PROMESA

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miércoles, 28 de agosto de 2013

EL PROPÓSITO DEL BAUTISMO DEL ESPÍRITU.

El momento del bautismo del Espíritu Santo constituye la experiencia inicial del creyente en rendirse incondicionalmente al Espíritu de Dios. En algunos casos, después de prolongados esfuerzos, el creyente aprende a rendirse. La rendición es la llave del éxito para todo crecimiento espiritual, por cuanto es la rendición total que produce la fe que se apropia de aquello que Dios provee.

El bautismo en el Espíritu Santo no es un blanco en sí, sino una puerta de acceso. Es el deseo de Dios que así como el creyente descubre el calibre de rendición necesaria para apropiarse de las bendiciones divinas, de igual manera luego ande en la luz de ese descubrimiento. El bautismo en el Espíritu Santo no es algo alcanzado una vez y para siempre que establece al creyente en una nueva posición ante Dios. Es una experiencia dada para enseñar el método y grado de rendición al cual Dios responde. Se ha llegado más plenamente a la meta del propósito de esta experiencia cuando el creyente después mantiene ante Dios una nueva medida de sumisión devota; cuando en su andar diario se esfuerza en rendirse aún más completamente y más a menudo sin reservas a Dios.

El bautismo en el Espíritu santo abre la puerta a los más altos dotes de la vida cristiana.
 Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22,23

Estos son alcanzados por el creyente solo en la medida que la presencia y control del Espíritu en su vida, y traen como resultado una medida mayor de la morada y del control genuino del Espíritu, que es la verdadera espiritualidad.

El bautismo en el Espíritu Santo es verdaderamente una inmersión del espíritu humano dentro del divino, de tal manera que lo humano está verdaderamente preparado para su ministerio de exaltar al Señor Jesucristo. La vida espiritual comienza al pie de la Cruz; el servicio espiritual comienza con Pentecostés . En todo momento, el creyente bautizado en el Espíritu es desafiado de mantener su rendición a fin de que el Espíritu pueda mantener su control.

Casi la totalidad de los creyentes en el mundo están de acuerdo en dos cosas:

Que los creyentes debieran recibir el bautismo del Espíritu Santo.

Que Dios está dispuesto a dar el don.
Estamos  seguros en decir que cada hijo de Dios está bajo la más solemne obligación de ocuparse a fin de que definitivamente reciba el Espíritu Santo, no solamente como un poder regenerador y como presencia morando en su ser, sino como una investidura definida de poder, antes que trate de efectuar cualquier servicio para Dios".

La Escritura declara que Dios otorga de Su Espíritu en cinco maneras:

1. El da Su Espíritu. Lucas 11:13.

2. El envía Su Espíritu. Juan 14:26.

3. El suministra Su Espíritu. Gálatas 3:5.

4. El derrama Su Espíritu. Proverbios 1:23.

5. El pone (viste) Su Espíritu. Isaías 52:1.

Esta es evidencia abundante de que Dios no retiene de Su Espíritu para con sus hijos.

