La palabra escatología deriva del griego ‘éskhata’, que significa "cosas últimas"; fue traducida al latín en la versión de la Biblia llamada "La Vulgata" como ‘novissima’, que significa "lo más nuevo" o "las cosas más recientes".
"En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado" (Ecl 7: 36).
Es común que se recurra a este último pasaje bíblico para intentar fundamentar un tratado de escatología, en la que la Biblia se refiere al fin individual de cada persona.
Sin embargo, con esta definición se hace un lado a lo que se conoce como escatología intermedia: aquella que estudia la etapa que va desde la muerte de cada persona hasta el final de toda la humanidad. "(…) la escatología se refiere, sobre todo, al destino del hombre y del mundo después de la muerte"
La escatología en el Nuevo Testamento
Tiene su característica propia en el acontecimiento de Cristo, considerado como presencia personal de Dios en la Tierra y también como anticipación de la manifestación futura de Dios con la venida del Espíritu Santo.
Desde sus comienzos la fe cristiana consideró a la resurrección de Cristo no sólo en relación al pasado como cumplimiento de las profecías divinas, sino también en relación al futuro, como anticipación y garantía de la salvación venidera al final de los tiempos. El sentido escatológico del misterio de Cristo, desde su entrada en el mundo hasta su resurrección, adquiere así una perspectiva nueva: aparece la teología de la carta a los Hebreos, por ejemplo, que nos da su visión de Cristo como presencia personal de Dios en la historia (Hb 1: 1.4).
Según San Pablo, Cristo se encarna en "la plenitud de los tiempos" (Gal 4:4) y presenta todo el misterio de Dios como un mismo acontecimiento que se inicia en la encarnación como apropiación de nuestra existencia temporal y mortal, que culmina en la cruz "y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte en cruz. Por lo cual Dios se exaltó y le otorgó el Nombre que está por encima de todo nombre" (Fil 2:6-11), y que llega a su plenitud con la glorificación del Señor.
San Pablo subraya también el acto de la potencia divina en su resurrección, que da lugar a la divinización plena de la humanidad de Cristo (Col 1:9; 2:9). Cristo se hace hombre para que el hombre se haga Dios. Cristo nos comunica una gracia que nos la hace saber con la cruz.
Cristo, al encarnarse, asume la naturaleza humana con todo lo que implica. Asume el límite característico del hombre al unir lo infinito con lo finito.
En la teología cristiana hablamos de pleroma; de la encarnación del Verbo que significa el fin del universo. Así, Cristo aparece como fin y como plenitud, porque todo resucita con Cristo y todo llega a su fin. Por ello decimos que Cristo es Señor de la historia y Cabeza de la Iglesia (Ef 1: 22) (Ap. 22: 12-13).
"Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23).
Cristo como acontecimiento escatológico para la humanidad, el mundo y la historia
COMO HOMBRE:
El Nuevo Testamento presenta a Cristo como destino definitivo de la humanidad. Una vez que Cristo resucita no muere jamás, su resurrección es definitiva e imposible de anular. Cristo ha vuelto a la vida para siempre. Pablo afirma que Cristo resucitó como primicias de entre los muertos; esto significa que en la resurrección de Cristo está incluida la nuestra, porque primicias indica el inicio de una serie.
El mismo Pablo afirma que Cristo es primogénito de entre muchos hermanos (Ro. 8:29), o de entre los muertos (Col 1:18), siendo primogénito el primer hijo después del cual vendrán otros. Por esta misma razón es que se le llama primogénito, porque indica que otros muertos resucitarán después que Él.
Es importante aclarar que Cristo resucita en función del hombre. Resucita para inaugurar el camino que seguirá más tarde toda la humanidad. Y su resurrección significa para el hombre la instauración definitiva de la salvación: el hombre puede ahora esperar un destino eterno al asociar su destino al destino de Cristo resucitado.
DEL MUNDO:
El Nuevo Testamento también presenta a Cristo como fundamento de la creación "él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la Creación" (Col 1:15). Por tanto, Cristo interviene en la creación, por Él fueron creadas todas las cosas y todo tiene en Él su consistencia; además, todo cuanto existe alcanza su plenitud en Cristo, Dios tuvo a bien residir en Él toda plenitud (Col 1:16-19).
Entonces, en Cristo se recapitulan todas las cosas, las del cielo y las de la tierra "… hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza" (Ef 1:10); esto significa que fuera de Cristo la creación carece de sentido, no podría sostenerse. Sería impensable porque Cristo es el principio creativo y divino de todo cuanto existe.
DE LA HISTORIA:
La encarnación de Cristo es signo de solidaridad y de amor hacia todos los hombres. Al encarnarse Dios hizo suya la historia y logró que la historia cronológica –temporal- se convirtiera en historia salvífica, de la salvación, redimida. Más aún, con su muerte se solidarizó con la condición mortal del hombre. La glorificación de la humanidad de Cristo ocurrida en el momento de su resurrección implica una transformación total del ser humano y de todo lo creado. A partir de la resurrección surge, entonces, un destino trascendente y eterno para todos los hombres, porque existe posibilidad de purificarse y de salvarse.
La escatología entra en relación con la cristología de acuerdo a la soteriología, a la salvación humana gracias a la obra de Cristo.
La resurrección de Cristo es el único acontecimiento definitivo de toda la historia de la salvación. Su resurreción ha de extenderse a los que pertenecen a Cristo y sería "la cima del misterio que comenzó en el bautismo"
Según Pablo, sobre Cristo resucitado la muerte ya no influye sobre él. De esta manera Cristo es el acontecimiento escatológico en sí mismo, es el máximo –éskaton- de salvación que Dios puede ofrecer al hombre, es la plenitud de lo opuesto a lo provisional.
Cristo es también la comunión más profunda que pueda existir entre Dios y el hombre y, por ello, decimos que es imagen perfecta del hombre. Todo fue creado por Él, todo tiene su consistencia en Él y todo llegará a su plenitud en Él. La humanidad de Cristo hace, entonces, al Hijo de Dios como único mediador entre Dios y los hombres, y también, como mediador de todas las cosas divinas.
La escatología, por tanto, no hace otra cosa que explicitar lo que está ya implícito en la cristología. Entonces: no puede haber escatología sin cristología porque la resurrección de Cristo es el único misterio escatológico que ha sucedido en la historia humana y, es precisamente por ella, que podemos hablar de realidades últimas o escatológicas –de un ‘más allá’-.
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