El día del Perdón, es una de las "Fiestas solemnes de YHWH" que encontramos en Levítico 23:2,26-32 y que se celebra en el décimo día del mes de Tishrei (septiembre-octubre). En hebreo esta Fiesta es conocida como "Yom Kippur" o Día de la expiación; también se le conoce como el "Día del arrepentimiento".
Era la Fiesta más solemne e importante en el calendario festivo religioso, pues representaba el Día del juicio, cuando el Sumo sacerdote y el pueblo recibían el perdón de Dios por los pecados cometidos en el año, que recién culminaba.
La Fiesta del Perdón era antecedida por diez días de oración, ayuno y arrepentimiento, también conocidos como "Días del temor reverente" (Yamim Noraim), que comenzaban el primer día del mes de Tishrei, con la celebración de la Fiesta de las Trompetas (Yom Teruah), con la cual Dios, a través del sonido de las trompetas (shofar), llamaba a Su pueblo al arrepentimiento y a volverse a Él (Heb. "teshuvá": retornar, volverse), para ser juzgados y recibir el perdón.
En el Nuevo Pacto en Jesucristo, el problema del pecado y el perdón de nuestros pecados está resuelto "de una vez y para siempre", mediante la sangre del Cordero de Dios, Cristo Jesús. Como bien lo dice el autor de la carta a los Hebreos:
"Pero estando ya presente Cristo, Sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención." (Heb. 9:11-12)
El sacrificio perfecto de Jesucristo en la cruz, proveyó la solución total y definitiva al problema del pecado, tanto del pueblo de Israel como de toda la humanidad (Heb. 9:11-12; 24-25). Como lo dice el autor de Hebreos "Cristo habiendo ofrecido una vez y para siempre un solo sacrificio por los pecados se ha sentado a la diestra de Dios... porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados" (10:12-14).
Jesús, siendo sin pecado y sin defecto, tomó nuestro lugar, tomó nuestros pecados, maldiciones y enfermedades sobre sí y murió en nuestro lugar. En ese acto de supremo amor por la humanidad, en la cruz del Calvario, Él fue la ofrenda para la expiación y el sacerdote (mediador) ante Dios (Isaías 53:3-12; 1ºPedro 2:22-24; Hebreos 9:13-15).
Así que, el retorno a Dios para el creyente o discípulo de Jesucristo debe ser continuo, diario y constante, aplicando la sangre de Jesucristo al error o pecado particular que haya cometido. Pero su problema principal con Dios ya ha sido resuelto, una vez y para siempre, en la cruz del Calvario. Así nos lo hace saber en su primera carta el apóstol Juan:
"Éste es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso y su palabra no está en nosotros." (1º Jn. 1:5-10)
Es decir, el discípulo de Jesucristo, que está en luz, que está en comunión con el Espíritu de Dios, que disfruta de la naturaleza divina por la presencia del Espíritu en él o ella, no "practica el pecado". El pecado no es una practica en su vida, sino que peca ocasionalmente, en el lenguaje bíblico "yerra el blanco", ofende sí, hace daño, peca, pero su pecado no es de muerte eterna; si el discípulo se arrepiente, confiesa su pecado, cesa el error y se aparta de su mal proceder, la promesa divina es que "Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad."
Así, el debido retorno a Dios renueva la relación entre el discípulo y Su Maestro, entre el siervo y su Señor, entre el hijo y su Padre celestial. La mejor ilustración de esta verdad la podemos encontrar en la parábola del padre fiel (conocida como la del hijo pródigo, Lc. 10:10-32). Ambos hijos pecaron contra su padre, el menor por desobediencia y decadencia, y el mayor por envidia y celos; pero ambos NUNCA dejaron de ser hijos. El padre no dejó de amarles, de educarles, exhortarles y perdonarles. De hecho, el padre anima y exhorta al mayor a perdonar el error y el pecado de su hermano menor. Así es nuestro Padre celestial con Sus hijos e hijas. Siempre está dispuesto a amarnos y a perdonarnos. Y la Fiesta del perdón es una excelente oportunidad para que recordemos esta gloriosa verdad y virtud de nuestro Dios.
Cuando retornamos a Dios, examinamos nuestras formas de ser y de actuar, identificamos dónde estamos haciendo mal, qué estamos haciendo mal y "retornamos" a nuestro estado previo de santidad, mediante la sangre de Jesucristo. En este proceso "retornamos" también hacia una sana y fructífera relación con nuestro Padre celestial.
Para que suceda el debido "retorno a Dios", necesitamos realizar cuatro pasos (1ºJn. 1:5-10):
- ARREPENTIRNOS de nuestro pecado. Es decir, reconocer que hemos hecho mal, que hemos hecho daño o hemos ofendido a Dios o a nuestro prójimo. Y eso genera dolor o lamento en nuestra alma.
- CONFESAR nuestro pecado. Verbalizar o expresar con nuestra boca que hemos pecado. El arrepentimiento es la confesión de nuestro pecado en el espíritu, en nuestra mente y nuestra alma; pero es necesario que ese arrepentimiento, ese reconocimiento del daño hecho sea expresado verbalmente y entre en el ámbito o esfera de nuestras relaciones humanas o terrenales.
