40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. / 41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; / 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. / 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. / 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; / 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. / 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. / 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. / 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. / 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? / 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. / 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. / 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:40-52)
El primer hijo en la Biblia fue Adán, pero él no tuvo un padre de carne y hueso, pues su padre directo era Dios. Tampoco tuvo una madre, ya que fue el primer ser humano sobre la tierra, no hubo otro humano que le precediera. Cuando Adán tuvo relaciones con su mujer Eva, pudo nacer el primer hijo de hombre y mujer, que fue Caín. Como nació después que sus padres pecaron de desobediencia, fue concebido con la semilla de la rebelión en su corazón. La primera pareja tuvo los hijos suficientes como para dar inicio a la raza humana. Se nombra a los principales: Caín, Abel y Set. Luego se sucederían, generaciones tras generaciones, miles de hijos de seres humanos, muchos de los cuales son ejemplos en la Escritura, en el sentido de que se narra sus actos buenos y malos, sus virtudes y defectos, y las consecuencias que ellos les trajeron. Pero, si hemos de buscar un paradigma de hijo tenemos que acudir a Jesús, el hijo de José y María, Jesucristo, el Hijo de Dios.
Habiendo ya tratado acerca de los roles del padre y esposo, y de la madre y esposa, a la luz de la Escritua, ahora corresponde que nos detengamos a considerar a los hijos. La primera pregunta que nos haremos nos llevará a respondernos cuál es la responsabilidad que tienen los hijos hacia sus padres, y es la siguiente:
¿Qué ordena
Dios a los hijos?
Antes de responder ordenadamente esta interrogante, analicemos el caso de Jesucristo como hijo de José y María, y como Hijo del Padre.
Antes de responder ordenadamente esta interrogante, analicemos el caso de Jesucristo como hijo de José y María, y como Hijo del Padre.
“40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. / 41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; / 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. / 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. / 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; / 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. / 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. / 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. / 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. / 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? / 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. / 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. / 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (Lucas 2:40-52)
Jesús crecía y se hacía fuerte, como todo niño bien amado por sus padres, toda vez que Él era, además el Hijo de Dios. Este niño crecía, se fortalecía y adquiría sabiduría. Esta es una virtud infusa por el Espíritu Santo, no es una característica que se adquiera por mucho estudio o conocimientos dados por maestros. La Palabra de Dios dice que Él “se llenaba de sabiduría”, en otras palabras la gracia de Dios era observable en Él y parecía cada vez mayor. Dice que “la gracia de Dios era sobre él.”
Los versos anteriores relatan un hecho doloroso para sus padres terrenales, pero que da cuenta de la verdadera procedencia y prioridades de Jesús. Era tradición familiar que José, María y Jesús viajaran cada año a Jerusalén durante las fiestas de Pascua. Lo venían haciendo durante doce años. Cuando Jesucristo cumplió los doce, se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus papás. Éstos le buscaron entre los parientes y conocidos, sin hallarle. Recién a los tres días le encontraron. Estaba en el templo discutiendo con los doctores de la ley asuntos teológicos. Todos estaban sorprendidos de su perspicacia.
Más sorprendente fue su respuesta cuando su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.” Él respondió: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” De esta respuesta nada infantil, sino de Alguien muy maduro y que tiene muy claro hacia dónde se dirige y a Quien está sujeto, se desprenden las siguientes conclusiones:
1. Los padres de Jesús aún conociendo su origen divino, por experiencias de la Anunciación y la Encarnación, se preocupan. Él pregunta “¿Por qué me buscabais?” Ellos le buscan porque lo habían perdido. Como humanos habían extraviado a su hijito, un ser muy amado, como cualquier padre de este mundo se habría angustiado.
2. Este asunto nos puede llevar a una conclusión más profunda: todos los seres humanos buscamos al Hijo de Dios, buscamos a Dios, que se nos ha perdido. Y Éste nos pregunta “¿Por qué me buscabais?” Estando tan cerca de cada ser humano, extrañamos a Dios. Él se revela a traves de: la creación y la Palabra de Dios. Necesitamos confiar y entregarnos a Él
3. José y María desconocían la tarea que debería cumplir Jesucristo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” De ahora en adelante Él se avocaría a prepararse para la misión que cumpliría a partir de los 30. En este relato el Hijo les enseña cuál será su trabajo, su “negocio”.
