiempo de oración, use la “Sangre de Jesús” para cubrir su
mente, su espíritu, su alma y también a su familia. La sangre de Jesús nos
cerca con una barrera de protección que el enemigo no puede penetrar. Es
necesario cubrirse diariamente con su sangre, al igual que ponerse la armadura
espiritual.
«Ellos
lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, que menospreciaron sus vidas hasta la muerte» (Apocalipsis
12.11).
8.
Desarrollar un Espíritu Perdonador.
Una
de las mayores razones por las cuales el enemigo puede venir a oprimir a los creyentes,
es porque guardan resentimiento y falta de perdón en sus corazones. Después de
perdonar a los que nos han ofendido en el pasado, tenemos que entender que
vivimos en un mundo en el que siempre encontraremos a alguien que nos va a
herir nuevamente. Por eso, es necesario que inmediatamente vuelva a perdonar y
que desarrolle un espíritu perdonador. (Mateo 18.21-35).
9.
Resistir al Diablo.
Dios
nos ha dado armas espirituales; úselas para resistirlo. Estas armas son: la
sangre de Jesús, la Palabra, el ayuno, los ángeles, la unción del Espíritu
Santo, la alabanza y la oración.
«Someteos,
pues a Dios: resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4.7).
10.
Renovar Nuestra Mente.
La
forma en que los demonios pueden intentar regresar es a través de la falta de
disciplina. La mente es un campo de batalla. Usted debe desalojar las
imaginaciones y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Recuerde que usted tiene el poder y la autoridad
dados por Dios para echar fuera demonios de su mente y para reprender cualquier
ataque que venga a su vida.
«Porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas» (2 Corintios 10.4).
Cuán
importante es saber que la palabra de Dios promete libertar a todo aquel que se
sienta esclavizado y oprimido por las fuerzas demoníacas. El nombre de
Jesucristo es la máxima autoridad para romper cualquier atadura de las
tinieblas y hacer libre completamente a todo aquel que esté dispuesto a creer
en Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario