“Si Yhwh no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Yhwh no guardare la ciudad, En vano vela la guardia.” (Salmos 127:1)
Cada cristiano pertenece a una familia. Ya hemos aprendido que somos tanto de una familia natural como de una familia espiritual. Nuestros padres, abuelos, esposo o esposa, hijos y nietos forman la familia natural. Nuestros hermanos en la fe, pastores y discípulos, es decir la Iglesia, son la familia espiritual. Ambos son importantes y debemos cuidarlos. En ambas familias necesitamos desarrollarnos. Tanto la familia natural como la espiritual deben ponerse en las manos del Señor. “Si Yhwh no edificare la casa” de nada vale, no tendremos éxito, fracasaremos. Oremos entregando al Padre nuestras familias espiritual y natural.
Todo lo que existe fue alguna vez creado o inventado. Mire a su alrededor y descubrirá personas, animales y cosas. En el idioma nombramos a aquellos como “sustantivos”, es decir algo que tiene sustancia, existencia. Si usted ve una lavadora de ropa, sabe que fue inventada por expertos ingenieros que conocían de mecánica y electricidad. Al mirar a su mascota tan querida, sabe que Dios la creó; hasta el agnóstico que cree en la evolución dice que salió de alguna parte, acaso otro ser vivo, pero nada se hace solo. Todo tiene una generación. Lo mismo sucede con las personas.
Todo implica una edificación. Esa edificación es un orden, es ciencia, conocimiento, inteligencia, planificación. La Palabra de Dios dice “mi embrión vieron tus ojos” expresando así que Dios ya conocía nuestra existencia, que Él planeó aún nuestro código genético. “Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:16)
La creación, generación y desarrollo de una vida es como la construcción de un edificio, paso a paso, ladrillo a ladrillo. ¿No será del mismo modo la familia?
La edificación de la casa.
La edificación de una casa puede servirnos de modelo para la edificación de la familia. Veamos: para construir una casa necesito primero un arquitecto, es decir alguien con mucha creatividad e imaginación que diseñe un edificio amplio, claro, bello y sólido. Justamente las características que requiere una familia: amplitud de movimientos o libertad para actuar sin caer en el libertinaje; la luz de la Palabra de Dios que da claridad a las mentes; la belleza del amor en todas las relaciones y la solidez de la fe en Jesucristo. ¿Qué Arquitecto puede ofrecernos todo esto? Obviamente Dios es el Único que diseñará una familia feliz.
En segundo lugar necesito buenos constructores que sepan interpretar los planos y reunir los materiales para desarrollar la obra. Éstos son los padres y esposos que edifican el hogar conforme a la voluntad del Señor.
En tercer lugar están los materiales: ladrillos o piedras, cemento, estructuras metálicas, puertas y ventanas, techumbres. La Biblia, cuando habla de la Iglesia, se refiere a ella como un edificio espiritual hecho de piedras vivas: “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, / vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4,5)
Las piedras son las personas. La familia está conformada por personas. Los buenos constructores deberán levantar el hogar con esas piedras: sus hijos. Por eso Jesucristo nombró a Cefas como Petros, o sea “Piedra”. Él sería una piedra para edificar el edificio divino. Nuestros hijos también son “Petros” con los que edificamos la Familia.
¿Cómo se unirán esas piedras vivas? Con una materia que les brindará unidad y firmeza: el amor, la fe y la esperanza. El cemento, la arena y el agua son la mezcla perfecta para unir los ladrillos. El amor y todas sus virtudes permiten la aceptación y cuidado de unos a otros; la fe da solidez espiritual y la esperanza trae conocimiento y convicción acerca de Dios. Meditemos en cómo estamos construyendo nuestro hogar, en qué estamos fallando y que material requiere nuestra mezcla.
El diseño de la casa.
“Si Yhwh no edificare la casa” significa “si Dios no construye nuestra familia” Él es quien debe construir mi familia, mi iglesia, mi vida, mi persona. ¿Estás permitiendo que sea Dios quien construya tu vida o todavía eres tú tu propio arquitecto? Él tiene los planos para tu casa, no te pongas tú a hacer de arquitecto. Hay un refrán que dice “pastelero a tus pasteles”. No juegue a ser Dios. Su vida ya no le pertenece a usted sino que tiene un patrón. El Dueño de su vida ahora es Dios. Entonces no se ponga a improvisar la construcción de su vida, el edificio de su Iglesia o la edificación de su familia. Construya todo esto utilizando los planos de Dios.
