Hablando de poseer nuestra tierra, en el sentido espiritual
de una jornada próspera a lo largo de la vida (3ª Juan 2), Deuteronomio 11:12
comparte una revelación de los pensamientos del Señor acerca de la herencia de
su pueblo: “El Señor su Dios es quien la cuida; los ojos del Señor su Dios
están sobre ella todo el año, de principio a fin”.
Esto me dice que Él nos tiene en consideración especial, año
tras año sin interrupciones. Creo que debemos ver con los ojos de la
fe (2º Corintios 4:18) y reconocer que cada nuevo año es el final de lo
viejo y el comienzo de lo nuevo. En otras palabras, todo es sólo una
continuación del “presente”, porque el Señor vive en el presente y nunca
cambia. Desde la perspectiva eterna de Dios, el pasado, el presente y el futuro
ocurren al mismo tiempo.
El Señor tiene cuidado de nosotros de una manera paternal y
amorosa, cuidando que nuestros ambientes, entornos y situaciones nunca se
deterioren o vacilen. Está íntimamente involucrado en nuestra vida diaria, año
tras año. Es protector sobre su obra para perfeccionar nuestro propósito. El
Salmo 121:4 dice: “Jamás duerme ni se adormece el que cuida de
Israel”. ¿Cuántos saben que somos el Israel espiritual de Dios
y que nuestra tierra está en el foco del Señor, así como ocurrió con los
israelitas en el pasado? Esto continúa perpetuamente.
El
Señor se ocupa de nosotros: nuestro lugar de adoración, nuestra familia,
nuestra casa, nuestro hogar, nuestro trabajo, etc. ¡Aún nuestros medios de
transporte son importantes para Él! Ninguna de estas cosas escapan a sus ojos y
este interés en nosotros se renueva cada año, nunca declina o
cambia.Necesitamos comprender que esta es una verdad acerca del carácter de
Dios y es imposible que cambie.
El Salmo 138:8 dice: “El Señor cumplirá en mí su
propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de
tus manos!”. Hablando de completar o terminar una obra que comenzamos, esto
significa: “el viaje de éxito y abundancia en nuestro caminar en la
vida”. El Señor no está planeando dejarnos colgados. En lugar de
ello, cada área de nuestra vida se encuentra en un estado de desarrollo.
Debemos alcanzar un lugar en nuestra relación con el Señor donde lleguemos a
creer en esto con una fe incondicional. ¡Existe un planificador con un diseño
divino respecto de nuestro progreso en esta vida y lo estamos cumpliendo!
La fe está creciendo y se está expandiendo el conocimiento
de los atributos de Dios. El Señor está perfeccionando todo lo concerniente a
nosotros. El pasaje de Filipenses 1:6 nos advierte: “Estoy convencido de
esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el
día de Cristo Jesús”. El pasaje de Job 8:7 dice: “Modestas parecerán
tus primeras riquezas, comparadas con tu prosperidad futura”. Nuestro
crecimiento, desarrollo y madurez están señalando hacia una consumación grande
y gloriosa. Piense de esta manera: Dios le puso el freno a satanás para
que nosotros podamos avanzar aceleradamente.
Deuteronomio 33:25 dice: “Tus cerrojos serán de hierro
y bronce; ¡que dure tu fuerza tanto como tus días!”. Esto nos dice que la
vida, las circunstancias del día a día, no nos dejarán como un envase vacío o
un pozo seco. No, mientras las demandas de cada día aumentan, nuestros recursos
interiores de fortaleza nos igualarán ante cualquier situación que debamos
enfrentar. Podemos despertarnos cada mañana sabiendo que nuestras fuerzas
son más que suficientes para las demandas de ese día.
Esta
es la tierra de nuestra herencia y este es el año de nuestra promesa. Estamos
viviendo en la dimensión de la provisión completa, sólo debemos saber que esto
es cierto y confiar en la fidelidad inquebrantable del Señor para completar la
obra que comenzó en nosotros. Esta verdad está acompasada por todas las
necesidades que podamos tener. Nuestra fuerza será suficiente para enfrentar
los problemas físicos, la estrechez financiera y el stress emocional y mental.
El Señor se asegura que estemos por encima de los desafíos. No debemos
funcionar con los nervios de punta. ¿Sabe lo que digo?
Quizá se pregunte, “¿qué pasa con mis
circunstancias?”. Puede parecer que estuvo esperando por esta
manifestación de verdad y fortaleza en su vida por años. No estoy minimizando a
nadie que esté atravesando un problema. Dios sabe que estos dos últimos
años fueron los más difíciles de mi vida adulta y donde bajé los brazos. Por
eso me puedo identificar mucho más con las dificultades que otros enfrentan.
