PROMESA

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jueves, 30 de mayo de 2013

DIVORCIO

Dios diseño el matrimonio y la familia con bases en el Amor y la Seguridad . El esposo y la esposa deben compartir amor, respeto y la meta del gobierno de Dios en sus vidas (Efesios 5:22-23; 1 Pedro 3:1-7). Los padres deben ser un modelo y enseñar valores de acuerdo con Dios (Deuteronomio 6:5-7), instruyéndolos acerca de cómo vivir y prepararlos para su vida adulta (Proverbios 1:8; 4:1; 13:1; 15:5). Dios reservó la expresión y el gozo del placer sexual para ser compartida entre cónyuges, prohibiéndolo estrictamente fuera del matrimonio (Éxodo 20:14; Mateo 5:27-28). Juntos, un esposo y una esposa deben construir su familia y el ciclo de la vida continua (Génesis 1:26-28; 2:24). Desde el principio, Dios estableció la relación matrimonial y la puso en un lugar central de la vida. El hombre y la mujer fueron creados para compartir una relación complementaria, en la que cada uno ayuda y complementa al otro. Para enfatizar la hermosura y singularidad de su esposa, Dios le demostró a Adán que no había nadie en la creación que pudiera llenar el vacío de su vida y que sólo ella era comparable a él y podía ser su compañera de por vida (Génesis 2:18-20)
Pablo también señala en Efesios 5: 24-25 que el matrimonio representa la relación entre Jesucristo y la Iglesia:
 “Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”.
 Estos comentarios ayudan a definir la perspectiva que Dios tiene del matrimonio—una relación única, que representa el compromiso y el amor que Cristo expresa por su Iglesia.
Es claro que el matrimonio es importante para Dios. El creó la familia como la unidad básica de la sociedad. La estabilidad de la comunidad y aún de la nación depende en gran medida de la estabilidad de las familias.

Lo que la Biblia dice acerca del divorcio

En Mateo 19:3, los fariseos le preguntaron a Jesús acerca del divorcio:
 “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”.
Jesús les respondió con una cita de Génesis 1 y 2, confirmando el origen y la trascendencia del pacto matrimonial
 “Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará Padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6).
La creación de la mujer a partir del mismo cuerpo del hombre, hace énfasis en el hecho de que el primer esposo y la primera esposa fueron literalmente “una sola carne”—cada uno fue parte del otro. Ante Dios la relación matrimonial debe tener el mismo nivel de compromiso. Por medio del matrimonio, un hombre y una mujer se convierten en uno—física y emocionalmente ligados en una relación para toda la vida, de amor, compromiso y unidad.
La pregunta acerca del divorcio estaba basada en una controversia acerca de la palabra “indecente” que se menciona en Deuteronomio 24:1, que dice:
 “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”. 
Una corriente de pensamiento decía que la palabra “indecente” significaba que el adulterio era la única razón válida para el divorcio. La enseñanza opuesta era que “indecente” significaba cualquier cosa inaceptable para el esposo, sin importar lo trivial que fuera.
Es necesario tener en cuenta que lo que se estaba preguntando no era si el divorcio era permitido, sino en qué condiciones estaba permitido, “por cualquier razón”. La respuesta de Jesús fue que había una razón más fundamental para el divorcio y además les recordó que esto no era lo que Dios pretendía. En el versículo 8 afirma que
 “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así”.
La “dureza de vuestro corazón” también está ilustrada en Malaquías 2. En este pasaje se establece una comparación entre la nación de Israel que abandona su pacto con Dios y el hombre que rechaza su relación de pacto con su esposa. Leemos en el versículo 14: 
“…Porque el Eterno ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto”. Y en el versículo 16: “Porque el Eterno Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo el Eterno de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales”.
Dios culpa del divorcio a aquellos que no son fieles en su compromiso en el matrimonio. Él dice que odia el divorcio por todo el daño que éste hace. El divorcio causa confusión, dificultades y dolor emocional. Dios no quiere que las personas vivan de esta forma.
El apóstol Pablo habla acerca del tema del divorcio en 1 Corintios 7:10-11:
 “Pero a los que está unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer”.
En otras palabras, Pablo dice que la instrucción de Dios es que los esposos no se deben divorciar. Ellos se pueden separar si así lo deciden, con la posibilidad de reconciliarse o de no volverse a casar.
Moisés no pudo haber admitido el divorcio cuando había un mandamiento específico en contra de éste. Por ejemplo, Moisés no pudo haber permitido robar o matar sólo porque la gente tuviera un corazón endurecido. Pero las condiciones fijadas para el divorcio, como Jesús lo reconoció, no significa que el divorcio le agrade a Dios o deba ser tomado a la ligera.
En Mateo 5:31-32 y Mateo 19:9; Jesús advierte que el volverse a casar bajo ciertas circunstancias puede conducir al pecado de adulterio. En el Nuevo Testamento encontramos tres circunstancias específicas en las cuales Dios permite el divorcio y las segundas nupcias.