- CESAR el acto ofensivo o pecaminoso. No es suficiente solamente reconocer en nuestro espíritu y confesar con nuestra boca que hemos pecado, que hemos ofendido o hecho daño, tenemos que cesar la acción ofensiva o pecaminosa. De lo contrario, es como si reconocemos que hemos golpeado al prójimo, nos lamentamos de haberlo hecho, pero seguimos golpeándolo... Si decidimos retornar a una buena relación con Dios y nuestro prójimo necesitamos detenernos y cesar de cometer el pecado.
- DAR FRUTOS de arrepentimiento, que manifiestan el resultado de haber iniciado o cumplido un ciclo de amor, perdón y arrepentimiento (Mt. 3:7-9; Lc. 3:7-9). El fruto del arrepentimiento es la acción continua positiva a favor de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. El fruto del arrepentimiento es actuar en justicia, es hacer la voluntad del Señor y servir al Señor en todo lo que Él nos diga u ordene.
La Fiesta del Perdón es un tiempo oportuno (kairós) para evaluar nuestra vida, examinar nuestro corazón y conducta; para dejar atrás el ciclo pasado e iniciar uno nuevo en paz, en amor y en perdón delante de Dios. Es un tiempo oportuno para retornar a nuestro Padre celestial mediante el arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados, pero también con la firme decisión y determinación de vivir para la gloria de Su Nombre, haciendo Su voluntad y lo que a Él le agrada.
Otro aspecto relacionado con la celebración de la Fiesta del Perdón, es la proclamación del año de Jubileo, que se declaraba después de un ciclo de 50 años (7 ciclos de 7 años + 1 año).
La palabra hebrea para "jubileo" es yobél (3104), que significa "toque del cuerno o shofar", lo cual la conecta estrechamente con el toque de trompetas (shofar, cuerno de carnero o trompetas de plata), que acontecía el día de la Fiesta del Perdón. Es decir, al sonar de las trompetas se declaraba ¡el año de libertad! Es importante aclarar esto, para no cometer el error de relacionar la palabra jubileo con júbilo, aunque ese año era de gran júbilo y celebración por la experiencia de la liberación espiritual, social y económica.
También hemos entendido que Dios opera en ciclos, en ciclos de siete actos, acciones y tiempos, y que Él ha establecido así las Estaciones de la vida en la tierra y para el hombre. Y también ya hemos aprendido que Dios quiere que contemos, y en su diseño de Su Calendario, hemos visto que Él quiere que contemos y le prestemos atención a Sus ciclos de tiempo semanales, mensuales y anuales, y aún mileniales (la Semana profética).
El año de Jubileo se declaraba con trompetas, al inicio de la Fiesta del Perdón, el décimo día del séptimo mes (Tishri), en el Calendario, según queda registrado en Levítico 25:1-12 (vea también Dt. 15):
"YHWH habló a Moisés en el monte Sinaí y le dijo: «Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para YHWH; no sembrarás tu tierra ni podarás tu viña. No segarás lo que de por sí nazca en tu tierra segada, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra. Aun en descanso, la tierra te dará de comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado y al extranjero que habite contigo. También a tu animal y a la bestia que haya en tu tierra, servirán de alimento todos sus frutos.
»Contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a sumar cuarenta y nueve años. Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el séptimo mes; el día diez del mes —el día de la expiación [Yom Kippur]— haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Así santificaréis el año cincuenta y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus habitantes. Ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que nazca de por sí en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es el jubileo: santo será para vosotros. Del producto de la tierra comeréis."
Según leemos en la ordenanza dada por Dios a Moisés, en el año de Jubileo sucedían varias cosas:
- PERDÓN DE PECADOS. En vista que se celebraba en el contexto de la Fiesta del Perdón (Yom Kippur). Era un anuncio especial del deseo de Dios de perdonar y liberar a Su pueblo del pecado.
- DESCANSO DE LA TIERRA. En vista que el hombre es el mayordomo de Dios sobre la Creación, Él le ordenó a Su pueblo que dejara descansar a Su tierra, la cual les había dado como herencia (Lv. 25:23; Ex. 19:5; Sal. 24:1).
- RETORNO DE LA TIERRA. Las familias y personas que hubieran vendido sus tierras durante el período o ciclo anterior de 49 años, se les retornaban sus tierras y heredad, de manera que cada quien vuelva a su posesión (Lv. 25:10,13).
- LIBERACIÓN DE DEUDAS. En ese año o al inicio de ese año, el pueblo de Dios debía liberar a toda persona de sus deudas. ¡No podía haber deudor en la tierra ni entre el pueblo de Dios!
- LIBERACIÓN DE LA ESCLAVITUD. En ese año o al inicio de ese año, toda persona que había quedado en un estado de esclavitud o servidumbre (por deudas, por decisión propia o había sido comprada como esclavo) debía ser liberada. Pues la voluntad de Dios es que no hubiera esclavos en Su tierra y en medio de Su pueblo.