4. Como seguidores de Jesús tenemos idéntica prioridad, estar en “los negocios del Padre”. Esta es la tarea más importante en la vida de un cristiano: dar fruto abundante. Los frutos son las virtudes cristianas, las obras de amor y la multiplicación en nuevos cristianos.
5. Como Jesús, cada cristiano debe estar sometido primeramente al Padre
celestial. Los padres humanos son imperfectos, aún cuando la mayoría aman a sus
hijos. Mas Dios es el Padre Perfecto, Santo, Omnipotente, Omnipresente y
Omnisciente, al que todo cristiano debe obedecer en primer lugar.
Sigue la Biblia contando que sus padres “no entendieron las palabras que les
habló” al momento, pero luego lo meditarían y “su madre guardaba todas estas
cosas en su corazón”. Lo sucedido no fue un acto de desobediencia sino de
aclaración para los padres, los maestros de la ley, el pueblo y nosotros, que
Él debía primero obediencia al Padre. Jesús “volvió a Nazaret, y estaba sujeto
a ellos”, sus padres.
“Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los
hombres” Asimismo debe crecer cada niño en este mundo. Es un derecho del niño
recibir el cuidado y la formación de sus padres, la sociedad y la Iglesia, para
adquirir ese desarrollo integral, que abarca:
a) Crecer en sabiduría. La familia, la Iglesia y la sociedad deben posibilitar
al niño los elementos necesarios para adquirir sabiduría eterna ante la vida.
Esto es posible por medio del conocimiento de la Sagrada Escritura, revelación
de Dios; el aprendizaje de la comunión con Dios en la oración, adoración,
alabanza y meditación; la adquisición de los valores cristianos basados en las
virtudes fundamentales de fe, paz, amor y esperanza; y el desarrollo de una
actitud reflexiva e investigativa ante la vida; y todas las experiencias que le
otorguen una visión trascendente de la vida.
b) Crecer en estatura. Hay una estatura física, que es como el niño es visto
por otros, pero también hay una estatura moral, que es cómo se percibe a si
mismo. En la medida que la persona tenga una conciencia viva que le acuse o
apruebe ante sus propios actos, sentimientos y pensamientos, su estatura moral
y espiritual crecerá. Todo niño tiene el derecho de ser educado en ese ámbito,
el moral y ético. Los 10 mandamientos y todas las directivas de Jesucristo
apuntan a la formación de una conciencia moral y el comportamiento requerido
por Dios a los ciudadanos del Reino.
c) Crecer en gracia para con Dios y los hombres. La gracia es el favor
inmerecido de Dios para con los seres humanos. Hemos sido salvados por Su
gracia. Crecemos en la gracia cuando nos sometemos a la Divinidad y amamos Su
voluntad. La gracia según los hombres es una cualidad o conjunto de cualidades
que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene. Crecemos en ese tipo de
gracia cuando nuestro comportamiento es una expresión del amor de Dios,
traducido en amor al prójimo. Paciencia, bondad, humildad, delicadeza,
altruismo, serenidad, jovialidad, compasión, magnanimidad, son cualidades que
alcanzan gracia para con los hombres. La educación y la religión pueden
conducir al niño a la adquisición de estas virtudes, pero es el Espíritu Santo
quien las produce como fruto. La familia, la Iglesia y la escuela tienen por
deber facilitar estos desarrollos, labor que no siempre cumplen.
¿Estamos brindando al niño, como padres, pastores y maestros, las oportunidades
para adquirir este crecimiento? ¿Estamos ocupados primeramente en los negocios
del Padre? ¿Somos adultos respetuosos del llamado o vocación de los niños?
RESPONSABILIDAD DE LOS HIJOS HACIA LOS PADRES.
Veamos cual es la responsabilidad de los hijos hacia los padres, según lo que
Dios nos enseña en la Biblia.
a) Honra a tus padres.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yhwh
tu Dios te da.” (Éxodo 20:12)
La Biblia enseña a los hijos a honrar a sus padres. Honrar es respetar, acatar
a una persona, enaltecer o premiar un mérito, es dar honor a quienes nos
trajeron a la vida. Gracias a nuestros padres hemos podido acceder a esta
existencia y fuimos alimentados, formados y educados para la vida. Ellos
merecen toda nuestra honra pues nos dieron lo más valioso en este mundo: la
vida. Sea cual sea su comportamiento debemos respetarlos durante toda la vida.