1. Pecado sexual

En Mateo 19:9 Jesús concluye su respuesta a los fariseos: 
“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” 
La palabra griega traducida como “fornicación” es porneia, que significa cualquier forma de actividad sexual ilícita, lo que incluiría fornicación y adulterio además de otros actos sexuales prohibidos. La palabra también implica un patrón de comportamiento sexual inadecuado persistente y sin arrepentimiento.
Si el cónyuge de la persona es culpable de un patrón errado de conducta sexual, entonces el divorcio y las segundas nupcias están permitidos.
Tenga en cuenta, sin embargo, que bajo estas circunstancias el divorcio no está requerido. Es verdad que cuando la confianza se rompe a este nivel esto puede destrozar la relación. Pero si hay arrepentimiento, y de acuerdo con la importancia del matrimonio, debería haber un esfuerzo para salvar el matrimonio.

2. Un cónyuge incrédulo que no quiere seguir

A medida que se fue desarrollando la Iglesia, fueron surgiendo nuevas circunstancias que se convirtieron en un desafío para los matrimonios cristianos y fue necesario afrontarlas. Específicamente, ¿cuál es el estatus de un matrimonio en el que ambos cónyuges tienen diferentes creencias religiosas y prácticas? Pablo habla acerca de este tema en 1 Corintios 7:13-14
 “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos”.
Si el esposo y la esposa tienen diferentes creencias religiosas esto puede ser un motivo de tensión y conflicto en su relación. Ellos tal vez guardan días de fiesta diferentes. Tal vez tengan diferencias en cuanto a su dieta o en lo que es aceptable como lenguaje o como una forma de diversión. Uno de los cónyuges puede estar lejos del hogar varias horas al día debido a sus actividades religiosas, dejando al otro sólo en la casa. Tal vez tengan diferentes amigos y un círculo social distinto. Tal vez haya que resolver la pregunta de quién es el que va a enseñara a los hijos. La situación es compleja y existe la posibilidad de que se presenten ciertas complicaciones.
La instrucción de Pablo es que esas diferencias no necesariamente tienen que conducir al divorcio. Sin un cónyuge es “incrédulo” pero quiere vivir pacíficamente con el cónyuge “creyente”, entonces la pareja puede seguir casada. Este mismo principio se aplica en el caso de que ambos sean “creyentes” pero tienen diferentes creencias. El punto de las Escrituras es que la pareja debe hacer todo el esfuerzo posible para salvar su matrimonio por encima de las diferencias. Pablo dice que Dios bendice el hogar en dónde vive el creyente, lo cual trae muchos beneficios para toda la familia. Sin embargo, si el cónyuge que es “incrédulo” o aquel que tiene creencias totalmente irreconciliables, insisten en el divorcio, entonces el “creyente” está en libertad de volverse a casar.
Pablo continúa diciendo en el versículo 15:
 “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios”.
La frase “a paz nos llamó Dios”, es también importante. Si un incrédulo o aquél que tiene creencias diferentes se rehúsa a dejar el hogar pero le hace la vida imposible al creyente, entonces el creyente puede divorciarse y volverse a casar. El principio también se aplica cuando existe peligro de violencia física. Por ejemplo, si existe el peligro de un posible abuso sexual o emocional del otro cónyuge o de los hijos, no encontramos que en las Escrituras se nos exija que debamos permanecer casados.
Si un cónyuge abandona el matrimonio porque no quiere vivir en paz debido a las diferencias religiosas o a que no quiere proveer un ambiente seguro a nivel físico, entonces es permitido divorciarse y volverse a casar.