¿Dónde están los planos de Dios para la edificación de la familia, de la Iglesia y de nuestra persona? En la Biblia encontramos el diseño de Dios para todo ello. ¿Conoce usted exactamente los planos de Dios para la familia? Le recomiendo que desde ahora comience a investigar en su Biblia cuáles son esos planos.
“Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. / Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.” (1 Corintios 3:10-11) Queda claro entonces que Dios es el arquitecto, es Él el Dueño de la obra, el que dirige toda edificación. Por tanto Él edifica a la familia.
Los constructores de la casa.
Cuando no ponemos al Señor primero en nuestras acciones, cuando no le preguntamos a Él cuál es Su voluntad, cuando no le damos a Él el Señorío, cuando no le reconocemos como el Jefe en la obra que pretendemos hacer –y aquí entra también la formación de una familia- nuestro trabajo se vuelve vano, vacío, sin sentido. “En vano trabajan los que la edifican” es una advertencia a todo constructor. Cada uno es constructor de su propia vida, constructor de familia y constructor de Iglesia. No nos consideremos fuera de esta última responsabilidad porque no somos pastores, maestros o evangelistas; todos los cristianos hemos sido llamados a construir la Iglesia, porque somos sus obreros. Esto se comprueba cuando el Apóstol explica que el trabajo de los ministros de Dios es capacitar a todos los hermanos: “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12)
El propósito de la casa.
Todo trabajo tiene un objetivo o propósito. Un obrero está picando el asfalto de un camino; usted se acerca y le pregunta: ¿Por qué está haciendo esto usted? El obrero no le contestará: No lo sé. Él sabe perfectamente la razón de hacer ello, renovarán el pavimento. Este es su propósito. Siempre se trabaja con un propósito: el profesor hace clases para que sus alumnos aprendan, el abogado defiende a su cliente para que no vaya a la cárcel, el auxiliar barre la calle para que la ciudad esté limpia, etc. puede que alguien trabaje sólo con el propósito de ganar dinero. Aunque no es el objetivo correcto, es en sí mismo un propósito.
¿Cuál es el propósito de casarse? ¿Sólo tener permiso de Dios para tener relaciones sexuales? ¿Será para no sentirnos solos? ¿Para librarme de la autoridad de mis padres? Estos no son los propósitos correctos de alguien que se casa. Los correctos propósitos del matrimonio los ha entregado Dios, Él diseñó el matrimonio para que un hombre y una mujer sean “una sola carne” con el propósito de:
a) Amarse. Esto significa cuidarse, tener paciencia el uno con el otro, tolerarse, conocerse, acogerse, satisfacerse mutuamente.
b) Procrear. Tener hijos, si están en edad de hacerlo en lo natural. No perder de vista el tener “hijos espirituales”.
c) Formar una familia.
d) Adorar a Dios. Unidos ambos dedicar tiempo a orar, alabar, leer la Palabra de Dios y servirle en la Iglesia.
El Señor Jesucristo enseñó una parábola en la que nos advierte qué sucede cuando los seres humanos no construimos nuestra casa conforme al diseño dado por Dios:
“46 ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo? 47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.” ( Lucas 6:46-49)
Nadie trabaja por nada, si soy novio o novia quiero ser feliz en mi matrimonio y formar una familia feliz. Para poder lograrlo la Biblia nos enseña que el matrimonio cristiano debe edificar la familia guiado por Dios. Como los policías y autoridades guardan la ciudad, así Adonai guarda nuestra vida. En vano vela el cristiano, si Dios no vela por él, como de nada sirven los guardias si Dios no es el Guardia. Ningún esfuerzo de los esposos tendrá fruto si no ponen su familia en manos de Él.
Hemos aprendido que formar una familia es como la edificación de la casa, en que hay un arquitecto que la diseña, un constructor que dirige la construcción, planos que nos orientan sobre su diseño, obreros que siguen exactamente las indicaciones y materiales adecuados para edificarla. El diseño de la casa o familia lo da Dios en Su Palabra. Los constructores de la familia son los esposos cristianos y el propósito de la casa es el amor, la procreación, la formación de una familia y la adoración a Dios. ¿Está usted siguiendo el diseño de Dios para construir su vida, su iglesia y su familia?
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