El niño debe respetarlos y acatar sus órdenes, salvo en casos extremos, cuando
un padre solicita algo inaceptable. Todo hijo debe enaltecer y premiar a sus
padres, especialmente cuando es adulto; cuando niño es una obligación, cuando
grande un deber moral. Demos honor a quienes nos trajeron a la vida.
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; / para
que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:2,3)
El apóstol Pablo se refiere a este mandamiento y señala “que es el primer
mandamiento con promesa” Dios promete a quienes honran a sus padres: éxito en
la vida y largura de días. Honrar a los padres es saludable para el alma
porque:
1) La persona no se siente culpable de maltrato a quienes le dieron el
ser sino que contenta consigo misma;
2) Los padres se sentirán amados y
reconocidos, y darán más cariño a su hijo/a;
3) Estarán sembrando para su
propio futuro como padres, de acuerdo al texto que dice “Pero esto digo: El que
siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra
generosamente, generosamente también segará.” (2 Corintios 9:6)
“Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la
alaba” (Proverbios 31:28)
Como una reacción natural hacia el amor y dedicación de los padres, los hijos
los reconocen y honran. En el capítulo anterior vimos que la madre virtuosa es
querida por su familia, es una gran bendición y sus hijos la admiran, por algo
muy concreto: al levantarse cada mañana encuentran todo muy bien preparado.
¿Por qué la llaman bienaventurada? Porque ella es buena en grado superlativo.
La mayor honra que los seres humanos podemos recibir es disfrutar de las
bienaventuranzas. Nombrar a alguien como “bienaventurada” es dar gran honor. Es
el caso de María, como lo registra Lucas: “46 Entonces María dijo:
Engrandece mi alma al Señor; / 47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
/ 48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me
dirán bienaventurada todas las generaciones. / 49 Porque me ha hecho grandes
cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (Lucas 46-49)
b) Obedece las instrucciones de tus padres.
“El día que estuviste delante de Yhwh tu Dios en Horeb, cuando Yhwh me dijo:
Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales
aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las
enseñarán a sus hijos” (Deuteronomio 4:10)
Es deber de todo padre entregar las enseñanzas de Dios a sus hijos y es deber
de los hijos escucharlas y obedecerlas. Es Dios mismo quien indica esto. Los
pastores reúnen al pueblo de Dios y le hacen oír Sus enseñanzas, para que las
comprendan, memoricen, apliquen y además las enseñen a sus hijos. Lo que el
Señor desea es que todos aprendan el temor de Yhwh, que le respeten y vivan
acorde con Sus valores, principios, mandamientos. Tanto los padres como los
hijos deben obedecer las instrucciones de Dios.
“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu
madre; / Porque adorno de gracia serán a tu cabeza” (Proverbios 1:8,9)
El padre instruye, es decir entrega enseñanza acerca de Dios, la Biblia y la
vida. La madre da dirección a esa enseñanza, instala valores y aprendizajes,
hace práctica la lección del papá. El hijo debe oír al padre y considerar
respetuosamente lo que su madre le recalca y enseña. El resultado de ello será
como tener un hermoso sombrero, algo que todo el mundo apreciará como gracioso
y bello en nosotros, algo admirable. Internamente, dentro de mi cabeza, en mi
mente, será andar conforme al pensamiento de Dios. Por lo tanto será muy
beneficioso para la vida del hijo escuchar y apreciar la instrucción y
dirección de sus padres.
“Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; /
Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán.” (Proverbios 3:1,2)
Es muy bueno conocer los mandamientos del Señor, saber qué es lo que quiere Él
para el ser humano, cuál es Su voluntad con nosotros. Un hijo jamás debe
olvidar la enseñanza de sus padres, como el hijo de Dios no debe menospreciar
ni olvidar la ley de Dios. Los mandamientos son guardados en el corazón. El
resultado de ello es:
1) larga vida, buena salud;
2) paz. Indudablemente que
la persona que sigue los buenos consejos y los mandamientos del Señor, tendrá
paz en su alma y ello le ayudará en mantener una buena salud espiritual y
física, lo que le traerá largura de días.