Fe es necesaria para recibir el Espíritu Santo, fe en la promesa divina, y en Cristo Jesús el bautizador. El creyente en su búsqueda dirige su fe hacia Dios por más de El. Sobre todas las cosas viene con un corazón rendido y entregado a la voluntad divina del Trino Dios. La clave principal en el proceso de recibir el bautismo en el Espíritu Santo está en la rendición a Dios.
Aquella clase de rendición que significa que la voluntad interior está totalmente entregada al Señor, y que toda lucha y contención de parte del creyente ha cesado. Bien puede ser declarado que el creyente, pero si, el creyente dando posesión al Espíritu.
El creyente que desea que el Espíritu Santo venga a morar en su vida, debe presentar una vida limpia a Dios. Bien se ha dicho: "Dios no requiere vasos de oro, ni tampoco busca vasos de plata, pero debe tener vasos limpios".
Fórmulas, métodos y técnicas especiales, ritos y momentos o lugares especiales; circunstancias o ideas propias son inaplicables tanto al que desea se bautizado como al bautizador Divino.
Las Escrituras no prohíben el "asentar y esperar", pero el énfasis dado para la Iglesia está puesto en la importancia de recibir.
Muchos creyentes han sido ayudados por el proceso externo de la imposición de manos. Hay solamente tres casos en el Nuevo Testamento, donde se impusieron las manos. Hechos 8:17,18; 9:17; y 19:6.
Dos veces Pablo escribe a Timoteo y menciona la imposición de manos pero en relación a los Dones espirituales en vez del bautismo inicial. 1ª Timoteo 4:14. y 2ª Timoteo 1:6.
Hubo cientos de creyentes en el Nuevo Testamento que recibieron el bautismo del Espíritu Santo en relación a los cuales no se hace mención de la imposición de manos.
La evidencia inicial de ser bautizado con el Espíritu Santo es el poder hablar en otras lenguas. Esta conclusión proviene de las Sagradas Escrituras. De las cinco ilustraciones del libro de Los Hechos, tres incluyen específicamente el hablar en otras lenguas:
a) El día de Pentecostés. Hechos 2.
b) La casa de Cornelio, 8 años más tarde. Hechos 10.
c) Los creyentes en Efeso, 25 años más tarde. Hechos 19.
Cuando Pablo el Apóstol recibió el bautismo del Espíritu Santo, las lenguas no son mencionadas pero más tarde el mismo declaró: "Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos a vosotros". 1ª Corintios 14:18. 
Debemos enfatizar claramente que el hablar en lenguas en si no es el bautismo, es solamente la señal o evidencia. Ninguna persona bien informada en las Escrituras busca lenguas sino por el contrario busca a Dios, al Hijo y la dulce presencia del Espíritu Santo de Dios.
Las lenguas luego se transforman en la señal para el que busca como para aquellos que están a su alrededor. Y el órgano humano del habla sirve para manifestar el control no restringido del Espíritu de Dios, y lo expresado por el creyente con frases coherentes, generalmente alabanzas a Dios, en un idioma que no ha aprendido.
En vista de la sobre abundancia de evidencias de lenguas en las experiencias en la Biblia, debemos sostener que las lenguas son la evidencia del bautismo del Espíritu Santo.
Las experiencias de los creyentes de la Biblia, y particularmente de aquellos que estuvieron presentes en el día de Pentecostés, deben servir de ejemplo a todas las experiencias futuras. NO hay indicación en las Escrituras de que este suceso fenomenal estaría limitado solamente al capítulo 2 de Los Hechos. Pedro declaró: Hechos 2:39.
 Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, para todos los que están lejos, y para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.
El libro de Los Hechos da la siguiente lista:

a) Poder para testificar. Hechos 1:8.
b) Poder para hablar persuasivamente y con coraje. Hechos 4:8-9
c) Poder para dar testimonio y gracia. Hechos 4:29-33.
d) Poder para declarar la deidad de Cristo. Hechos 9:17-20.
e) Poder para magnificar a Dios. Hechos 10:44-46.
f) Poder para manifestar para provecho. 1ª Corintios 12:7.

Pedro, quien negó al Maestro justo antes del Calvario, llegó a ser un canal poderoso de ministerio después de Pentecostés.
El creyente no puede rendirse para recibir la tercera Persona de la Trinidad en Su plenitud sin al mismo tiempo tener un nuevo grado de pasión por las almas, una nueva determinación de separarse del mundo, un nuevo ímpetu para orar, una nueva devoción a la Palabra de Dios, y una nueva vida de adoración y alabanza, que transforma el trabajo del creyente en un gozo en vez de una obligación.
También podemos usar  la expresión "bautismo en el Espíritu Santo" para referirse a la experiencia de Hechos capítulos 2 y otras. Los términos usados son: llenado, derramado, vino, sobre y recibido. Ya que nos basamos en:

PRIMERO: Al ascender a los cielos Cristo dijo: "mas vosotros seréis bautizado con el Espíritu Santo dentro de no muchos días" (Hechos 1:5). Esta declaración del Hijo de Dios incluye en el día de Pentecostés el bautismo del Espíritu Santo.

Pedro hablando de lo ocurrido en la casa de Cornelio dijo: "...más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo" (Hechos 11:16). Estos sucesos fueron en verdad experiencias carismáticas , por cuanto la Escritura expresa de aquellos alrededor que hablan en lenguas, y que magnificaban a Dios" (Hechos 10:46).
El término "bautismo" es definitivamente una palabra bíblica que describe la experiencia inicial de ser llenado con el Espíritu Santo.
Pero "bautismo" y "llenamiento" o "plenitud" no son siempre sinónimos. Los creyentes son bautizados una sola vez, pero son llenados muchas veces. De ahí el eslogan: "Un bautismo y muchos llenamientos". El bautismo en el Espíritu es una experiencia una vez y para siempre por cuanto el creyente puede ser llenado por primera vez solo una vez. Pero no es una experiencia de una vez y para siempre, en relación del cumplimiento de las necesidades espirituales. Uno continúa necesitando una infusión diaria del Espíritu Santo y el bautismo inicial en el Espíritu Santo es simplemente el comienzo de lo que luego ha de ser una relación diaria.

SEGUNDO: Como punto de vista de acuerdo a la escritura hay una segunda experiencia indicada: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo".

