PROMESA

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sábado, 23 de abril de 2016

ALZAD PUERTAS VUESTRAS CABEZAS



Fue durante el Pesaj que Yhwh ordena al pueblo reunirse por familia compartir el cordero y pintar con su sangre el dintel de la puerta, para que de esta manera el ángel del Señor que descendería esa noche no tocase a los primogénitos, extiende este mandato a las generaciones futuras.
Era una señal imborrable de su amor por su pueblo, la señal de que saldrían de la esclavitud a una vida mejor, a una tierra prometida donde la leche y la miel fluían.
Solo para encontrarse una vez más con un pueblo duro de cerviz, cuarenta años dieron vueltas pereciendo una generación completa por la incredulidad, por la falta de visión,  por aferrarse al pasado, a la conveniencia de lo conocido y el temor de lo que vendría.
Hemos aprendido con el pasar del tiempo que el hombre a pesar de las oportunidades que Dios le entrega vuelve a caer en las mismas situaciones, la idolatría, la desobediencia y las rebeliones, dejan de mirar la meta para entretenerse viendo el paisaje del camino.
El apóstol Pablo en varias ocasiones nos advierte  que sabemos lo que es correcto hacer, pero no lo hacemos. Pareciera un cuento de nunca acabar, pero si tuvo un fin, uno muy caro.
Cristo vertió su sangre, hasta la última gota para que no tuviésemos que pagar nosotros, no teníamos cómo, y nos permitió entrar en la gracia un ciclo perfecto delante de Abba, donde no hay que mirar como cruzar la puerta, porque nosotros nos convertimos en una, una por donde pasa el Rey de Gloria.
En este tiempo muchos religiosos siguen rituales que fueron anulados por el Amor, cuando Jesús lavo los pies de los discípulos y Pedro quiso que lo bañara completamente, para ser completamente limpio, el maestro le respondió que aquel que estaba limpio no necesitaba más que limpiar sus pies, en clara referencia al Salmo 119, ¿con qué limpiaremos nuestro camino? con guardar su Palabra.
Aquellos a quienes el bautismo lavo sus pecados, con qué mantienen limpios sus pies, su andar o su caminar, con guardar su Palabra.
No quiero decir con esto que lavar los pies a nuestros semejantes este mal, sino que simplemente simboliza el servicio, el amor de los "señores" de las congregaciones a los "siervos".
Era su forma de decirles que le mayor siempre, en todo momento debía servirle al menor, no al revés.
Lamentablemente vemos que este ejemplo se llevo al simplismo más absurdo y ritualizamos este acto de Amor, lavando los pies con agua.
La sangre del cordero esta sobre nuestras cabezas, corre por nuestras vestiduras, santificándonos, está en nosotros y nosotros somos parte de su cuerpo, él comió las hiervas amargas, él partió el pan y lo guardo durante tres días en un sepulcro, ¿Y lo queremos simbolizar? El mayor símbolo de todos es que nosotros hemos juntamente con él resucitado, ya nada está oculto, la amargura desapareció para nosotros.
Que este tiempo sea cumplido en el diseño del Padre, para nuestras vidas, en gratitud por el sacrificio, alegría por la resurrección, fiesta porque ya no hay muerte, gozo porque la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, no tiene vencimiento, ayer, hoy y siempre.
Las mujeres cuando dan a luz, celebran la vida que nace, no el dolor que pasaron.
Celebremos la vida, no recordemos  la muerte.
No es el camino, ni la meta, lo que honramos,  es la victoria.





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