“Venid, hijos, oídme; El temor de Yhwh os enseñaré.” (Salmos 34:11)
El padre llama al hijo y le dice “escúchame, te enseñaré el temor de Dios” No
hay cosa más bella en la tarea de un padre y una madre, que enseñar a sus hijos
el reverente temor al Señor. Por su parte, los hijos apreciarán tal entrega de
sus padres. Lo mejor que un hijo puede heredar de sus padres es la fe en
Jesucristo.
c) Obedece a tus padres.
“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu
madre” (Proverbios 6:20)
El hijo debe guardar en su mente y en su corazón el mandamiento y la enseñanza
de sus padres; no descartar aquellos principios que ellos con amor sembraron en
su vida. Los padres siempre anhelan lo mejor para sus hijos y éstos, aconseja
la Palabra de Dios, deben atesorar y no abandonar esos consejos, porque vienen
como de Dios.
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.” (Efesios
6:1)
Lo justo delante de Dios es que los hijos obedezcan a sus padres.
“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.”
(Colosenses 3:20)
A Dios le agrada que los hijos obedezcan a sus papás. Así como Él se agrada de
la fe de Sus hijos, también se agrada de los hijos que son obedientes a los
padres. Hay una línea muy delgada entre fe y obediencia. Fe en Dios implica
obediencia a las autoridades. En el caso de la familia, los padres son una
autoridad.
d) Respeta a tus padres.
“Oye a tu padre, a aquel que te engendró; Y cuando tu madre envejeciere, no la
menosprecies.” (Proverbios 23:22)
En la primera cláusula de este versículo se mira hacia el pasado, “aquel que te
engendró” en cambio la segunda cláusula nos orienta al futuro “cuando tu madre
envejeciere” Escuchar al padre que lo engendró, el que representa mi raíz,
procedencia, genealogía, es una orden del Señor. Respetar y no menospreciar a
la que envejecerá, se enfermará, estará más débil, quizás pierda sus
facultades, pero es la que toda su vida de madre dedicó su amor al hijo, es un
santo llamado del Señor. Tanto al padre como a la madre, tanto al representante
de la ascendencia familiar como a la que nos alimentó, formó y amó con maternal
cuidado, debemos el mayor respeto.
e) Cuida a tus padres.
“Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos
para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo
bueno y agradable delante de Dios.” (1 Timoteo 5:4)
Hay un deber de gratitud de los hijos hacia los padres. La Biblia enseña que
hijos y nietos deben aprender a demostrar su piedad, primero con la familia,
devolviendo a los padres el amor que ellos les han brindado. Esto es lo
correcto para el Señor. La familia debe hacerse cargo de la viuda o del padre
anciano, demostrar en alguna forma su gratitud y “recompensar” una vida de
entrega como papá o mamá. Como los padres cuidan a sus hijos en la infancia y
juventud, los hijos deben cuidar a sus padres en la ancianidad.
“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María
mujer de Cleofas, y María Magdalena. / Cuando vio Jesús a su madre, y al
discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí
tu hijo. / Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el
discípulo la recibió en su casa.” (Juan 19:25-27)
La última lección de Jesucristo a sus discípulos, antes de morir, la da en la
cruz, cuando encarga al apóstol Juan el cuidado de su madre. Ella, ya viuda,
quedaría sola sin su hijo mayor ni nadie que la cuidara. El Maestro nos enseña
con Su ejemplo cómo los hijos debemos velar por nuestros padres en su
ancianidad. Jesús cuidó de su madre hasta después de muerto. Los hijos
cristianos necesitamos aprender ese cuidado que el Señor mostró por su madre.
Hasta ahora hemos visto cuál es la voluntad de Dios para con los hijos, sean
estos niños, jóvenes o adultos. Siempre nuestro deber será honrar a nuestros
padres. ¿Está haciéndolo usted? El deseo de Dios es que obedezcamos las
instrucciones de nuestros padres, mientras estemos en el hogar bajo su tutela.
Todo hijo necesita autoridad que le gobierne y por tanto debe obedecer a sus
padres. El respeto a los padres nos asegura la misma actitud de nuestros hijos
en la adultez y ancianidad, como una larga vida, saludable y feliz, ya que es
“el primer mandamiento con promesa”. Finalmente, el Señor nos enseña: cuida a
tus padres, pues nos trajeron a este mundo, nos cuidaron y siempre nos amarán.
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