1ª Corintios 12:13. La mayoría de los maestros eruditos de las Escrituras están de acuerdo que este pasaje se refiere al nuevo nacimiento en vez de la experiencia pentecostal. En otras palabras esta experiencia es similar con la conversión. Alguien ha dicho: Esta es la manera Pablo de declarar el nuevo nacimiento de Juan 3:7".
No te maravilles de que te dije que es necesario que ustedes nazcan de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y lo puedes oír; pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va. Así es todo aquel que nace del Espíritu
Consecuentemente, vemos dos bautismos del Espíritu en las Escrituras.
También es posible aceptar el hecho que existe la posibilidad de experimentar ambos bautismos al mismo tiempo, o por lo menos muy cerca el uno del otro. Es posible que esto fue lo que ocurrió en la poca del libro de Los Hechos.
La conversión es la ocasión de bautismo por el Espíritu, cuando el convertido es tomado por el Espíritu y puesto dentro del cuerpo de Cristo. La llenura del Espíritu Santo es una experiencia subsecuente a la conversión cuando el creyente es completamente "llenado". Notemos los siguientes casos que demuestran que el bautismo en el Espíritu es subsecuente a la conversión:
El grupo congregado en el aposento alto y que recibió el Pentecostés original eran ya creyentes. Véase Juan 14:17 y Juan 15:3. Estos creyentes ya en comunión con el Espíritu recibieron una experiencia espiritual subsecuente del Bautismo.
El sermón de Pedro en el día de Pentecostés. Hechos 2:38. Aquí vemos al arrepentimiento y la remisión de pecados como una experiencia básica anterior a la recepción del don del Espíritu Santo.

Saulo de Tarso tuvo una experiencia con el Señor que le conmovió hasta lo más profundo en el momento de su conversión, pero tres días más tarde vino Ananías quien oró por él para que fuese lleno con el Espíritu Santo. Hechos 9:17.

Dice la Escritura que Cornelio era "Varón justo y temeroso de Dios", pero recién después del mensaje de Pedro, él y los suyos recibieron el Espíritu Santo. Hechos 10:44.
Los Efesios ya eran convertidos al evangelio, pero Pablo les impuso las manos y recibieron el Espíritu Santo. Hechos 19:6.
Hay cierto significado en el Antiguo Testamento. La ceremonia para la limpieza del leproso requería primero la sangre antes de la unción de aceite. Levítico 14. La fiesta de la Pascua precedía a la fiesta de Pentecostés. Levítico 23.
Uno de los frutos del bautismo del Espíritu es el acceso a una medida mayor de santidad. Romanos 15:16, 2ª Tesalonicenses 2:13 y 1ª Pedro 1:2. El hecho de ser lleno del Espíritu Santo positivamente compatible con el andar en santidad demostrado por santificación en práctica. El bautismo del Espíritu está asociado con la investidura de poder. Santificación es limpieza, mientras que el bautismo es un llenamiento.
La operación santificadora del Espíritu Santo en el creyente es progresiva más que instantánea. Su poder para producir rectitud en el creyente está en proporción a la medida de la sumisión de la voluntad. La santificación del Espíritu produce un refinar de la conciencia, y un mayor grado de comunión entre Dios y el creyente. El hecho de recibir la experiencia del bautismo del Espíritu Santo relaciona al creyente en una manera personal a la Tercera Persona de la Deidad y esto provee el camino para la recepción de mejores cosas de Dios a través de las experiencias de la vida diaria del creyente.
El bautismo en el Espíritu Santo no es una cosa y el bautismo con fuego otra, pero lo primero es la realidad, y lo segundo es el símbolo. Cristo es el agente personal que efectúa esta saturación de la frialdad del hombre con el fuego de Dios. El Espíritu Santo quiere ser en el corazón del hombre un Espíritu de fuego – fuego para muerte o fuego para vida, pare destruir o para purificar. La presencia de Dios en el corazón del hombre es el mayor don de Dios.
Consecuentemente bien puede ser llamado un fuego. Separa lo bueno de lo malo, purifica, prueba. Es nuestro deber anhelar y obedecer este espíritu de fuego".
Todo creyente que de verdad cree la Biblia estará de acuerdo con la necesidad imperativa de ser lleno del Espíritu día por día. Efesios 5:18; Hechos 13:52. El creyente debe vivir en la plenitud del Espíritu y no en la esfera de la carne. La plenitud del Espíritu no es el privilegio de unos pocos, pero la prerrogativa y responsabilidad de todos los creyentes.
Un hijo de Dios no puede en un dado momento alcanzar la plenitud del Espíritu requerida para toda su vida. En el momento de recibir el bautismo en el Espíritu Santo el creyente descubre el camino de rendición, que es el modelo para su vivir diario. La plenitud día por día del Espíritu requiere la misma clase de rendición.
A pesar del ímpetu que una experiencia, o crisis puede producir, la única manera de poder disfrutar de la plenitud día por día es por medio de rendirse diariamente a un nuevo y fresco flujo del Espíritu.

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