Este significado de la Fiesta del Perdón choca fuertemente con el concepto espiritualista que muchos cristianos tienen de Dios y del Evangelio de Jesucristo. La Fiesta del Perdón anunciaba la liberación integral del pueblo de Dios, no solo de su problema espiritual o vertical con Dios (el pecado), sino también de sus problemas sociales y terrenales u horizontales como las deudas económicas, la herencia y tenencia de la tierra, la esclavitud y la opresión socio-económica.
Si aplicáramos el principio (no la ceremonia) del año de Jubileo disminuiría la opresión socio-económica, la esclavitud y el abuso de poder contra el pobre en nuestras sociedades. Porque la celebración del Jubileo le permitiría a todos, por igual, recuperar su libertad, su herencia y sus propiedades cada 50 años.
En el anuncio del Evangelio de Jesucristo vemos ese significado en el "paquete" de buenas nuevas, que el Maestro hace al inicio de Su ministerio (Lc. 4:18-19)
«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor.»
¡El año agradable del Señor, literalmente es el año de Jubileo! En Jesús, todos los significados del Día del Perdón se cumplen totalmente y eternamente.
Y también lo observamos en la Oración modelo (también conocida como el Padre-nuestro), donde el Maestro instruye a Sus discípulos de la siguiente manera (Mt. 6:9-14):
"Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por todos los siglos. Amén”.
Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis sus ofensas a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas."
Y en las instrucciones de esa Oración modelo, el Maestro enfatiza (le dedica tres versículos) el tema del perdón de las deudas, de las ofensas y de los pecados. O sea, los significados de la Fiesta del Perdón están claramente expresados en la Oración modelo, que evidentemente no se trata de una mera oración o expresión verbal religiosa, sino que debe materializarse o manifestarse en nuestras relaciones personales, sociales y económicas concretas.
Y por último, podemos observar que si Pentecostés, después de 50 días (7 ciclos de 7 semanas + 1 día), representaba el retorno del fruto de la producción de la tierra, la cosecha; entonces el Jubileo, después de un ciclo de 50 años (7 ciclos de 7 años + 1 año), representaba el retorno de la propiedad de la tierra, la liberación de toda deuda y esclavitud por causa de la tierra. La Fiesta de Pentecostés se celebra en el tercer mes del Calendario hebreo a finales de la primavera o inicio del verano, mientras que la Fiesta del Perdón se celebra en el séptimo mes (después de CUATRO meses), al inicio del otoño.
¿Por qué podríamos celebrar la Fiesta del Perdón Hoy?
1. Porque es una de las Fiestas solemnes de YHWH establecida en el Primer Pacto por Moisés y que logró su pleno cumplimiento en el Segundo Pacto establecido por nuestro Señor Jesucristo. Si no conocemos con claridad lo establecido por Dios en el Antiguo Pacto, no podremos conocer ni entender con profundidad lo que Él estableció y logró en el Nuevo Pacto.
2. Es una Fiesta, una celebración, una esfera de tiempo, en la que el Señor nos puede revelar aún más Su Palabra, Su propósito para el pleno cumplimiento de esta Fiesta y Su voluntad para nuestras vidas.
3. Es una gloriosa oportunidad para entender, valorar y celebrar la victoria que Jesucristo logró mediante Su sacrificio en la cruz del Calvario a favor de cada uno de nosotros. ¡Fuimos perdonados! ¡Fuimos liberados! Lo que nosotros no podíamos lograr, nuestro Señor Jesús lo logró por nosotros. Con la ofrenda de Su vida y mediante Su ministerio sacerdotal, Él logró eterna salvación, liberación total y el perdón de nuestros pecados de una vez y para siempre.
4. Es una Fiesta que nos une como Pueblo de Dios, pues celebramos en comunión y unidad, la herencia y las bendiciones que el Señor nos ha dado como Sus reyes y sacerdotes, para la alabanza de Su gloria.
5. Es una Fiesta que nos invita a re-encontrarnos, a retornar a Dios, para restaurar y renovar nuestra relación con nuestro Padre celestial que nos ama y nos bendice tanto.
6. Es un tiempo oportuno que nos permite evaluar nuestra vida, nuestros actos y decisiones en la temporada pasada o el ciclo de tiempo que acaba de terminar. Nos da la real oportunidad de arrepentirnos, confesar nuestro pecado, cesar el error y de apartarnos de nuestro mal proceder, a fin de obtener de Dios el perdón a todos nuestros pecados y ofensas.
7. Y es una Fiesta que nos permite celebrar la libertad que el Evangelio del reino de Dios ofrece a todos los que reciben la salvación y el señorío del Mesías Rey, Jesucristo. Y que nosotros, que disfrutamos de la justicia y la libertad del reino, debemos ser los primeros promotores de las mismas en nuestras sociedades, comunidades o naciones donde vivimos. ¡No solo somos agentes y mensajeros de salvación, sino también agentes de justicia y liberación, en Cristo!
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