Esto no cambia lo que dice la Palabra de Dios: “Todas
las promesas que ha hecho Dios son ‘sí’ en Cristo. Así que por medio de Cristo
respondemos ‘amén’ para la gloria de Dios” (2º Corintios 1:20). Mientras
estamos esperando para recibir las respuestas (y vienen en camino), el Señor
nos está enseñando lecciones invaluables sobre confiar y descansar el Él,
alentando nuestra fe y no para hacernos sentir miserables. No estoy seguro
de la razón por la cual muchos cristianos parecen pensar que Dios quiere
estrujarnos y crea estas circunstancias para mantenernos contra el piso, así
estará seguro de nuestro amor. Esta es una filosofía muy extraña. Amados, Dios
no necesita meternos en una olla a presión para probar nuestra devoción hacia
Él. Concretamos mejor su propósito si somos prosperados que siendo
pisoteados. Lamentaciones 3:33 dice: “El Señor nos hiere y nos aflige,
pero no porque sea de su agrado”.
Necesitamos
comprender que en estas instancias no se trata de nuestro entorno probándonos,
sino la Palabra de Dios. Note que uso la palabra “probando” y
no “torturando”, porque la diferencia es notable. Probar algo significa
purificarlo o refinarlo. Vea a José. El Salmo 105:19 dice: “… hasta que se
cumplió lo que él predijo y la palabra del Señor probó que él era
veraz”. Pasaron doce largos años. Pero la palabra se cumplió y José
fue un mejor hombre a causa de ello, siendo levantado como el segundo en la
tierra de Egipto. Ocupó esa posición para salvar a su familia, aún a aquellos
que crearon las circunstancias que generaron esos doce años.
Nuestras condiciones adversas no nos prueban, son las mismas
promesas de Dios. Eso hace que valga la pena, porque sabemos que las promesas
se cumplirán. En la espera del cumplimiento, aprendemos a confiar que Dios es
verdadero respecto de su Palabra y veremos la manifestación de lo que estamos
buscando. La diferencia aquí es que nuestras situaciones pueden cambiar, pero
las promesas de Dios no. Si nos probaran las circunstancias estaríamos
encallados, pero como sabemos que la Palabra de Dios es verdad, producirá lo
que las promesas deben producir. Entonces, trato de decirle que“debemos confiar
en nuestras promesas y no en nuestras circunstancias”.Podemos elegir dónde
enfocar nuestra atención.
Debemos ser conscientes de estas palabras: “¡Dichosa tú
que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!” (Lucas
1:45). ¿Cree eso? Digo, ¿realmente lo cree? Afirmarse sobre una promesa
del Señor no es pensamiento positivo, sin importar lo que enfrentemos. Sabemos
que la prueba de la validez de una promesa es el desempeño, ¿cierto? Si la
promesa se vuelve verdad, era una promesa verdadera. Tiene sentido. Las
promesas de Dios tienen su propio seguro de cumplimiento, porque “Dios no
es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que
promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Números 23:19).
Esto es así o no, no existen áreas grises. No es una
cuestión de “quizá”, es todos los días, cada año y nunca cambia. Por esta
razón nos dice a cada uno de nosotros: “Confía en el Señor de todo
corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él
allanará tus sendas” (Proverbios 3:5-6). La palabra allanar
significa “suavizar y enderezar”. Dios no está tratando de hacernos
tropezar y caer, está pavimentando el camino para que podamos avanzar. Pero
este es un proceso, ¿cierto?
El Padre sabe que es más difícil esperar que moverse y es
más fácil correr que quedarse quieto. Por esa razón Dios establece nuestro
camino para que podamos avanzar. Pero la parte de esperar es la más dificultosa,
aunque es muy necesaria. Quizá aún mucho más. Esperar una respuesta que parece
una demora innecesaria es una oportunidad para que el Señor nos enseñe y nos
corrija, ajustando nuestro curso para que no tropecemos y nos quebremos un
tobillo. El hecho es que mientras esperamos, el Señor sabe que tiene nuestra
atención y eso no es malo.
Esto es bueno: “… porque plenamente y sin demora
el Señor cumplirá su sentencia en la tierra” (Romanos 9:28). Estas
palabras se pueden resumir en“cortar algo de una manera rápida y sucinta para
hacerlo más pequeño”.Imagínese un par de tijeras muy afiladas manejadas por un
experto peluquero. En dos cortes terminó de hacer un trabajo rápido.
Mientras aprendemos a confiar en la bondad del Señor y en su
fidelidad acelerada, podemos comenzar a ver que este es el año de nuestra
promesa y poseeremos la tierra. Confíe en el Señor que Él tiene nuestros
mejores intereses en su corazón y completará lo que comenzó. Mantenga sus ojos
en Él, no en las circunstancias y experimentará una apertura.
James Maloney
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