3. Falsificación

La otra razón aceptable para el divorcio y las segundas nupcias es que el matrimonio se haya realizado bajo circunstancias fraudulentas o engañosas. El matrimonio es la relación más íntima y debe estar basado en confianza, honestidad y franqueza. 
Antes del matrimonio uno debe estar enterado acerca de la historia de la otra persona y tener información válida y cierta de tal forma que nada que pueda cambiar la decisión de casarse, quede oculto o sea falsificado. Obviamente, los esposos se conocen mejor después de casarse y aprenden mucho acerca del otro por medio de la convivencia. Este principio tiene que ver con el engaño intencional acerca de temas fundamentales que se esconden o se falsifican porque afectarían la relación.
Vemos un ejemplo de esto en Mateo 1:18-19:
 “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntase, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente”.
Estar desposado implicaba un compromiso obligatorio, que incluía un voto y se realizaba antes de que ambos vivieran juntos como un matrimonio. En este punto de la relación, José y María estaban totalmente comprometidos a casarse porque habían hecho un voto, aunque no estuvieran viviendo juntos como esposo y esposa. Cuando él se dio cuenta que María estaba embarazada, José asumió que María había estado teniendo actividad sexual mientras le hacía creer que era pura, lo cual habría sido algo fraudulento (además de ser un pecado sexual). Por supuesto esto no era verdad en el caso de María. Pero si hubiera sido el caso, José hubiera quedado libre de su voto y hubiera quedado en libertad de casarse con alguien más.
No se requiere que haya divorcio o anulación si sale a la luz algo importante que haya estado escondido o falsificado. Puede suceder que se sepan todos los detalles de la situación que previamente hubiera estado oculta, y se llegue a un acuerdo para continuar en el matrimonio. Si se descubre una falsificación o fraude, se debe afrontar y resolver de una manera inmediata, en cuanto se tiene acceso a la información.
Si uno de los cónyuges es responsable de la falsificación de la información o de ocultar información personal que de haberse sabido hubiera impedido el matrimonio, entonces es permitido el divorcio (o la anulación) y es posible volverse a casar.

Arrepentimiento y conversión

Con el arrepentimiento y el bautismo, todos nuestros pecados pasados son perdonados. Comenzamos nuevamente y a partir de este momento debemos obedecer los mandamientos e instrucciones de Dios (Hechos 2:38; Romanos 6:4).
El pecado que conduce al divorcio y a volverse a casar, por otras razones diferentes a las que hemos explicado, se encuentra entre los que son perdonados con el bautismo. Sin embargo, a partir de este momento la persona casada debe vivir de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia.
No olvidemos que:
1. Dios creó la relación matrimonial y que fuera una relación para toda la vida.
2. El divorcio y las segundas nupcias son permitidas en circunstancias limitadas y específicas.
  • Si el cónyuge es culpable de un patrón de pecado sexual del que no se arrepiente.
  • Si el cónyuge abandona el matrimonio porque no quiere vivir en paz debido a diferentes creencias religiosas o no quiere proveer un ambiente físico seguro.
  • Si el cónyuge ha falsificado u ocultado información personal que de haberse sabido hubiera impedido el matrimonio.
3. Con el arrepentimiento y el bautismo nuestros pecados pasados son perdonados pero a partir de este momento debemos vivir de acuerdo con las instrucciones de Dios en cuanto al matrimonio, divorcio y segundas nupcias.
La enseñanza y la práctica de la Iglesia es la de preservar y fortalecer los matrimonios y las familias. Aun en circunstancias extremas en las cuales el divorcio y las segundas nupcias son permitidas, no siempre esto es la mejor opción. Hay muchos elementos que debemos analizar, incluyendo el entendimiento de lo que Dios piensa acerca del matrimonio y el divorcio, incluyendo el impacto que el divorcio tiene en la salud emocional de los hijos de la pareja. Por lo tanto, aunque el divorcio y las segundas nupcias son permitidos bajo ciertas circunstancias, recomendamos vehementemente que las parejas con problemas en su matrimonio busquen un consejo sabio que les ayude a preservar su importante y valiosa relación.
Y entender que el divorcio no es un pase libre, para ser utilizado cuando mas convenga a mis intereses, sino que en última instancia y luego de haber utilizado todas las herramientas posibles para restaurar el matrimonio.
Nos encontramos en un tiempo donde tanto los matrimonios como los divorcios son instantáneos.
Debemos ir a la Luz de la Palabra para que nos guíe en todo el proceso.

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